México es un país de profundos contrastes e inequidad, y el caso del acceso a oportunidades no es la excepción. Una persona que crece en una familia de clase alta tiene altas probabilidades de acceder a una amplia gama de oportunidades educativas y laborales. En contraste, a una persona que nace en un hogar de clase media o de bajos recursos, le costará trabajo moverse dentro de la estructura socioeconómica. Esta tendencia es especialmente aguda en los estratos más altos y más bajos de la distribución de ingresos.

De acuerdo con el Informe de Movilidad Social en México 2013 del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, el 48% de los mexicanos que provienen de hogares del quintil más bajo de la distribución, se mantiene ahí. La movilidad social refleja la igualdad —o “desigualdad”— de oportunidades de una sociedad, y puede analizarse desde diferentes dimensiones, como la movilidad educativa y ocupacional.

Si nos enfocamos en la educación, uno de los principales determinantes de la movilidad social, encontramos que las oportunidades de los mexicanos de acceder a una educación superior han aumentado en 11 puntos porcentuales desde el 2000; sin embargo, aunque la cobertura educativa entre la población de 5 a 14 años es universal, como casi en todos los países de la OCDE, México sigue teniendo una de las menores proporciones de jóvenes de 15 a 19 años matriculados en educación (53%) en comparación con el promedio de la OCDE (84%) y que la proporción observada en otros países de América Latina, como Argentina (73%), Brasil (78%) y Chile (76%).

Aumentar la cobertura de educación superior es muy importante porque, de acuerdo con el Banco Mundial, mayores niveles de educación tiene una influencia directa en el ingreso que una persona llega a obtener a lo largo de su vida y a su vez una sociedad mejor formada potencia la capacidad innovadora de una economía, acelera el avance de nuevas tecnologías y productos y facilita la divulgación de conocimientos y adopción de nuevas tecnologías desarrolladas por terceros. A través de estos diferentes canales, mayores niveles individuales de capital humano tendrán como resultado niveles superiores de crecimiento económico y desarrollo para el país.

Aunque ampliar la cobertura de educación es fundamental, este esfuerzo debe ir acompañado de planes de estudio y sistemas de educación y capacitación que sean equitativos y de buena calidad. La tasa de desempleo en México es de aproximadamente el 5.2%, según datos de la OCDE y es baja en comparación con otros países como España con aproximadamente el 20% e Irlanda con el 15%, sin embargo, la dificultad de contratación es la novena más alta de los 28 países evaluados con aproximadamente el 45%, mientras España está en un 12% e Irlanda en un 5%. Esto es un indicador de que incluso la educación que actualmente se está proporcionando en el país no cumple con las expectativas o requerimientos de los empleadores.

Por tal motivo es que el desarrollo de competencias mediante la educación debe basarse en las necesidades del mercado de trabajo, este sector es el que hace uso de las habilidades y conocimientos que la educación proporciona a los jóvenes y, por lo tanto, es importante que su injerencia en el sistema educativo se diera desde el momento que se diseñan los planes de estudio.

A pesar de los esfuerzos realizados, la cobertura a nivel superior sigue siendo más baja en México que en la mayoría de los países de la OCDE, por tal razón es importante que el gobierno, el mercado laboral y el sector privado trabajen en conjunto para generar nuevos modelos de educación. Aunado a esto, el sistema de educación existente debe ser orientado a generar competencias, lo cual tendrá como resultado la generación de jóvenes más productivos para el país; que al final se traduciría en movilidad social individual con impacto directo en la productividad en el país.

*Coordinadora del Centro de Opinión Pública de la Universidad del Valle de México

Google News

TEMAS RELACIONADOS