Luego de meses (en realidad años) de espera para contar con una nueva estrategia integral que permita sustentar el desarrollo energético del país, se iniciaron los debates para concretar la Reforma Energética. Esta Reforma es, sin duda, trascendental y representa un importante avance. Debemos prestar atención a no centrar el tema casi exclusivamente en el petróleo.

La iniciativa presidencial se limita a modificar los Artículos 28 y 29 constitucionales dejando las adecuaciones o modificaciones a las leyes secundarias al dividido Congreso. Los otras dos iniciativas, son tan opuestas, y los partidos tan extremistas, que será difícil se alcance un acuerdo entre ambas. El asunto aquí es que las tres están enfocadas al tema petrolero. Se ha petrolizado la Reforma Energética, mirando sólo el árbol y no el bosque. El futuro energético del país no está en el petróleo, porque se nos está acabando.

Lo cierto es que se requiere una política energética relacionada con los hidrocarburos y es lo que se va a discutir los próximos días, y ésta debe estar enfocada a decidir qué hacer con el petróleo que nos queda. Las alternativas son dos: lo seguimos consumiendo vía el gasto público, donde un gran porcentaje se destina a gasto corriente, esperando que este gasto impulse el desarrollo del país como algunos proponen; o se utilizan estos recursos para financiar el desarrollo de fuentes alternas de energía. Ambas alternativas tienen un común denominador: Deben incluir un proceso de despetrolización gradual de las finanzas públicas. Al respecto, recordemos que dentro del Paquete Económico para 2014 enviado por el Presidente, se incluían modificaciones al régimen fiscal de Pemex, pero este fue ignorado por los congresistas; quizá ahora que debaten sobre el tema energético, lo reconsideren.

Si bien, los hidrocarburos seguirán siendo la principal fuente de energía por los próximos 20 o 30 años, toda vez que son clave para el sector del transporte (el principal consumidor), en los próximos lustros funcionarán como “energéticos bisagra” por la transición energética que experimentará el país, mientras otras fuentes no estén lo suficientemente desarrolladas para cumplir la demanda o bien, su costo no se haya reducido lo suficiente como para que sean accesibles a toda la población. Las energías del futuro más inmediato son la producción del shale gas (gas de esquisto), el cual es visto como el hidrocarburo de la transición de los próximos 40 años. Este tipo de gas natural se extrae de zonas profundas ricas en materia orgánica y México, se presume, es la cuarta reserva mundial; sin embargo, requerimos la tecnología y los recursos para extraerlo. De aquí la necesidad de que la reforma energética sea de amplio alcance y considere estos aspectos.

De igual forma, es importante empezar a prepararnos para las tendencias futuras. La transición energética derivada de la necesidad de combatir los efectos del cambio climático está conduciendo a la introducción de innovaciones en la explotación y consumo eficiente y racional de los recursos no renovables, pero también al avance en la utilización de energías alternativas como lo son la solar, eólica, biológica, geotérmica e hidráulica y fundamentalmente la atómica, energías más eficientes, limpias y con un mayor espectro de utilización y durabilidad al ser renovables. Respecto de la energía atómica, el avance tecnológico que se está logrando, hará de esta fuente la más viable, eficiente y accesible, claro todavía faltan varias décadas para ello.

En este contexto, la reforma energética que se implemente más allá de permitir o no la inversión privada compartida con Pemex, en la exploración, extracción y producción de petrolíferos, también debe incluir la inversión compartida en estas otras fuentes de energía, para las cuales nuestro país tiene también enormes potenciales. Los datos y evidencias son indiscutibles, el petróleo “fácil de extraer” se está agotando, y requerimos empezar ya a obtener los que están en aguas profundas y en los depósitos minerales de lutitas. La reforma que sin dura será un gran avance, debe en una primera instancia enfocarse en conseguir la tecnología y los recursos para extraer y explotar eficientemente el petróleo y el gas, las próximas inversiones en gasoductos son un buen comienzo. El siguiente paso es, como indicamos, el desarrollo de las fuentes alternativas.

Es importante no perder el foco ni desgastarnos en falsos debates: La campaña basada en la privatización de Pemex, sólo ha exacerbado las percepciones y las discusiones. Si queremos hablar de intereses extranjeros, estos se centran en el hidrocarburo, no en una “supuesta empresa”, a la que el Estado Mexicano le quita, el 90% de sus ganancias, tiene un pasivo laboral del 1.2 billones de pesos, una nómina de más de 151 mil empleados que consume 49% del gasto operativo, tiene anquilosado un sindicato que le limita su eficiencia y, uno de los temas más importantes, su tecnología para extraer el petróleo es obsoleta. Pemex no está en venta, y tampoco hay interés en comprarla. Lo que si requiere es modernizarla y hacerla eficiente, un tema indispensable a incluir en las deliberaciones.

La Reforma que se logre será un importante avance, pero habrá que seguir trabajando para alcanzar el verdadero desarrollo sustentable del país. Se debe entender que pretender sustentar el desarrollo para los próximos 30 años en el petróleo, no es viable, aunque pudiera parecer un buen negocio para el 2018.

* Presidente de Consultores Internacionales, S.C.

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