Curiosa jornada la que vivimos las y los mexicanos este pasado domingo 6 de junio, por un lado vimos cómo el bastión de la izquierda progresista fue duramente golpeado por la alianza del PRI, PAN y PRD, cuya suma de fuerzas solamente tuvo un éxito medianito en la capital del país. Por otro lado, nos queda claro a propios y extraños que la imagen y trabajo del presidente Andrés Manuel López Obrador sigue pesando en la preferencia electoral de las y los mexicanos, teniendo un resultado más que favorable en una elección intermedia, al grado que uno de los jerarcas de los blanquiazules, Gustavo Madero reconoce como una derrota el ejercicio democrático del fin de semana pasado.

La otra realidad, la nuestra en la entidad es que el Partido Acción Nacional no tuvo competencia alguna en las urnas, no sólo fue una elección con todo a favor del partido en el gobierno estatal, el árbitro siempre tuvo claro que sus lealtades estaban en la Casa de la Corregidora y a la par tuvo una clara complicidad (premeditada o accidental) por parte de un sector de la dirigencia guinda en el estado. Y es que en participaciones pasadas lo mencionaba, la legalidad en Morena y en la izquierda no es suficiente, es la legitimidad la que te permite avanzar no sólo en un proceso electoral, sino en la lucha diaria por dignificar la vida pública de México.

Como dicen, “lo que mal empieza, mal termina”, esa frase puede representar claramente lo sucedido para el partido del Presidente, a nivel local. La candidatura a la gubernatura fue siempre cuestionada por su falta de transparencia, la militancia nos quedamos esperando respuestas que jamás llegaron, la selección de candidatos totalmente ajenos a la filosofía del partido obradorista y una soberbia absurda por parte de quienes sin tener conocimiento ni capacidad estuvieron al frente de las decisiones que terminaron por sepultar cualquier clase de aspiración para mantener o aumentar las representaciones populares de Morena en Querétaro.

Aunque la actual dirigencia ejecutiva busca escudarse en un sin fin de pretextos vacíos, la realidad es que desde un inicio la magistrada pretendió tratar a la militancia como sus subordinados y no como compañeros y compañeras de lucha, al grado que jamás existió un acercamiento formal con el Consejo Estatal que es la máxima autoridad del partido, esto seguido de la integración de un equipo de campaña que parecía extraído de las oficinas del partido cuya sede está frente al monumento a la Revolución y por último la burla que cientos de aspirantes vivieron al ser invitados a participar a un proceso de selección interna que nunca fue claro y mucho menos transparente.

Considero poco ético el querer justificar el desastre, repito, el desastre electoral que vivió Morena a nivel local, con los positivos dividendos a nivel federal, es el colmo de la poca cara ante una entidad que en 2018 había ganado importantes espacios de representación y que ahora por la negligencia y ambición de algunas personas, no tiene nada más que un municipio, Arroyo Seco, cuya mayor virtud desde un punto de vista personal, fue no hacer una campaña acorde a la que llevaba la excandidata al gobierno del estado. Bien por la maestra Ofelia, ella defiende y mantiene la esperanza de la Cuarta Transformación.

Cierro esta participación vaticinando un río revuelto para los siguientes meses, la militancia quiere cuentas y los culpables tarde que temprano tendrán que pagar por haber entregado en bandeja de plata, la  oportunidad de una verdadera alternancia en el poder local.

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