Ante un escenario en el que la laxitud global continúa en aumento, ¿podemos afirmar que las medidas no convencionales sirven para enfrentar una nueva realidad?
Política monetaria hasta ahora. Desde 2008, se han aplicado políticas monetarias agresivas en las principales economías avanzadas. Hasta ahora, las medidas no convencionales aplicadas en Estados Unidos (FED), Japón (BoJ) y Reino Unido (BoE) han inyectado recursos cercanos a los USD$5.5tn, que sumados a los anuncios recientes en Japón (USD$0.7tn) y en la Eurozona (USD$1.3tn) representan cerca del 10% del PIB global.
Lo anterior ha forzado a otros bancos centrales a disminuir sus tasas de referencia no sólo para enfrentar la debilidad económica, sino también para mantener sin cambio su política monetaria relativa.
¿Qué esperar hacia el futuro? Actualmente, la FED se enfrenta con la decisión de cuándo comenzar con el proceso de normalización monetaria (estimado para el 2S15) ante la mejoría reciente del mercado laboral. No obstante, los riesgos globales, la baja inflación, la debilidad en salarios y la fragilidad del gasto privado podrían favorecer no sólo el aplazamiento de su normalización monetaria, sino también un ritmo lento de alza de tasas.
En la Eurozona, los programas de estímulos podrían extenderse más allá del 2016 ante las dificultades que enfrentará el BCE para revertir la deflación sin política fiscal.
Al igual, otras economías tanto desarrolladas como emergentes podrían continuar flexibilizando sus condiciones monetarias, principalmente ante un escenario de guerra de divisas. ¿Aumentar la liquidez es la solución?
La liquidez puede ser innecesaria e insuficiente.
Las medidas monetarias, convencionales y no convencionales, tienen como objetivo apoyar a la recuperación del ciclo económico. Por ejemplo, los programas de compras de bonos como el recientemente anunciado por el BCE tratan de favorecer el crédito mediante la reducción de costos financieros, así como acelerar la circulación del dinero para contribuir a un mayor gasto e inflación a través de inyección de liquidez.
Sin embargo, en la realidad los mecanismos de transmisión de la política monetaria al consumo pueden ser inoperantes ante trampas de liquidez y cambios estructurales. Por ejemplo, en EU la demanda por crédito se ha vuelto poco sensible a la tasa de interés debido a cambios en patrones de consumo y al deterioro sobre las perspectivas futuras, mientras que la oferta de crédito se ha contraído ante las mayores restricciones regulatorias.
En consecuencia, las inyecciones de dinero lejos de favorecer el gasto doméstico, se han dirigido a otras economías, invirtiéndose principalmente en activos financieros de países emergentes.
Si bien la política monetaria, bajo ciertas circunstancias, puede ser necesaria para ayudar al ciclo económico, es insuficiente para enfrentar cambios estructurales.
¿La liquidez es un riesgo ante una nueva realidad?
De igual forma, las economías avanzadas han enfrentado cambios en la pirámide poblacional, tecnología, estructuras de mercado, estructuras de costos, propensión a ahorrar, productividad, entre otros elementos que ponen en riesgo el anclaje de las expectativas de inflación hacia el objetivo de los bancos centrales. Dicha situación ya ha sucedido en Japón y podría repetirse en EUA y la Eurozona, lo que implicaría, todo lo demás constante, menores tasas de inflación objetivo y de tasas de referencia de equilibrio.
El continuar inyectando dinero para alcanzar rendimientos que ya no concuerdan con la nueva realidad no sólo es ineficiente, sino que podría generar distorsiones en los mercados y en precios de activos (ejemplo burbujas).
¿Qué sigue? La política monetaria ha tenido como objetivo alcanzar los niveles previos a la crisis, asumiendo como cíclicos problemas estructurales. El no aceptar los nuevos equilibrios puede favorecer un ritmo acelerado de alza de tasas que ponga en riesgo el crecimiento, o bien que se sobrecaliente la economía mediante una laxitud exagerada e ineficiente.
Analista de economía del Grupo Financiero Monex