El primer ajuste al presupuesto del 2016 fue anunciado, 135 mil millones de pesos. Al considerar la disminución de 124 mil millones aplicada al inicio del 2015, y comparado con lo inicialmente aprobado, se puede estimar que el sector público mexicano no contará con casi 260 mil millones de pesos en su presupuesto del 2016, casi 1.5% del PIB menos.

Si se considera que el gobierno mexicano se encuentra bajo el diseño de un “presupuesto base cero”, es altamente probable que esta historia aún no termina, porque ello implicaría que se ha concluido la revisión de todos los programas del gobierno, algo que no ha ocurrido. Por tanto, seguramente se verán nuevas modificaciones, una vez que el proceso termine. Salvo que el diagnóstico oficial sea que la operación de los programas es altamente eficaz, que no existe duplicidad y que el tamaño de la burocracia es adecuado.

Además, falta por considerar el ajuste que provocará un potencial, y altamente probable, escenario de menor crecimiento económico. La prospectiva entregada a la Cámara de Diputados por parte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público en los llamados Pre-Criterios de Política Económica para el 2016 mantiene una proyección macroeconómica optimista, un crecimiento de entre 3.2% y 4.2% para el 2015 y de entre 3.3 y 4.3% para el 2016.

Sin duda que sí la economía mexicana crece más 4% en cada año el ingreso tributario podría subsanar la caída en el precio del petróleo, el problema es que es poco probable que ello ocurra. Existen varias razones para tener dicha reserva.

En primera instancia hay el ajuste a la baja en el gasto del gobierno. Si bien en términos generales el gasto corriente es poco productivo, la cuestión es que también se recortó una parte sustancial a la inversión de Pemex, la CFE y Comunicaciones y Transportes, es decir a la construcción de infraestructura energética y de comunicaciones. Adicionalmente se tiene que el gasto corriente no genera valor agregado, pero ello no implica que su disminución no afecte el consumo del país. Su caída si implica una contracción del PIB.

En segundo término se tiene a la prospectiva del PIB en Estados Unidos. La estimación oficial es de un aumento de 3.1% para este año y de 2.9% para el siguiente. Nuevamente se tiene una proyección optimista, en los últimos meses el sector de la construcción y el consumo a menudeo han comenzado a dar muestras de que Estados Unidos no tiene la fortaleza como para crecer 3.1% este año. Parte de esto es provocado por el mercado laboral estadounidense, la generación de empleo no tiene la misma fortaleza, el resultado de marzo fue el menor en un año y los salarios y prestaciones también son inferiores.

El tercer elemento a considerar es una consecuencia del anterior, las exportaciones y el ciclo económico del país muestran que la actividad productiva será débil, al menos durante el primer semestre. Ello es muestra del efecto de la desaceleración industrial en manufacturas que se vive tanto en Estados Unidos como en México. El sector se mantiene en una fase de crecimiento, pero cada vez más modesto.

En poco ayuda el tipo de cambio, el cuarto factor a tomar en consideración. La prospectiva es que la cotización en 2015 y 2016 será de 14.5 pesos por dólar, inferior a la actual. Parece que se piensa en que los efectos de la volatilidad e incertidumbre cambiaria han terminado, pero eso depende de la decisión de la Reserva Federal sobre si incrementará o no sus tasas de interés.

Sin lugar a dudas México deberá hacer frente a un proceso de ajuste al gasto público que no se ha terminado de cuantificar. Algo similar ocurre con los efectos que ello tendrá en la economía.

La salida a esta encrucijada requiere de una nueva estrategia de política económica, la construcción de una alianza entre la inversión productiva privada y la pública.

Director General del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico

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