Los tiempos electorales han movido táctica y convenencieramente al oficialismo con relación a la Iglesia católica que valientemente defiende a la sociedad ante errores y atropellos del gobierno lopezobradorista.

Sabedores del peso específico de la Iglesia, parecen flexibilizar su acostumbrado desdén, en un escenario de inseguridad y crimen organizado donde tienen responsabilidades que enfrentar.

Acostumbrado a ejercer su poder de forma caciquil, por lo que exige sometimiento, el Presidente de la República no ha podido con la Iglesia. Muchos obispos han defendido la democracia y denunciado tanto su autoritarismo como el fracaso de “Abrazos, no balazos”, así como la violación de derechos humanos, pasando por la exhibición de mentiras gubernamentales.

Por su parte, López Obrador, quien se define como el pueblo mismo y único representante de los pobres —porque él lo dice—, se ha asumido además como intérprete bíblico y casi representante del Sumo Pontífice en México, según sus intereses y extravíos.

No obstante, ante la proximidad de los comicios y su despedida formal del poder, así como las graves acusaciones sobre su persona y su partido —junto con los inocultables fracasos de su gobierno—, se muestra comprensivo de la intermediación de representantes eclesiásticos con delincuentes.

Estas negociaciones obedecen, sí, al fracaso de las estrategias de seguridad –si es que existen- para aplicar la ley al crimen organizado y pacificar al país, como lo prometió López Obrador, antes de iniciar su penoso camino de acusaciones y pretextos.

La Conferencia del Episcopado Mexicano expresó: “Hacemos un llamado para no desvirtuar la intención de los obispos en su misión de encontrar caminos de paz en zonas de conflicto, como lo vivimos en algunos estados de la República”.

Así, ante la derrota y abandono del gobierno lopezobradorista, la Iglesia intercede por la ciudadanía.

Claudia Sheinbaum ha dicho: “No soy católica, no soy religiosa”. Y, también: “Soy cercana a la comunidad judía porque en casa de mis abuelos celebrábamos todas las fiestas judías”.

Por ello, los cuestionamientos apuntan a un lucro político intencionado para aparentar cercanía con el catolicismo. Se menciona, por ejemplo, su asistencia al Viacrucis en Iztapalapa (2022); el haber usado una falda con la estampa de la Virgen de Guadalupe; su espectacular con la imagen de la catedral de Aguascalientes; y ahora, también, su visita al Papa, a quien le pidió bendijera una rosa para la Virgen de Guadalupe. Menos mal que no le llevó un trenecito maya, como la gobernadora morenista de Quintana Roo; sí, la misma que ha sido acusada por asignación directa de contratos millonarios a Amílcar Olán, amigo cercanísimo de Andrés Manuel López Beltrán, uno de los hijos del Presidente.

Debido a sus pésimos resultados, no cabe duda que necesitan el voto de los católicos; por eso, ahora sí, aparentan cercanía con la Iglesia, a la cual han desestimado y atacado sistemáticamente.

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