Luego de 5 años de negociaciones, el 3 de febrero pasado se llevó a cabo en Nueva Zelanda la firma del Acuerdo Transpacífico (TPP), por los ministros de los 12 países que integran el mismo. Por el potencial de demanda y capacidad productiva de las naciones firmantes, el TPP representa hoy en día la mayor zona de libre comercio del mundo, toda vez que concentra el 11% de la población mundial, 36% del Producto Interno Bruto y 27% del comercio internacional; razones suficientes para que los países signatarios decidieran no quedarse al margen de este tratado.

La firma es un paso importante, pero para que el Acuerdo entre en vigor, aún falta que se ratifique en los Congresos de los 12 países, o que las naciones que representan 85% del PIB del TPP lo hagan. Esta cláusula necesariamente implica la ratificación de Estados Unidos y Japón. Para la administración del Presidente Obama, el TPP es un componente prioritario en su programa de posicionamiento dentro de Asia y pivote necesario para mantener su liderazgo en la zona. Para Estados Unidos, ratificar el TPP representa ganar posiciones a China, como parte de la guerra fría financiera.

En nuestro país, la ratificación pasa a manos del Senado, que a partir ahora tendrá la tarea de llevar a cabo un análisis profundo del documento y decidir si el Acuerdo es benéfico para la sociedad mexicana en su conjunto. Incluso, sería necesario y muy prudente que el Senado mexicano no lo apruebe hasta después que el Senado de EU lo haya hecho.

Pero, ¿cuáles son las implicaciones para México de firmar el TPP? Si bien éste representa el acceso a seis nuevos mercados (Australia, Brunéi, Malasia, Nueva Zelanda, Singapur y Vietnam) y la liberación de aranceles en diversos bienes y servicios, ello no implica que de la noche a la mañana se vaya a duplicar nuestra producción y exportaciones o a ampliar el flujo de inversiones. De hecho, si no nos volvemos más competitivos y cuidamos a nuestros sectores productivos, el TPP podría comernos.

México tiene que mejorar muchos aspectos competitivos si quiere sacarle jugo al TPP. Con respecto a los 12 países que integran el Acuerdo, el nuestro ocupa una posición inferior a la media en varios aspectos que determinan en conjunto la competitividad. Por ejemplo, ocupa el sexto lugar en gasto público en educación como porcentaje del PIB, el séptimo en gasto en salud como % del PIB y el octavo en investigación y desarrollo como % del PIB, en el índice de factibilidad para hacer negocios y en profundidad crediticia. Además, de acuerdo con el World Economic Forum, México ocupa el sitio 65 entre 144 países respecto a la competitividad de su infraestructura.

Asimismo, un gran tema pendiente que urge resolver es lograr el aumento del contenido nacional de nuestra producción y una mayor articulación de cadenas productivas, principalmente en los sectores que estarán más expuestos al libre intercambio, como el caso de las manufacturas y el sector agropecuario. Si no logramos reducir las brechas de capacidades productivas, incluir a un mayor número de Pymes mexicanas como proveedores de primer y segundo nivel de empresas tractoras, y mejorar la productividad y competitividad a través de estímulos a la innovación y tecnificación, el TPP podría confinarnos como país maquilador y llevar a la destrucción de muchas industrias. Una de las lecciones que nos dejó el TLCAN es que abrirse al exterior sin fortalecer previamente a los sectores productivos, ni cuidarlos para que la apertura sea gradual, conlleva a la desindustrialización de la planta productiva, pérdida de empleos y disminución de salarios. Por ello, conviene que el Senado y representantes industriales sostengan un diálogo profundo y bien sustentado, con base en estudios de impacto económico, que demuestren los beneficios, o probables perjuicios del TPP, en el mediano y largo plazo.

La ratificación por parte del Senado mexicano es prácticamente un hecho que tendrá que darse durante el transcurso de 2016 o principios del siguiente, pero antes de echar campanas al vuelo, deberán escucharse todas las voces y a todos los sectores involucrados. Esto implica que, tanto el gobierno como líderes industriales y representantes de la sociedad, tendrán que sentarse cuanto antes en la misma mesa para ponerse a trabajar en todos los aspectos que impliquen una debilidad competitiva para México, con respecto a nuestros nuevos socios comerciales. Dos años podrían pasar como un suspiro, y si no actuamos a tiempo, el TPP lejos de ser un puente podría representar un precipicio.

Presidente de Consultores Internacionales S.C.

Google News

TEMAS RELACIONADOS