Los mercados accionarios de todo el mundo han estado nerviosos a lo largo de los últimos días. Si bien los mercados emergentes venían sufriendo desde hace tiempo de retornos negativos, esta vez el susto incluso afectó a mercados desarrollados como Europa y Japón, que se habían visto incombustibles hasta ahora.

Muchos apuntan a China y una desaceleración económica mayor a la esperada como causa de la corrección. Sin embargo, la violencia de la caída parece sugerir algo más.

En todo caso, no sería el resultado de un solo catalizador, sino de una mezcla de factores que se conjugaron para arrastrar a buena parte de los mercados globales. A las preocupaciones sobre la economía china, se suman el colapso del precio de las materias primas (especialmente del petróleo) y la caída de expectativas de crecimiento e inflación globales. A ello se suma la incertidumbre en torno a las consecuencias de una inminente subida de tasas por la Reserva Federal en Estados Unidos (EU).

El pánico se apoderó de los inversionistas en estos últimos días. El índice más socorrido para reflejar el nerviosismo de mercado —el de volatilidad VIX— llegó a niveles cercanos a 50, los mismos registrados durante la crisis financiera global del 2008. Las acciones del mercado continental chino (China–A) pasaron a terreno negativo para el año, después de haber estado liderando las plazas bursátiles en rentabilidad tan sólo unas semanas atrás.

En EU, las acciones de compañías tecnológicas como Apple, llegaron a perder en capitalización bursátil, en tan sólo un día, cerca de 200 mil millones de dólares, lo cual equivale al PIB total de países como Perú.

En BlackRock pensamos que es posible que parte del reciente ajuste de precios se pueda explicar por el ajuste que los mercados están haciendo en un esfuerzo de encontrar un nuevo equilibrio: uno menos dependiente de las condiciones ultra-acomodaticias de los bancos centrales.

Es cierto que la reducción del ritmo de actividad en China presenta un desafío para el crecimiento global, particularmente a los mercados emergentes. Sin embargo, se ve poco probable el riesgo de una recesión global. Los indicadores de la economía de EU se presentan bastante sólidos, aunque sin ser extraordinarios.

Dejando atrás la crisis griega, la atención sobre la Eurozona parece haberse enfocado en mejores perspectivas económicas, aunque aún frágiles. Los menores precios de materias primas, si bien son noticias negativas para muchas economías emergentes, son hechos positivos para lugares de mayor consumo, como economías desarrolladas y muchos países asiáticos.

Sin embargo, la incertidumbre ha sido suficiente para mover las expectativas de que la Reserva Federal de EU pueda tomarse un poco más tiempo de lo que originalmente se pensaba para empezar a subir las tasas de interés. Es probable que lo que se esperaba en septiembre se retrase para fines de año, e incluso se dé hasta 2016. Más allá del momento especifico, queda claro que el camino hacia la normalización de tasas será mucho más gradual.

A pesar de todo, la reciente caída de precios no se presenta como el acto final de la tendencia alcista de los mercados bursátiles. De hecho, incluso ha generado algunos elementos positivos: se corrigieron algunos mercados que parecían un tanto caros anteriormente (como el de EU) y ha reforzado las razones de nuestra preferencia por mercados como Europa y Japón.

Igualmente, ha dejado oportunidades interesantes de comprar con descuentos importantes en mercados emergentes, aunque existen disparidades importantes todavía entre estos países, ya sea por dependencia hacia las materias primas y/o vulnerabilidad macroeconómica. Por ello, seguimos manteniendo nuestra preferencia por los mercados asiáticos.

Director de Estrategia de Inversión para América Latina e Iberia de BlackRock

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