Por José Luis de la Cruz Gallegos
La deuda pública sigue aumentando, la inversión se contrae en tanto que el tan anunciado ajuste presupuestal no termina por llegar al gasto corriente. Las cifras de finanzas públicas son contundentes, hasta el mes de agosto el balance público acumuló un desequilibrio superior a los 407 mil millones de pesos, casi 67 mil millones adicionales a lo observado durante el mismo periodo de 2014.
El problema es que dicho déficit no se destinó a partidas estratégicas para el crecimiento económico de México, por el contrario, se sigue observando la tendencia a dirigirlo a la parte más improductiva, al gasto corriente.
El mes de agosto presenta el ejemplo más reciente de las dificultades que enfrenta el sector público federal para evitar lo que sucedió durante últimas tres décadas pasadas, sacrificar la inversión y aumentar las erogaciones improductivas.
Durante el mes referido el gasto en capital disminuyó (-) 14.3%, en tanto que el corriente se incrementó 6.5%, siendo los servicios personales uno de los rubros que más se elevó, 26.3%. Hasta el octavo mes del año sigue ausente el ejercicio de racionalización del gasto público, se sacrifica el motor público de crecimiento económico y se fomenta la inercia de gasto en servicios personales. Además todo ello no cambiará con el presupuesto para 2016, se propuso un incremento en servicios personales de casi 13 mil millones.
Ello sin impulsar al motor de inversión privada nacional. ¿Qué podemos esperar como resultado, particularmente cuando el entorno internacional se sigue enrareciendo?
La coyuntura internacional no es favorable, la manufactura de Estados Unidos sigue perdiendo vigor, su ciclo económico así lo muestra. Ello ya ha llegado a las exportaciones mexicanas, lo cual ha provocado un incremento en el déficit comercial. El desequilibrio le cuesta al país más de 90 mil millones de pesos adicionales a lo que tuvo que pagar en los primeros ocho meses del año pasado, el efecto de la depreciación y el deterioro del comercio exterior.
La austeridad en inversión pública frenará más a la economía, pasando una factura al crecimiento económico futuro. El problema vendrá cuando se deba emitir más deuda pública para pagar la que actualmente se ha contraído, el nuevo débito pagará un mayor interés, y sin crecimiento económico será problemático enfrentarlo.
Además, se sigue disponiendo de las reservas financieras disponibles, el Fondo Mexicano de Petróleo ha canalizado más de 287 mil millones de pesos, con ello se ha evitado que el colapso de los precios del petróleo haya vulnerado en mayor medida a las ya de por sí vapuleadas finanzas públicas del país. Pero esto es temporal, el fondo tiene un límite de recursos. En unas semanas llegaran los recursos de las coberturas petroleras, una nueva bocanada de aire, pero que también se diluirá a lo largo de 2016.
La única solución es mayor crecimiento económico y una reconstrucción de la hacienda pública federal. Su problema no es la falta de recursos, es la inadecuada utilización de los mismos. Si ello no ocurre habrá afectaciones en la economía.
Hasta agosto el sector público ha recibido 400 mil millones adicionales de ingresos tributarios, los cuales han salido de un sector privado que enfrenta problemas muy serios para mantenerse operando, particularmente los micronegocios y las pequeñas empresas.
Además la deuda del sector público se ha incrementado en 810 mil millones de pesos, casi 4 puntos porcentuales más del PIB en sólo 8 meses. Con ello su deuda total supera los 7.7 billones de pesos.
El problema se valora mejor cuando se toma en consideración que el Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público ha llegado a los 8.2 billones de pesos, ¿De dónde saldrán los recursos para hacer frente a tal compromiso?
Solo el crecimiento puede ayudar a esto, y ese es el gran desafío en un momento de austeridad y volatilidad financiera internacional.
Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico