Peter Greenaway está listo para filmar su película sobre el ruso Sergei Eisenstein en Guanajuato. El rodaje empezará en noviembre y casi toda la película tendrá locaciones en San Miguel de Allende.
Inicialmente se dijo que Greenaway iba a filmar en Oaxaca y la ciudad de México, pero al parecer el director prefirió rodar toda la película entre Guanajuato y Rusia.
No será una biografía del genio ruso, por tanto, no se ajustará a los hechos históricos. De hecho, el ruso nunca visitó el Bajío.
La película recreará la llegada de Eisenstein a México en 1932, y de cómo se enamoró de esta cultura.
El proyecto nació cuando Greenaway fue el invitado de honor al Festival Internacional de Cine de Guanajuato, en 2009.
Mientras caminaba por las calles de San Miguel de Allende, el director de El Cocinero, el ladrón, su esposa y su amante, pensó: “Seguro que Eisenstein se enamoró de México como yo lo estoy haciendo”, recordó la anfitriona del festival, Sarah Hoch.
Al mismo tiempo, el cineasta galés empezó a garabatear ideas en papel y más tarde eso se convertiría en un guión para una película en México.
El paso de Eisenstein por México fue fugaz, pero histórica. No estuvo en estas tierras por más de dos años, pero logró tener una visión única y particular de la cultura nacional.
Luego de entrar en desavenencias con los bolcheviques, el cineasta de El acorazado Potemkin y su fotógrafo, Eduard Tisse llegan a México procedentes de Estados Unidos donde el ruso, como dicen en el pueblo, “nunca se halló”.
Ya en el país, con el apoyo del escritor estadounidense Upton Sinclair, empezó a filmar la película ¡Que viva México!, la inconclusa obra maestra del genio ruso.
Eisenstein filmó horas y horas de película, pero Sinclair le decomisó el material, por pugnas y deudas.
El productor estadounidense se dio a la tarea de realizar una edición propia, misma que lanzaron con el título de Fantasía mexicana.
Apenas llegó a México, Eisenstein pisó la cárcel, lo sacaron, le pidieron perdón y luego lo trataron como rey. Se codeó tanto con intelectuales como la gente las calles. Fueron famosas sus borracheras con suripantas y chulos y se le vio feliz porque por primera vez podía expresar abiertamente su homosexualidad.
Cuando un temblor hizo cimbrar el estado de Oaxaca, los rusos se montaron en una avioneta e inmediatamente se fueron a filmar.
Eisenstein conoció pobreza y explotación, pero también descubrió la grandeza de la cultura indígena, y parte de eso está en la película que nunca pudo terminar.
A Peter Greenaway la precisión histórica no le interesa, el dato duro es lo de menos, lo más valioso para este cineasta de culto es la alegoría sobre el cine y el arte de un cineasta genio y sin patria, seducido por un país extraño del que se enamoró a primera vista.
Greenaway como Eisenstein son genios y son parias al mismo tiempo. Ambos son admirados, pero incomprendidos. Su pecado fue ir más allá del cine y pagaron el precio. Nadie es profeta en su propia tierra.