Por siglos Europa del Este ha sido un misterio para América. Jan Koum, originario de Ucrania, parece querer mantener ese mismo misterio alrededor de su persona. Ante las preguntas contesta de manera escueta, como que no quiere revelar demasiado. Ese respeto a la privacidad es algo que distingue (¿distinguía?) a su aplicación de mensajería instantánea: WhatsApp.

A Jan le llegó la fama de un día a otro. Cuando en 2009 su aplicación creció exponencialmente, los reporteros de Silicon Valley investigaron quién era “este otro ruso” en California. Recordaron a Max Levchin, otro nacido en Ucrania, que cofundó PayPal, la plataforma de pagos electrónicos. Y, claro, a Sergey Brin, el ruso fundador de Google.

“Tú eres el producto”

La historia ya es lugar común en Silicon Valley. Mientras Jan Koum estaba ejercitándose en el gimnasio, por políticas del lugar, estaba prohibido usar el celular. Este ingeniero de Yahoo inmediatamente pensó en una solución. Increíblemente para un ingeniero en sistemas trabajando en California, apenas en enero de 2009 había tenido la experiencia de usar un iPhone. Desde entonces supo que este smartphone sería “una extensión de tu cuerpo”.

Incluso quienes no tienen un smartphone saben a qué nos referimos. Más como un impulso propio de quienes descubren y resuelven problemas, que con una mentalidad de emprendedor. Jan Koum se asoció con su amigo Brian Acton con tres lineamientos muy claros para la App que le permitiera enviar mensaje (por escrito) de manera óptima, privada e instantánea:

• Estaba seguro que el smartphone sería “una extensión de tu cuerpo”, así que lo harían de la manera más amigable y expedita,

• No se meterían al problema (requiere más infraestructura y empleados) de recolectar información de los usuarios, y

• No tendrían publicidad, pues se trata de un servicio privado, entre dos personas particulares y “no quieres que un anuncio se interponga cuando quieres responderle a alguien querido por ti”. Estropearía la experiencia de usuario.

Pero, ¿de dónde salió este ucraniano que había dejado la universidad?

Antes y después de Yahoo!

—¿Cómo resumirías tu tiempo en Yahoo! (estuvo nueve años trabajando ahí)?

—Fue bueno, fue la forma en la que ganaba dinero antes de WhatsApp.

Eso era todo lo que la empresa, que ahora encabeza Marissa Mayer, significó para Jan. Una compañía que su modelo de negocio, enfocada en venta de publicidad mediante su plataforma, le requería un mayor número de ingenieros como él trabajando para los anunciantes, no para los usuarios. Esa fue una lección importante de lo que no quería seguir haciendo.

Jan ha dicho: “mientras el usuario es la persona que tiene acceso al producto, el cliente es el anunciante que firma el cheque.”

—¿Estás convencido de que el sistema de anuncios en las Apps está caduco?

—Creo que depende de cada aplicación y depende de cuáles son sus propósitos, para nosotros es la mensajería, y la mensajería es algo muy personal y privado que haces y no quieres que sea interrumpida con publicidad. Por eso para la mensajería, la publicidad no funciona, por eso el producto que tenemos es bajo un pago de un dólar anual.

Una empresa anti Silicon Valley

Aunque sus oficinas son las mismas con las que iniciaron en 2009, en Mountain View, California, varias de sus decisiones, rompen las “reglas” de las StartUp de esta región.

Cierto. Para ser rentables sin publicidad, el paso lógico es cobrar por la aplicación. Sin embargo, en el caso de WhatsApp, sólo requieren un cargo anual de un dólar (99 centavos de dólar), tras haber “probado” el servicio por un año gratis.

El servicio de mensajería instantánea ya existía. No era una novedad, pero WhatsApp sí era innovador. Su esfuerzo de estar disponible en todas las plataformas móviles los llevó a estar en siete, que incluyen dos versiones de Blackberry, además de Windows Phone, iOS, y el más masivo, Android. De esta manera, la idea de Jan, de estar del lado del usuario, cobró más adeptos. No tenían el prejuicio de sólo estar en iOS. Es una App para todos, y cuando Jan dice “todos” se refiere a todo el mundo. México fue en 2011 una de las regiones con el crecimiento más alto en el número de usuarios.

Otra regla no escrita, sobre todo para los inversionistas es el crecimiento estrepitoso, concretamente del número de usuarios. Se trata de una prueba de fuego, lo que muchas veces lleva a sus límites al equipo y al modelo de negocio.

En el caso de Jan, su apuesta era otra. WhatsApp ya se distinguía por hacer una cosa y hacerla muy bien: enviar y recibir mensajes instantáneos. Era cuestión de tiempo que los usuarios se dieran cuenta de ello y comenzaran a correr la voz. De hecho, con una solicitud por SMS, de usuario a usuario, se pide que el otro instale la App. Fue en 2011 que finalmente estuvieron en el mapa de Silicon Valley cuando rebasaron mil millones de mensajes al día.

Por otro lado, aunque sí tuvieron un apoyo de Sequoia (una aceleradora para pequeñas empresas), su apuesta no ha sido crecer para venderse. No nació de una incubadora de ideas, de un grupo de emprendedores, ni nada por el estilo.

Si es fruto de Silicon Valley es, quizá, porque Silicon Valley se olvidó del usuario y ellos, ingenieros que salieron de los departamentos técnicos, se acordaron de él. “Queríamos que el usuario y el cliente volvieran a ser el mismo.”

Se dice que es un caso típico del sueño en las start up.

—¿Lo crees así?

— Yo no tengo una opinión sobre ello, pero mucha gente me ha dicho que piensan que lo es, entonces tal vez están bien.

Producto, producto, producto

La manera de ser de Jan se refleja en su aplicación. Como buen ingeniero, vio la importancia de integrar la libreta de direcciones personales al mensajero privado. Incluso permitió hacer llamadas desde la aplicación. Es decir, la importancia de la privacidad, como en su vida personal, siempre la ha respetado y espera lo mismo de los demás.

Cuando la aplicación recibió un premio en el Mobile World Congress en Barcelona, en 2011, prefirió mandar a su ejecutivo de Marketing, un departamento que hasta entonces no tenía mucho sentido, pues no se publicitan de ninguna manera. Fue una manera de mantenerse fuera de los reflectores. Cada minuto que le dedica a los medios se lo quita a leer correos de usuarios, de donde extrae más ideas para innovar y simplificar su producto.

Jan prefiere estar en Mountain View. En esa oficina donde empezó que no tiene un letrero con su logo iluminado. Fue allí donde creció.

No todo fue color de rosa

—¿Cómo tomaste la decisión de dejar la universidad?

— No fue una decisión difícil dejar la escuela, pero creo que es importante para otra gente que tiene educación que se mantenga en la universidad. Lo mío fue una excepción a la regla y creo que si hubiera tenido el estímulo, habría permanecido en la escuela desde el primer grado.

De nuevo, años atrás, no tuvo los estímulos adecuados para seguir en la universidad pública San José State University. Fue su necesidad económica que lo hizo entrar a la vida laboral de lleno.

—¿Cuál ha sido tu decisión más importante?

— Empezar una empresa.Iniciar con WhatsApp hace cinco años y hasta la fecha es una de las más importantes decisiones que he tomado porque cambió la vida de muchas personas. Por como se comunican y darles la oportunidad de comunicarse. Probablemente fue la decisión más importante.

La venta del siglo

Si la noticias daban a la venta de Instagram, la plataforma de fotos que te permite hacer uso de filtros en tus imágenes, por mil millones de dólares, como la mayor venta en tecnología, la cosa cambiaría con WhatsApp. No sólo la cifra que ofreció el mismo comprador, Facebook, fue mucho mayor (19 mil millones de dólares), sino que el impacto que se espera tener de esta adquisición es mayor. Ahora la red social de Mark Zuckerberg hará más robusto su servicio de mensajería instantánea (antes ya tenía Facebook Messenger).

La decisión de vender WhatsApp se dio apenas dos semanas después del primer acercamiento del fundador de Facebook con los fundadores de WhatsApp. Otras semanas después del acuerdo, en el Mobile World Congress en España, vimos a Jan Koum, con jeans y su “hoodie”, como siempre.

—¿En el futuro te interesaría hacer otra aplicación, para resolver algún otro problema?

— No.

(Por cierto, le molesta mucho que le llamen “emprendedor”.)

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