De alto riesgo. Así califican al sector inmobiliario los analistas. Pero si las oportunidades que vienen con él es lo que te impulsa a seguir trabajando, aquello es adictivo... y productivo. Cuando le pregunto a Jorge Pérez si su forma desmedida de trabajar la considera una virtud o un vicio, titubea. No cree que estas categorías aplican a su forma de ser. Sin embargo, el hombre de mil 500 millones de dólares, ha aprendido más de una lección en el camino a esa cifra.
Jorge Pérez no deja de ser un hombre de negocios cuando se va a dormir o cuando sale de su oficina. No puede evitarlo. Es su segunda naturaleza. En el vuelo a la ciudad de México que tomó la semana pasada junto con el presidente de su empresa, el también argentino Carlos Rosso, discutieron sobre un tema que alguien de la lista de los hombres más millonarios del mundo no deberían discutir: “¿Dónde se consiguen las mejores camisas al mejor precio?”
¿Qué hace este hombre en la ciudad de México? Cumple una de las pasiones que lo llevó a dedicarse a este negocio. “Busco que no haya tanto missuse de los recursos personales, donde uno pueda tomar una bicicleta o caminar a su oficina. Que puedas escoger entre 15 restaurantes de todos los precios. Eso no es lo que ha pasado.” Se refiere a Santa Fe, esa colonia criticada por su falta de vida peatonal, pero donde grandes empresas trasnacionales prefieren tener sus oficinas.
Para Jorge Pérez, todo tiene que ser más grande y mejor. “Intentará ser el centro de Santa Fe. Un hotel SLS que no hay en México. El mejor arte mexicano, los mejores restaurantes.” Ese impulso a crecer lo llevó a que su empresa llegara a ser, en solo dos años, “la segunda compañía de vivienda pública de la Florida. Crecimos muy rápido. Empezamos a desarrollar apartamentos de venta y renta de clase media y nos volvimos los más grandes, y luego con condominios y también nos volvimos los más grandes.” Pero cuando los padres de Jorge llegaron a Miami no tenían nada.
‘Ahora no tienes nada’
“Siempre me digo que cuando mi madre salió de Cuba le quitaron todo.” Aunque se sabe un tipo afortunado, porque nunca le faltó nada, recuerda que sus padres, cubanos ambos, tuvieron que recurrir a la ayuda de sus parientes para poder estudiar en buenas escuelas en Estados Unidos. Aunque él nació en La Lucila, Argentina, se considera no solo cubano, sino latino. Y lo dice con orgullo.
No todo se debió a su empresa. Antes de abrir Related, trabajó en la ciudad de Miami, un trabajo que después de un tiempo le cansó. Sobre todo, cuando no veían en los demás la dedicación al trabajo que él tenía. Mientras estaba en una junta de trabajo con varias personas involucradas en un desarrollo urbano, entre ellos el mismo alcalde, había llegado la hora en la que usualmente terminan la jornada laboral, así que todos se querían ir a descansar. “Les dije ‘o se quedan todos aquí o yo me voy’ y me salí. Estaba pensando en todo esto con mucha dedicación y me decían que no se podían quedar. Así que me fui.”
No solo dejó al mismo alcalde sorprendido, sino que estaba dispuesto a perder su trabajo pero no soportaba la falta de compromiso. Era fácil para él decir que los demás no trabajaban suficiente, pues nadie podía soportarle el paso de trabajar 24 horas al día.
“Incluso me despertaba en las noches a tomar notas. Todo el tiempo estaba trabajando. Los fines de semana, es de los momentos más importantes, porque es cuando se venden o rentan los inmuebles.”
“Mi señora estaba llorando porque me decía ‘tenías un buen empleo y ahora no tienes nada’”. Más tarde lo fueron a buscar para que volviera a trabajar con ellos, pero Jorge Pérez ya tenía en la cabeza un proyecto propio.
Mientras seguía trabajando para la ciudad de Miami, llegó un tipo desde Nueva York, enviado por la compañía de Real State más grande del país. “Me han dicho tanto de ti. Nosotros hacemos tasaciones y estudios de mercado. Quisiéramos contratarte como jefe de la Florida y Sudamérica para esto”, le dijo al joven Jorge Pérez de apenas 27 años. Le iban a pagar cuatro veces lo que estaba ganando.
—¿Tú sabes de estudios de mercadeo y de cómo hacer esas cosas
—Uff, soy un experto.
Se sincera conmigo: “En mi vida había hecho un estudio de mercadeo. Y tasación, menos. No sabía como valorizar una propiedad técnicamente.” Ahí mismo le ofreció el trabajo. Argumentó que tenía que darle a la ciudad 30 días de aviso, que no podía renunciar así. Además, que requería de los estudios que ellos mismos habían hecho porque “cada compañía los hace de diferente manera”, les dijo. “Me pasé un mes sin dormir para estudiar todo esto. Después de ese mes yo era la cátedra.”
“Bluff”
Esa disposición al riesgo, a venderse y su incansable trabajo le hizo ganar una reputación en el sector. Después de laborar para otros, no tardó en construir su propia empresa desde cero. Como solo contaba con su reputación y sus contactos en el gobierno de la ciudad, el siguiente paso era lógico.
“Si te digo que tenía la visión, te estuviera mintiendo. Cuando abrí la empresa creo que tenía tres pesos en el banco. El primer edificio que hice tenía 23 unidades en Miami, en La Pequeña Habana. Era un barrio étnico de cubanos pobres. Para mí era como hacer el Taj Mahal.” Aquel edificio, que ahora es insignificante al lado de sus actuales desarrollos, en aquel momento ya era una buena inversión. El gobierno le prestaba casi el 100% para su construcción. Pero Jorge había fundado la empresa para crecer, no solo para mantenerse a flote.
Después de más edificios para el gobierno, entre ellos uno en un barrio negro de bajos ingresos, su reputación creció como un hombre, un joven, con visión en el negocio y al mismo tiempo se estaba aburriendo de hacer lo mismo.
“No podía crear cosas más lindas porque te metían en un cajón. Solo podrías gastarte tanto y tenías que hacer proyectos muy mínimos. Al segundo año nos volvimos la segunda compañía de vivienda pública de la Florida.” Hoy no le da pena admitir que además de mucho trabajo y buena reputación, de nuevo tuvo que presumir habilidades que no tenía, como buen vendedor inmobiliario.
Esta vez, en otra oficina, llegaron otros tipos con un proyecto. “Queremos que hagas este edificio, 250 unidades y un highrise.” Aquello no le pareció factible a Jorge, pero su afición por el riesgo hizo ponerles una cara de “claro, perfecto, vamos a hacerlo". Todavía tiene esos edificios. Es el Civic Tower, cerca del hospital de Miami.
Muchas veces uno no sabe cómo va a funcionar o si va a funcionar un inmueble, pero “uno tiene que poner una cara de que es algo increíble”.
Gajes del oficio
Aquello le exigía un esfuerzo titánico a Jorge, y él estaba más que dispuesto a darle todo a su compañía. Sin embargo, el hombre que lo tiene todo no pudo construirse más tiempo para dedicarle a sus hijos. Lo intentó. Cuando eran pequeños, menos de siete años, los llevaba a sus propiedades que tenía que vender (o arrendar). Para que no se aburrieran les ponía pelotas, juegos y hasta convocaba a más niños de su edad.
Su negocio no lo hizo él solo. Formó una sociedad con Stephen M. Ross, el ya experimentado constructor de Nueva York. Juntos encontraron maneras diferentes de financiarse, pero mientras crecían abruptamente el riesgo de que si uno solo de sus proyectos no fuera rentable, el resto de los desarrollos caerían como fichas de dominó. El estrés era impresionante, porque cada nuevo proyecto era más grande, más ambicioso. Cada uno era un terreno nuevo para Related.
Cuando llegó la crisis de 2008, Jorge ya estaba en la lista de los latinos más ricos del mundo y acababa de publicar su libro Powerhouse Principles: The Ultimate Blueprint for Real Estate Success in an Ever-Changing Market. Ya era una celebridad en Miami y el resto de Estados Unidos. Los proyectos que tenía vendidos, pero no firmados aún, no pudo cerrarlos, así que tuvo que renegociar con los bancos la deuda que tenía encima. “Fueron tiempos muy difíciles. Todo el día estaba en el teléfono con los bancos.” Sus compañeros de trabajo recuerdan cómo, de tanto negociar, llegó a decirle a un banquero “si quieren venir, aquí estoy” amenazándolos de que no iba a dejar sus propiedades sin una renegociación de los términos
En semanas, Jorge Pérez perdió mil millones de dólares.
La vida hoy
Ahora, de nuevo, su fortuna se estima en más de mil 500 millones de dólares. Pero el camino a la recuperación tuvo otros retos. “Ahora mi futuro ya está asegurado. He firmado un acuerdo que a mi muerte donaré la mitad de mi dinero a la filantropía.”
Ya no se juega todo en la línea. Si le va bien o mal a sus negocios, su familia y él seguirán viviendo bien. Ahora está más preocupado por el legado que dejará a sus hijos y a la comunidad latina, en particular.
Hasta el día de ayer seguía en México con el pretexto de visitar Zona MACO, la exposición para comprar arte. “Necesito arte para mis edificios, mi colección personal y para el museo.” Se refiere al Museo de Arte de Miami, recientemente renombrado Museo de Arte Pérez, al que donó cerca de 40 millones de dólares y en el que sigue teniendo ingerencia. “Y le sigo invirtiendo”, me dice con cierto orgullo.
Aunque se trataba de un acto de filantropía, su personalidad de hombre de negocios no pudo quedarse callada. Así que investigó. Prácticamente todos los grandes museos se proyectan con un presupuesto y una fecha de entrega pero siempre se pasan de presupuesto y se entregan tarde. Jorge Pérez no permitió que eso sucediera con el principal museo de Miami. Obviamente, su empresa y afiliados tuvieron qué ver en su construcción y lo entregaron a tiempo y en presupuesto.
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Es que Miami es sin duda su hogar. Se dice que tres de cada cuatro inmuebles en Miami fue construido por Jorge Pérez. Y su propio hijo menor, de 10 años, le dice cuando pasean en las calles: “Este es de mi papá. Este es de mi papá”. Jorge Pérez no lo niega, aunque muchos no son de él.