La austeridad es una enfermedad silenciosa, especialmente cuando es prolongada y va acompañada de ineficacia. La restricción merma la posibilidad de crecer y desarrollarse. En ningún momento de la historia una nación ha alcanzado niveles superiores de crecimiento económico y social aplicando una política económica que tenga como eje a la austeridad.

Las restricciones son el resultado de una situación crítica, de un entorno económico y financiero distinto a lo originalmente planeado. La divergencia entre la realidad y lo planificado es de tal magnitud que obliga a realizar ajustes restrictivos.

El problema que enfrenta México es el de una austeridad sistémica y selectiva, es producto de las fallas en su modelo económico, sin importar si es el de un Estado intervencionista o el de uno abierto al comercio exterior.

Desde la década de los años 80 el país ha aplicado políticas de austeridad para estabilizar su economía, el resultado final es un crecimiento de solo 2.5% en promedio anual durante los últimos 35 años.

Durante la llamada “década pérdida” México aplicó las recomendaciones que le hicieron los organismos internacionales para estabilizar su sistema económico y financiero. En principio la austeridad era la columna vertebral de la estrategia: reducir el gasto de gobierno. Las sugerencias se siguieron al pie de la letra, pero solamente en lo referente al gasto en inversión pública y en la contracción de la participación del Estado en actividades productivas.

Tres décadas después el país vive inmerso en un crecimiento insuficiente, medidas para estabilizar la economía y nuevos ajustes al gasto público. En el medio se tiene a estrategias similares aplicadas durante las crisis de los años 90 y el nuevo milenio. En los últimos 7 sexenios todos los gobiernos han debido realizar cambios a su estrategia inicial. Sin embargo los ajustes no ha dado resultado, o han conducido a crisis o han debido intentar corregir los errores del pasado, el problema es que siempre se han enfocado a limitar la inversión productiva y el desarrollo humano. Las relaciones corporativistas del Estado no se han visto afectadas.

La austeridad en México ha sido selectiva, no ha tocado al gasto y estructura pública improductiva. Lo que si se ha limitado es el desarrollo económico y social de México. Su yerro se puede observar su en forma de mayor pobreza y reducida productividad.

Ante el anuncio anticipado de un nuevo ajuste al gasto de gobierno se debe tener en consideración que no hay margen para incurrir en los mismos errores que en el pasado. La elaboración de un presupuesto base cero no debe sacrificar a la inversión, ni pública ni privada.

La nueva hacienda pública debe ser acompañada por la reconfiguración de la gestión administrativa. Elevar la eficacia y lograr mejores resultados son dos de los principales desafíos. Para ello se requiere de transparencia y eliminar la corrupción.

En esta ocasión el ajuste al gasto no debe sacrificar al fomento económico, la banca de desarrollo deberá ser un mecanismo ampliamente utilizado para impulsar proyectos productivos público-privados. La alianza por construir es con la inversión privada productiva, la que esta en capacidad de fortalecer los encadenamientos productivos que son la clave para elevar la generación de empleo formal e impulsar el desarrollo regional y sectorial.

En los últimos 35 años México perdió el liderazgo frente al compromiso de convertirse en una economía desarrollada y una sociedad de bienestar social. La austeridad sistémica y selectiva fue una estrategia errónea porque frenó el crecimiento productivo interno. Hoy, ante el ajuste por realizar, se debe evitar que la deuda social y económica siga elevándose ya no hay margen para un nuevo yerro.

Director General del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico

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