El año está en su segundo mes así que es un excelente momento para preguntarte, ¿Qué tal van esos propósitos que te planteaste en año nuevo? En el panorama más deseable, ya echaste manos a la obra y al menos diste el banderazo de arranque, ya sea que te hayas propuesto ponerte a dieta, entrar al gimnasio, cambiar de trabajo o juntar logros tangibles para buscar un aumento de sueldo.
Si todavía no inicias y estás pensando en que el siguiente lunes empiezas la dieta o te pones las pilas en la búsqueda de empleo, hay que preguntarse, ¿Por qué lo estás posponiendo?
A este acto se le ha llamado procrastinar, es decir, que estás postergando la realización de una tarea hasta que llega el último momento. El problema aquí es que, al no haber nada que te obligue a cumplirlos (porque tú mismo te los has impuesto), no hay una fecha de entrega o represalias que sufrir. Lo que llegará es un año más en el que te sentirás otra vez frustrado porque no lo volviste a lograr.
“Al postergar se crea una especie de fantasma. ‘Ahora sí voy a bajar de peso’, ‘ahora sí busco otro trabajo’, y te va persiguiendo esta idea en forma de fantasma, te sigue todo el tiempo porque no has logrado iniciar este propósito. Genera a la larga mucha ansiedad y frustración y en determinados casos también puede existir una depresión de fondo. La persona se siente perseguida y con baja autoestima”, explica Adriana Ortiz, sicoanalista de la Fundación APTA.
Pero, ¿qué sucede? ¿Por qué sigues retrasándolo todo si al final son cosas que quieres lograr y que tú mismo te has propuesto? “Lo que sucede muchas veces es que los propósitos parece que se programan para no llevarse a cabo”, explica la especialista.
Aunado a esta posibilidad, está desde mala organización, malos hábitos, hasta cuestiones emocionales y sicológicas que se interponen en el cumplimiento de las metas.
Si te está pasando o te ha pasado alguna vez, no eres el único, de hecho, es algo bastante común. Joseph Ferrari, un profesor de Psicología de la DePaul University en Chicago, se ha dedicado durante varios años a estudiar este fenómeno, y de acuerdo con sus números, 80% retrasa ya sea una tarea que no desea realizar, algo que le costará mucho trabajo o algo con lo que no se siente cómodo.
No quiere decir que ellos sean procrastinadores crónicos pues hay otras tareas de su vida que no postergan. Sin embargo, 20% de las personas son procrastinadores crónicos, es decir, que han adoptado el postergar como un estilo de vida en todas las áreas, ya sea escuela, trabajo o relaciones personales. Una de las frases preferidas de Ferrari es “Todo el mundo procrastina, pero no todos son un procrastinador”. Todos postergamos tareas, pero no todos lo hacemos de forma crónica.
Si estás pensando que apenas es febrero, que tienes todo el año para hacerlo, o que trabajas mejor bajo presión y que pretenderás alcanzar tu meta en los últimos meses del año, es necesario decirte que estás equivocado.
Varios estudios —incluidos los realizados por Ferrari—, han demostrado que esto de que el tiempo es un detonante para que las cosas se hagan no es más que ansiedad. Y no, no lo haces mejor. “Hay una noción de que yo trabajo mejor bajo presión. Pero hemos encontrado no sólo un vínculo con la impulsividad sino también encontramos, en varios estudios experimentales, que ellos lo hacen peor bajo presión. Ellos piensan que lo hacen mejor, pero sólo es su propia noción”, explica el especialista en una entrevista que le hacen al respecto.
Si no has empezado, necesitas repasar tus propósitos de año nuevo, analizar cómo te sientes respecto a ellos y encontrar el por qué no lo has hecho. La respuesta puede estar en muchas razones y una de ellas es el tipo de tarea.
“Los procrastinadores crónicos tienen problemas de forma perpetua para terminar tareas, mientras que los situacionales sólo retrasan con base en la tarea”, explica un documento de la Association for Psychological Science. Es hora de analizar qué es lo que produce este retraso. Puede ser desde una incapacidad de manejar el tiempo o las mismas emociones que te producen o incluso la manera en la que te propusiste las metas.
Una forma de no cumplirlas
Por ejemplo, si te planteaste ir al gimnasio los siete días de la semana, o te propusiste dedicarle de manera inflexible a la búsqueda de empleo dos horas de forma diaria, es necesario decir que te planteaste algo prácticamente imposible.
El establecer metas que demandan excesivo esfuerzo es casi una fórmula para no cumplirlas. “Decir ‘me voy a hacer millonario en este año’, A menos que no estés en ese camino, ése sería un propósito que no es realista y que vas a ir postergando”, asegura la sicoanalista.
Si éste es el caso, es momento de replantear la meta de una manera en la que sí puedas cumplirla y que no te produzca sentimientos negativos por no hacerlo.
Otro aspecto que puede tener que ver con este punto es el afán de perfección. Si el objetivo está planteado de una manera en la que no te permita ni un error y que exija que sucedan muchas cosas antes para cumplirá, es casi seguro que no vas a alcanzarla. “Si todo tiene que estar perfecto para poder iniciar, eso no va a pasar. La perfección no existe”, asegura la psicoanalista.
Ahora bien, ¿estás seguro de que quieres cambiarte de trabajo o de que quieres ponerte a dieta? La pregunta viene a cuento porque muchas veces a la hora de plantear los propósitos futuros se cuela la opinión de alguien más y de pronto la meta parece haber sido planteada por nosotros mismos pero no lo fue. Ésta puede ser una razón por la que nos angustia pensar en ello y postergamos las acciones para empezar a llevarla a la práctica.
El establecer propósitos que realmente no deseas y que seguramente no vas a empezar ni a trabajar por cumplirlos puede también ser una forma de manifestar descontento contra algo o contra alguien, así que conviene que analices este propósito y definas si realmente forma parte de lo que tú quieres lograr, ya sea profesional o personalmente.
Tú puedes ser el peor obstáculo
Conscientemente tú puedes querer algo, pero hay otros aspectos que pueden influir para que en realidad lo realices. Hay aspectos emocionales que pueden influir en que alcancemos o no nuestras metas. Entre éstos, está el miedo al éxito y la procrastinación puede ser una respuesta a este miedo.
“Hay muchas maneras de evitar el éxito en la vida, pero la más segura es la procrastinación. Los procrastinadores se sabotean a sí mismos y se ponen obstáculos en su propio camino o escogen caminos que lastiman su desempeño”, explica Hara Estroff Marano, una editora de la revista Psychology Today en un texto llamado “Procrastinación: Diez cosas qué saber”.
No necesitas ser un procrastinador crónico para retrasar ciertas tareas, y más si éstas entran en conflicto con alguna circunstancia emocional no resuelta. Un ejemplo: Quizá si alcanzas tus objetivos vas a superar lo que hizo tu padre y eso te genera conflicto a nivel emocional. “Son cosas muy profundas pero a nivel emocional suceden”, explica la especialista de APTA.
Ya que conoces cómo funciona la procrastinación y las razones por las que solemos postergar las cosas, es necesario que si no has empezado a trabajar en tus propósitos o metas busques replantearlas de tal manera que sí las puedas cumplir. Haz que sean metas realistas y divídelas a corto, mediano y largo plazo y establece los tiempos para cada uno de los propósitos y ahora sí, lógralos este año que inicia.