Mañana tendrá lugar el segundo debate entre los candidatos a la presidencia de EU. Tras el sorprendente resultado del primer encuentro, en el que el retador Mitt Romney opacó al presidente Obama, la dinámica de la contienda ha cambiado significativamente, y quienes auguramos que ese debate no alteraría demasiado las cosas hemos tenido que revalorar nuestro juicio.
Contrariando todas las expectativas, Romney tuvo un desempeño muy superior al esperado, mientras que Obama parecía distraído, desconectado, sin ganas de estar ahí. En esta ocasión bastó con el cansado lenguaje corporal de Obama y un mínimo de fluidez y articulación de Romney para darle una sacudida a las cosas y colocar al retador de lleno en la carrera en plena recta final.
El impacto del debate no sólo se sintió en las encuestas, sino en el ánimo de los partidarios y los equipos de campaña de ambos, así como en los donantes, sin los cuales no hay candidatura viable. Los allegados a Romney, que estaban si no resignados cuando menos escépticos, hoy traen las pilas muy bien puestas y sienten que la Casa Blanca está a su alcance. Por su parte los demócratas, que no daban crédito a lo que veían esa noche, han tenido que encontrar su inyección de entusiasmo en el agresivo y hasta burlón desempeño del vicepresidente Joe Biden en su choque contra Paul Ryan, en el que tal vez no hubo vencedor, pero ambos salieron a darse con todo y Biden jugó a ser el polo opuesto de lo que había sido Obama una semana antes.
Hoy las encuestas muestran un virtual empate en las preferencias electorales, y una disminuida pero aún clara ventaja de Obama. Los estados que realmente están en juego son pocos y pareciera que Romney no ha logrado cerrar la brecha en algunos que son clave para ganar, como Colorado, Florida, Virginia y muy particularmente Ohio, pero tampoco es ya impensable que pudiera llegar a hacerlo, porque las tendencias tienden a apretar los márgenes del presidente.
Más allá de las matemáticas (que aún favorecen a Obama) y del estado de animo de las campañas (en el que Romney va adelante), en este tramo último son varios los factores que pueden resultar determinantes:
1) El dinero. Sin él no hay campaña que aguante. Los donantes de Romney están entusiasmados, los de Obama preocupados.
2) Los dos debates que faltan. Sin descartar la posibilidad, que sería ruinosa para cualquiera de los dos, de un error garrafal, hoy el juego de las expectativas ya es muy diferente. La gente y los medios estarán observando a Obama con lupa. Romney, por su parte, ya no tendrá en su favor las bajas expectativas que tan cómodamente superó en el primer debate, donde todos consideraban amplio favorito a Obama. Ahora el público esperará que se comporte a la altura del presidente, y no habrá mucho margen de error, pues seguramente se topará con un Obama si no combativo cuando menos despierto.
3) La economía. La recuperación ha sido endeble pero persistente, y los indicadores de empleo, crecimiento o confianza del consumidor, por citar sólo tres, pueden dar un salto para bien o para mal, y mover con ello las preferencias. En una elección tan apretada eso puede bastar para inclinar la balanza.
4) Los imponderables. En EU les llaman “sorpresas de octubre” y se refieren a cualquier acontecimiento inesperado o de última hora, desde una crisis internacional o doméstica hasta una revelación acerca de la vida personal o familiar de alguno de los candidatos. Pueden ser demoledoras porque queda muy poco tiempo para reaccionar y revertirlas.
Aunque por poco, Obama sigue teniendo la ventaja, pero ya no el momentum, la inercia. Puede ganar, pero para ello necesita despertar la noche de mañana.
Internacionalista