Al hablar del dinero en nuestros bolsillos, este año está lleno de incertidumbre pero hay una certeza: Que nos va a alcanzar para menos. El año inició con una serie de aumentos a la gasolina, luz y gas que han pegado de por sí al bajo poder adquisitivo, y que ha hecho que la cuesta de enero sea mucho más pronunciada de lo que suele ser cada año que inicia. A todo esto, se le ha sumado la fuerte depreciación del peso frente al dólar que desde hace varios meses ha vivido la moneda mexicana y que se ha agravado fuertemente con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.
Es necesario hablar de dinero a todos los niveles. Los de mayores recursos quizá sólo sientan que van a comprar menos, pero a los más pobres, además de que les va a alcanzar para menos, sus condiciones de precariedad aumentarán cada vez más. Los que ganan el salario mínimo seguirán sufriendo la imposibilidad de cubrir necesidades básicas de alimentación. La UNAM ha calificado al salario mínimo como “un crimen contra el pueblo mexicano”, porque éste no alcanza a quien lo gana ni para comer, es decir, es anticonstitucional.
El artículo 123 señala que los salarios mínimos deben ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, pero hoy, esto no sólo no se cumple sino que está muy lejos de hacerlo. De 2006 a 2016, la diferencia entre el salario mínimo y el precio de la canasta alimenticia recomendable se ha ido pronunciando más y más. Hoy se necesita ganar tres veces más del salario mínimo para comprar la canasta básica, sin considerar que faltan cubrir las demás necesidades.
“Este año vamos a sentir que no tenemos y que vamos a tener que pagar más, unos lo van a sentir más, otros menos. Es común no saber manejar la frustración de no poder comprar y gastar como antes, de no tener un aumento de sueldo este año, de no ganar lo que tú esperas o de ver disminuido su poder adquisitivo”, asegura Eugenia Vega, sicoanalista de la Fundación APTA. Sólo en lo que va del actual sexenio, se ha perdido 11.11% del poder adquisitivo.
Todo esto para decir que si se buscara un común denominador entre los más de 120 millones de mexicanos que somos, es que a todos nos va a alcanzar para menos. En los estratos más altos, les va a alcanzar para menos. Para los que menos tienen, esta pérdida será muy probablemente la diferencia entre comer o no.
Así, la situación económica actual puede desembocar, en mayor o menor medida, en frustración, enojo y desesperación.
“Con todo lo que se está viniendo, muy probablemente las personas no van a poder gastar como gastaban o habrá mucho miedo y paranoia colectiva de qué vamos a hacer”, asegura la especialista.
¿Cómo enfrentar estos sentimientos?
En este sentido, es imposible dar recomendaciones para aquellos que no tienen ni siquiera sus necesidades básicas cubiertas. Sin embargo, para los que sí, hay algunos aspectos a tomar en cuenta para administrar de la manera más inteligente el dinero y para tolerar la frustración de no gastar como se tenía planeado.
Lo primero es valorar qué es lo que se tiene, y no sólo a nivel económico, sino emocional, físico y familiar. Puede sonar a cliché, pero esto a nivel emocional retribuye y nos hace sentir menos desafortunados.
“Es importante valorar lo material y lo que no se compra con dinero, y lo dejamos de ver porque estamos persiguiendo la zanahoria. Ésta es el pensamiento de ‘quiero ser más rico’, ‘quiero ganar más’ ‘quiero comprarme este coche’”, explica la sicoanalista. Los bienes dan mucha seguridad económica y ayudan a prevenir males, pero no puede ser lo que nos complete como seres humanos, dice la especialista.
Es, por supuesto, el momento perfecto para que si no estás acostumbrado a planear mes con mes lo que gastas a través de un presupuesto, empieces a hacerlo. De forma muy básica: Identifica tus ingresos, tus gastos fijos (luz, agua, gas, y todos esos gastos que sí o sí tienes que pagar), haz la resta, y dedica al menos 10% del total de lo que ganas para ahorrarlo. Lo que te queda después de eso será aquello que puedes gastar, pero antes de hacerlo, usa lo que ya tienes.
“Empieza a buscar en la alacena y haz tantos platillos como puedas con lo que tienes disponible. Busca en tu clóset la ropa que tienes y utilízala. Tienes toneladas de valor en tu casa. Utilízalo antes de abrir tu cartera”, recomienda el sitio The Simple Dollar en un texto sobre cómo enfrentar el estrés de una crisis económica.
Haz un plan y ten claro qué es lo que estás haciendo para enfrentar este momento difícil. Esto te dará cierta tranquilidad de que estás en el camino correcto, aunque las cosas no pinten fáciles por ahora. Pensar en lo que sí estamos haciendo ayuda mucho a tranquilizarse y a sentirse caminando en la ruta correcta, a pesar de las dificultades.
El objetivo aquí es, además de tener paciencia, no dejar de moverse. Si perdiste el trabajo, date un momento para sufrir el duelo pero busca volver al ruedo para emprender la búsqueda de nuevo. Es necesario moverse y dejar de rumiar sobre épocas pasadas. Por supuesto, nadie está diciendo que será sencillo. Estos momentos suelen servir para salir de la zona de confort en la que se está y moverse hacia otros lugares. “Esto no es eterno, así como lo bueno no dura siempre, lo malo tampoco. No siempre vas a estar en el mismo lugar”, asegura Eugenia.
Cambiar la mentalidad
Hay que hacerse a la idea de varias cosas. Primero, que debemos renunciar a la inmediatez, a ese deseo de si tengo ganas, me lo compro, y si no tengo esta quincena, utilizo la tarjeta de crédito, sobre todo en gastos de última hora o que no son en realidad necesarios y se hacen más por impulso.
“Ya no hay capacidad de demora ni de ahorrar para comprar algo, estamos acostumbrados a la inmediatez. Todo tiene que ser exprés”, explica la especialista. Hoy es momento de pensar en la necesidad de planear cada compra y de hacer una diferencia entre qué es lo que se necesita y lo que se quiere. Y entre ambos existe un abismo muy grande.
“Actualmente muchas veces vemos como necesidad básica comprarse zapatos cada mes, y no, no lo es, no es una necesidad básica”, asegura la sicoanalista.
En este año es necesario hacer una pausa (sobre todo si el bolsillo lo demanda), pensar en que provisionalmente las metas económicas que nos habíamos planteado tendrán que esperar y en bajar las expectativas financieras, porque no hacerlo es abrirle la puerta de manera casi segura a la frustración. Quizá si entre los planes estaba comprar una casa el siguiente año, esto tendrá que esperar. Si la idea era meter a los niños en escuela particular, probablemente esto no será posible.
No se trata de sentarse y cruzarse de brazos, sino de valorar las formas en las que sí nos podemos encaminar hacia nuestras metas financieras y tener muy claras en las que no.
Es importante pensar qué es lo que en realidad te frustra. Quizá descubrirás que simplemente es el no realizar un viaje o el no salir cada fin de semana, y que las cosas no serán tan graves. Quizá sea algún otro aspecto más importante, pero por desgracia, no hay otra que mirar el lado bueno a la crisis.
“Quizá no le puedo dar a mis hijos todo lo que quisiera. Pues crecer en escasez también ayuda mucho y nada más será por un tiempo. En estas situaciones pueden aflorar muchas cosas buenas, la cultura del ahorro, la tolerancia a la frustración o la valoración de lo que no se compra”, asegura la especialista.