El presidente Peña Nieto, sacando provecho del capital político que acumuló con el proceso de las reformas estructurales, ha anunciado la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAICM), obra importantísima no sólo para la región centro, sino para todo el país.

Diversos estudios han valorizado el impacto económico, social, político y la necesidad que representa modernizar todo el sistema aeroportuario nacional, con base en una red estructurada en donde una pieza fundamental es la zona metropolitana de la Ciudad de México. Lo anterior no sólo en términos de movilización de pasajeros, sino también de carga aérea, actividad que tiene mucho potencial por delante.

Varios temas son relevantes alrededor de la construcción del nuevo aeropuerto, ente los que se encuentran: su interrelación con el entorno urbano de la Zona Metropolitana, su papel como motor de la actividad económica a través de la conectividad y la logística, el impacto en términos del impulso de las cadenas de proveeduría para la infraestructura y, por supuesto, el impacto presupuestal de su financiamiento.

Es claro que el nuevo aeropuerto tiene que estar interrelacionado con el factor urbano y sustentable y debe enmarcarse dentro de la planeación de la ciudad y el país; hacerlo como un proyecto aislado sólo lo haría un “elefante blanco”. También se debe considerar la expansión de las actividades alrededor de la zona de influencia, como lo son los desarrollos habitacionales que podrían materialmente “comerse” al nuevo aeropuerto en pocos años.

Los aeropuertos modernos son clústeres logísticos, ofrecen multiservicios y se convierten en verdaderos centros de desarrollo económico. Por ejemplo, el aeropuerto de Fráncfort, que es el número uno en carga en Europa y es operado por Fraport, es uno de los más dinámicos del mundo manejando pasajeros, equipajes, carga y conexiones logísticas, colocándolo como líder en operaciones aeroportuarias, manejo de carga y en la prestación de servicios de consultoría aeroportuaria especializada. El NAICM está planeado para tener la capacidad de expansión suficiente no solo en operaciones de movimiento de pasajeros, sino también de carga. Sin embargo, es necesario que se convierta, junto con los de Monterrey, Guadalajara y Cancún, en una plataforma de salida de mercancías mexicanas hacia el exterior y una puerta de entrada de turistas extranjeros, por lo que la estrategia es integral, y se debe seguir incentivando la industria nacional y la competitividad turística.

Construir el nuevo aeropuerto no sólo implica recursos económicos, sino también humanos y materiales. En este último aspecto, es importante considerar que la construcción y las obras de infraestructura relacionadas tienen efectos multiplicadores en múltiples ramas económicas. Es importante y una gran oportunidad lograr que en las licitaciones que se realicen se incentive y promueva la integración nacional de las cadenas de proveeduría de la infraestructura. No sólo las grandes empresas nacionales constructoras y proveedoras de insumos como lo son el acero, el cemento, el plástico, el vidrio y demás deben verse beneficiadas, también las pequeñas y medianas empresas. Existe capacidad y contenido nacional para satisfacer la demanda de lo que representa esta obra, aprovechémosla.

El costo de un nuevo aeropuerto se ha estimado en 169 mil millones de pesos, que se irán suministrando anualmente hasta el 2020. Esta cantidad representa el 1.05% del PIB de 2013 (16.1 billones de pesos), y el 3.6 % del presupuesto que recientemente presentó la Secretaría de Hacienda para el 2015 (planteado en 4.7 billones de pesos). A esta inversión habrá que sumar los anuncios que diversas compañías del sector han anunciado en inversiones por hasta 20 mil millones de dólares en la compra de nuevas aeronaves.

Sin duda que en el actual sexenio se está mirando hacia el futuro. Para ello se están atendiendo varias de la asignatura que estaban pendientes. Sin embargo, es necesario que la toma de decisiones sea armonizada políticamente con las diferentes estructuras de gobierno. Es importante cuidar todos los aspectos, ya que aunque sabemos que está en buenas manos, no queremos otra “Estela de luz”, que empañe el proyecto de infraestructura transexenal más importante de la actual administración; de igual forma, y como ya lo ha indicado el presidente Peña Nieto, es una obra que él no inaugurará, y hace bien, no queremos otro caso como el de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México. Estos, sin duda, son temas que entre mejor se cuiden, más bien le harán al país. EL NAICM es una gran obra y más aún una gran necesidad; está en nuestras manos como mexicanos hacer que está se materialice con éxito para el largo plazo.

** Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

Google News

TEMAS RELACIONADOS