El mismo personaje que en 18 años de campaña puso a sus hermanos y simpatizantes a recabar dinero para financiar sus actividades proselitistas: marchas, mítines, paros, tomas de instalaciones, etc., ahora, siguiendo el ejemplo de Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador, pretende anular a sus opositores y su capacidad de organización quitándoles el acceso a fuentes de ingresos.

Creyendo equivocadamente que al reducirles el acceso a recursos sus opositores dejarán de operar, y logrará controlarlos, como en Venezuela o Nicaragua, el Presidente mandó una iniciativa de Ley de ingresos orientada a reducir los montos de deducibilidad que personas físicas y morales destinan a todas las asociaciones sin fines de lucro.

Aunque había quien pensaba que el Presidente se equivocó y sin querer afectó a todos los organismos filantrópicos (asistenciales y de beneficencia): educativos, culturales, de promoción agropecuaria, que ayudan a pobres, discapacitados, grupos vulnerables, etc. —que están en un plano diferente al político—, por quitarle a sus adversarios la posibilidad de hacerle frente a su proyecto político, queda claro que no es así. Al declarar que toca al Estado la función asistencial, pretende desarticular cualquier expresión de solidaridad y subsidiaridad social; quitarse intermediarios y hacerlos dependientes de su generosidad.

Resentido por la pérdida de posiciones políticas en las pasadas elecciones, el presidente ha declarado la Guerra a la sociedad. Su pecado: haber votado en contra de su partido y su proyecto; haberle permito a la oposición reconquistar posiciones que ponen en riesgo su sucesión presidencial y la viabilidad de su proyecto.

En la mentalidad de la nueva izquierda latinoamericana la “democratura”, es una vía en un sentido: llegar a la dictadura a través de la democracia. La 4T va en la misma ruta: no acepta opciones u oposiciones.

López Obrador cree que al ser electo presidente, le corresponde sólo a él —y a nadie más— definir qué es el bien nacional y cómo se logra. Esta filosofía política del servirse, y no servir, convierte a los ciudadanos en súbditos; y para lograrlo se requiere quitar a la sociedad cualquier posibilidad de organización, resistencia o de generar alternativas. El medio es acabar con el tejido social y la amplia red de mecanismos solidarios y subsidiarios que la nutren y fortalecen.

El mismo tenor empleado por el doctor muerte López Gatell, cuando señaló a los niños con cáncer de golpistas, aplica el presidente a los menos favorecidos de este país.

Al Presidente le urge tener el control de los ingresos públicos para expandir el clientelismo electoral, consolidar su monopolio de la caridad y conquistar a los 4 millones de nuevos pobres que ha generado su gobierno. Ya gastó 300 mil millones de pesos del fondo de contingencias, acabó con todos los fideicomisos y ahora quita una tajada a la filantropía.

Es evidente que el gobierno que cerró guarderías, dejó sin tratamiento a enfermos con cáncer, sin el cuadro básico de vacunas a infantes, sin medicinas las clínicas y hospitales públicos, etc., no podrá suplir las funciones de estas agrupaciones.

Contrasta el buen trato a la delincuencia organizada que apoyó a sus candidatos; a la que les brinda paz, seguridad, libertad e impunidad para seguir operando la producción, trasiego y venta de drogas; y para superar la cifra récord de muertos de otros sexenios.

Periodista y maestro en seguridad nacional

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