Los desencuentros que Andrés Manuel López Obrador tiene con el gobierno de España son cada vez más numerosos y profundos. Algunos por los ideales de la política exterior, energética y financiera de la 4T, y otros por ocurrencias que surgen desde Palacio Nacional, aunque no todas de la cabeza del Presidente.

El retraso en la aceptación del exgobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz, como embajador de México en España es una señal de que el gobierno de Pedro Sánchez no está conforme con el trato que la presente administración ha brindado a la relación bilateral, a los intereses de sus empresarios y hasta a la memoria histórica de los dos países.

De entrada, es sabido que el gobierno español nunca vio con buenos ojos que el cargo más importante de la diplomacia mexicana en su territorio fuera utilizado como un premio, mucho menos cuando se tratan del exgobernador de un estado presuntamente controlado por el crimen organizado y, además, el cabildeo de parte de los votos del PRI a una contrarreforma energética, la cual  lastima las inversiones ibéricas en el país.

En el más puro ámbito de las relaciones internacionales, España no termina de aceptar que a la embajada mexicana llegue un político y no un diplomático de carrera o miembro del Servicio Exterior Mexicano, sobre todo cuando, en su trayectoria, López Obrador siempre criticó a los gobiernos que hicieron de esas posiciones un regalo o una jubilación para los políticos.

Esta sensación se suma a una serie de agravios que los españoles perciben que recibieron del gobierno mexicano. El más delicado  es la contrarreforma energética, toda vez que, de aprobarse el proyecto como se presentó en el Congreso, se pondrían en vilo inversiones por  8 mil millones de dólares que empresas como Iberdrola invirtieron en generación eléctrica en el país.

También empieza a percibirse como un agravio en la península ibérica las reacciones que el gobierno de López Obrador ha tenido ante la venta de Banamex.

A principios de sexenio, los bancos que presiden respectivamente Carlos Torres y Ana Botín habían tenido ya sus tensiones con el gobierno de la 4T, específicamente cuando el senador Ricardo Monreal puso sobre la mesa la posibilidad de eliminar las comisiones que las instituciones cobran a usuarios.

Y el último, pero quizá el más profundo de los agravios para el pueblo español, es la insistencia del presidente López Obrador en que su Corona y su gobierno pidan perdón a los mexicanos por los agravios cometidos durante la Conquista, una idea que, más que al titular del Ejecutivo, se le atribuye a su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, quien habría sido la impulsora de las cartas originales que se enviaron con esa solicitud en 2019, y que se terminaron filtrando a la prensa presuntamente por la la mano del canciller Marcelo Ebrard.

Esta es la misma ruta que aseguran siguió el nombramiento del señalado por acoso sexual, Pedro Salmerón, como embajador de México en Panamá, una solicitud de Gutiérrez Müller a su marido que deriva en un escándalo nacional, pero que a la vez ensucia la imagen y las relaciones de nuestro país a nivel internacional.

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