En la anterior entrega decíamos que casi la mitad de la población del planeta vive en algún tipo de democracia y que solo un porcentaje mínimo lo hace en una democracia plena y que más de un tercio de la población mundial está gobernada por un régimen autoritario.

Gianfranco Pasquino comenta en sus estudios sobre la democracia, que existen problemas de crecimiento y de funcionamiento en todas las democracias. “Las crisis en las democracias no deben confundirse nunca con la crisis de la idea y del ideal de la democracia”.

La democracia, dice Aristóteles, corre el riesgo de convertirse en “demagogia”; señala que la mejor forma de gobierno es la politeia, es decir, la buena polis.

Diversos autores están de acuerdo en que para no caer en esa demagogia debe existir una división del poder. La idea de que todo el poder no deba estar nunca concentrado en las manos de un único sujeto, sea una persona, un grupo de personas o el pueblo entero, recorre todo el pensamiento político occidental. Montesquieu dice que el poder debe estar dividido. ”No puede ser que un rey, por sí solo, ejerza el poder ejecutivo, que represente a la nación, que dicte las sentencias y conceda la gracia”. Se tiene que dividir el poder y disponer de instituciones específicas de modo que pueda atribuirse a cada una de ellas un cierto tipo de “poder”: judicial, ejecutivo, legislativo.

Varios académicos exponen que no hay democracia si no hay votos, aquí caben dos reflexiones: cómo se vota y cómo actúan los sistemas electorales.

Una definición sencilla del sistema electoral se refiere al conjunto de medios a través de los cuales la voluntad de los ciudadanos se transforma en órganos de gobierno o de representación política. La marca que hace un elector en la boleta forma parte de un complejo proceso político para conformar los poderes políticos de una nación.

El sistema electoral recibe votos y genera órganos de gobierno y/o de representación legítimos. Así, la democracia adquirió su actual adjetivo funcional: democracia representativa.

En México tenemos un sistema mixto: el de mayoría y el de representación proporcional, se argumenta que tratan de aprovechar las ventajas y aminorar las desventajas de ambos. Se deriva del sistema mayoritario, manteniendo sus rasgos principales, pero tienden a permitir en cierta medida una representación de la minoría. Se encuentra tipificado en los artículos 52 y 56 de nuestra Constitución General y se refiere a la integración de la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores.

La doctrina señala que la diferencia fundamental entre un Sistema Electoral de otro es la oportunidad que concede a la oposición dentro de su estructura. Los sistemas democráticos permiten a la oposición deponer y sustituir a quienes ocupan el gobierno; los autoritarios no permiten su derrota y son esencialmente instrumentos de movilización de las masas y de legitimación de su régimen.

En nuestro país el aspecto electoral ha sido motivo de diversas posturas, la discusión y el consenso entre los partidos está suspendido, de esta situación varios analistas opinan que se debe a los proyectos personales de los dirigentes partidistas que han dejado de lado la solución legislativa acorde a las necesidad de la evolución social.

Las crisis del sistema electoral nacional se deben analizar a la luz de los hechos y sustentarlo en el mundo de las ideas, es decir debemos estar abiertos a las posibilidades teóricas de solución que tenemos al alcance e impulsar la participación a la sociedad a través de las instituciones educativas, organismos especializados, organizaciones de la propia sociedad, etc, para que aporten alternativas que mejoren la condición del sistema imperante. (Continuará…)

Expresidente municipal de Querétaro y exlegislador. @Chucho_RH

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