Se puede invertir meses en el desarrollo de un negocio, desde crear prototipos, patentar, conseguir recursos para iniciar operaciones, cerrar alianzas y muchos otros trámites, pero todo ese esfuerzo puede quedarse en el cajón de los intentos si no se cuenta con asesoría para trabajar cada fase de la creación de la empresa. En ese objetivo, las incubadoras son un aliado.
En siete años, los centros de incubación se han fortalecido en México. En 2006 sólo dos universidades mantenían vinculación con instituciones que dan apoyo a futuros empresarios, hoy son más de 500 organizaciones las que ayudan en el desarrollo y aceleración de negocios, de acuerdo con datos de la Secretaría de Economía (SE).
Ángel Rosales, fundador de la Asociación Mexicana de Incubadoras y Redes Empresariales (AMIRE), asevera que las empresas desarrolladas bajo este esquema tienen un nivel de supervivencia superior a 60%, mientras que los negocios creados de manera independiente sólo alcanzan 10%.
Estos centros ayudan al empresario a minimizar los riesgos presentes en cada etapa del desarrollo de negocio, porque se aprende a tomar decisiones y realizar cambios sobre bases reales y con el apoyo de un asesor, explica el director del Centro de Incubación de Empresas de Base Tecnológica (CIEBT) del Instituto Politécnico Nacional, Óscar Súchil.
Datos de la Asociación Mexicana de Incubadoras y Redes Empresariales (AMIRE) arrojan que el concepto de incubar nació en los 70 en Estados Unidos, cuando algunas empresas decidieron probar nuevas líneas de negocio e innovación en espacios independientes a las sedes de trabajo, y eligieron las universidades, creando parques tecnológicos.
Óscar Súchil comenta que estos espacios representan para el emprendedor la oportunidad de recibir formación empresarial, asesoría legal, económica, técnica, de marketing y diseño industrial, entre otros conocimientos; además, el futuro empresario se vincula a fuentes de financiamiento.
Una incubadora realiza pruebas rápidas del negocio, seguidas de su validación, eso permite detectar fallas para que el negocio cambie hasta lograr un concepto que el mercado aceptará, comenta José Enrique Alba Escamilla, director de la Incubadora de Empresas del Campus Guadalajara.
Óscar Súchil comenta que existen diversos centros de incubación, y es importante elegir según las características del negocio.
Si el objetivo es crear una empresa orientada al sector de servicios o comercio, como una papelería o un restaurante, se puede acudir a una incubadora tradicional. En esta categoría entran diversas universidades, que reciben proyectos de todo tipo, pero el producto o servicio debe presentar un valor diferencial a lo que existe en el mercado.
Si el negocio requiere incorporar tecnología a la operación diaria, la recomendación es registrarlo en una incubadora de tecnología intermedia, diseñadas para empresas con procesos productivos más sofisticados.