La precarización del mercado laboral conduce a mayor pobreza. Sin un ingreso económico decoroso y sin prestaciones sociales adecuadas los trabajadores y sus familias no pueden disfrutar de las condiciones adecuadas para vivir mejor.
Desafortunadamente, los resultados laborales del primer trimestre son indicativos de que México sigue inmerso en un proceso de precarización que inició en 2007 y el cual se aceleró durante 2009, cuando la segunda mayor crisis económicas de los últimos 80 años afectó al país.
La noticia positiva es que después de 6 años la tasa de desocupación se acerca a los niveles que existían antes de la recesión antes citada. La mala noticia es que la ocupación generada es de bajos salarios y escasas prestaciones.
De cuerdo con el Inegi, entre el primer trimestre de 2014 y el correspondiente a este año se registró mayor ocupación, 726 mil personas adicionales. No obstante, esto es un avance, no puede soslayarse que la mayor parte se contabilizó en los rangos de baja remuneración.
En la parte correspondiente de quienes ganaron hasta un salario mínimo el aumento fue de 265 mil personas, más de la tercera parte del incremento total de la ocupación. Evidentemente que esto representa un segmento de población que difícilmente puede vivir en condiciones adecuadas, en el mejor de los casos gana alrededor de 72 pesos al día, con lo cual no se puede sacar de la pobreza a una familia.
El mayor incremento en la ocupación se dio para quienes ganan entre 1 y 2 salarios mínimos, 599 mil personas más. Si bien este segmento tiene un ingreso superior al mínimo marcado por la ley, también lo es que eso los ubica sin tener el poder adquisitivo suficiente para adquirir una canasta básica similar a la de los años setenta. En otras palabras, el empleo que hoy paga hasta dos salarios mínimos es de una calidad inferior a la de hace 40 años.
Desafortunadamente, se debe citar la destrucción de 928 mil puestos de trabajo para quienes ganan entre 2 y 3 salarios mínimos. Su desaparición representa un retroceso en la ocupación que paga mejor y la cual no fue compensada con la creación de empleo en los rangos de ingreso superior: 288 mil personas más entre 3 y 5 salarios mínimos y apenas un incremento marginal de 7 mil nuevas fuentes de ocupación para el segmento de quienes reciben más de 5 salarios mínimos.
El resultado de todo lo descrito es la merma en la capacidad de compra de las familias y con ello del mercado interno. Su consecuencia será la misma que se ha observado desde 2007, un aumento en los indicadores de precarización laboral, en unas semanas lo confirmará la información oficial que al respecto publique el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social.
Otra dimensión que permite observar el avance de la precarización es la informalidad. En el lapso de un año 229 mil mexicanos más entraron a dicho mercado. Si bien la tasa de participación de la informalidad se ha reducido, ello no significa que el número de personas que laboran en la misma sea menor, solamente señala que el incremento de empleo formal es más elevado. Aún hay 28.6 millones de mexicanos en la informalidad, 11 millones más que los trabajadores registrados en el IMSS.
La debilidad del mercado laboral mexicano es el resultado del bajo crecimiento económico y de una política laboral que subestimó los efectos negativos de basar la competitividad de México en bajos salarios. El deterioro que esto causó al mercado interno terminó afectando la rentabilidad y productividad de las empresas, y con ello al motor esencial del crecimiento económico.
Recuperar la senda del desarrollo pasa por incrementar la capacidad productiva del país, así como la creación de empleo formal bien remunerado. Para ello se debe fomentar lo Hecho y Creado en México.
Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico