Si estuviera a la distancia, detrás de la barrera, en la seguridad de la certidumbre y de la confianza, entonces vería marcharse este año cual barco que jamás habrá de retornar a puerto alguno. Lo miraría como se disfruta la puesta del sol y sus últimos colores que visten el paisaje justo cuando se guarda en el horizonte. Trataría de descubrir en el viento los trazos de nube y cielo que me obsequiaran una señal de mayor claridad para el próximo amanecer que pertenecerá a un nuevo año. Seguramente hay logros y avances en la profundidad del océano del tiempo, bajo sus aguas calmadas que permitirían sumergirse para enumerar algunos de ellos. El último destello de luz equivale al brazo levantado que se despide agitándose de un lado hacia otro, para distraer la mirada a los ojos que descubriría irremediablemente la tristeza de quien se marcha para jamás volver y lo intenta disimular en una sonrisa, que poco a poco se desvanece ante nuestros propios ojos.

Pero la realidad es otra, muchos nos despedimos de este año en medio de una tormenta, donde el viento sopla sin dirección alguna y tanto la confianza como la certidumbre están hechas jirones. Apenas nos sostenemos aferrados a la esperanza y a los buenos deseos. Tal vez esos buenos propósitos sirvan de timón y remo para sortear la turbulenta realidad de un tiempo que jamás siquiera imaginamos.

Aún así, prefiero compartir a ustedes la primera imagen para este año que termina. Que la esperanza y los nuevos propósitos de todos, nos sirvan y sean útiles para que logremos navegar de nuevo en la paz y la armonía que todos anhelamos  y manifestamos en las últimas horas de un año que también concluye en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

@GerardoProal

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