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Seguramente has sentido ese nudo en la garganta que te sube desde el estómago y que te impulsa a llorar mientras estás en una junta o en la oficina, cuando te acuerdas de ese problema que estás enfrentando en casa.
El asunto no es menor, porque van varios días ya que traes cargando esa situación que te oprime el pecho y que no te deja ser el mismo colaborador productivo de siempre.
Y es que separar la vida personal y la laboral es difícil. “Los problemas de la casa, en la casa, y los de la oficina, en la oficina” reza un dicho antiguo, pero es casi una utopía.
“Yo soy el mismo personaje en la oficina que al que lo dejó su esposa, no es posible cambiarse el disco duro, así que es mejor que ubiquemos que hay una situación que está afectando a mi vida personal”, explica el sicólogo laboral de la UNAM, Rodrigo Peniche.
Ya sea un divorcio, la muerte de un ser querido, una enfermedad propia o de algún cercano, o problemas económicos. Cualquiera de estas situaciones se presentan y nos vuelven vulnerables ante las circunstancias.
¿Cómo lograr que tu trabajo no salga dañado? Los especialistas coinciden en que es necesario hablarlo, con tu jefe o con tus colaboradores, porque lo primero que tienes que reconocer es que necesitas ayuda.
“Tenemos que ser capaces de reconocer que no somos súper hombres ni súper mujeres y que eventualmente necesitamos reconocer que necesitamos el apoyo de los que nos rodean”, asegura el especialista.
Contar lo que pasó
Ahora bien, llegarás con tu jefe y le explicarás que te estás divorciando, que alguien cercano está enfermo o cualquier crisis personal que te esté afectando. Y es aquí donde lo mejor será tener claro en qué aspectos y de qué manera vas a necesitar este apoyo por parte de tus colaboradores. “Necesito que me apoyes cubriendo esta junta por mí”; “Tendré que salir temprano así que te agradecería mucho si pudieras tomar las llamadas”. Ten claro qué es lo que ellos pueden hacer por ti.
Esta plática tendrá que ser concisa y breve. No necesitas contar detalles de tu situación personal, porque esto puede llegar a incomodar a tu interlocutor o impulsará a que la gente opine sobre tu vida privada, y quizá no es lo que deseas en este momento.
“A la otra persona, la historia a detalle no le importa; le da igual si te divorciaste de tu mujer porque la encontraste con otro o porque se te quemó la sopa. Le interesa cómo ayudarte”, explica Eva Denaday, coach organizacional de Q International. Esos detalles resérvatelos para tu gente cercana, para los amigos y la familia que puedan escucharte. Si tienes algún amigo en el trabajo, siéntete libre de contar pormenores, pero si no, mejor guárdatelos. “Si bien tenemos que ser muy específicos, también necesitamos guardar privacidad”, explica Peniche.
Seguramente en algún momento te darán ganas de llorar, incluso estando en una junta o en tu lugar de trabajo. Lo recomendable es salirse de la oficina y buscar un lugar privado en el que se pueda hacer, y si es con un amigo o algún compañero, mejor, recomienda el sicoanalista Andrés Ize.
“Si el llanto sobreviene en la oficina es porque se trata de algo abrumador. Algo que exige atención inmediata. Más que llanto, es un grito de ayuda”, sostiene el especialista.
Lo que cuesta
En estos momentos difíciles tienes que tomar en cuenta que tu productividad se verá mermada y que resolver el conflicto te va a costar, ya sea dinero, tiempo, energía, o cualquier otro insumo, así que hoy mucho más que nunca tienes que estar consciente de que no puedes prometer cosas que no vas a cumplir.
“Cuando yo prometo algo, hay una expectativa por parte del otro hacia ti. Así que lo mejor es dimensionar el alcance de las promesas porque lo mejor es honrar la palabra”, sostiene la coach. Sí, seguramente será penoso tener que decir que no puedes asistir a esa junta, o que no podrás entregar la presentación extra que ya te habían encargado, pero será mejor que digas que no a tiempo para que se puedan buscar otras alternativas para solucionarlo.