Soconusco tiene la particularidad, al igual que Coatzacoalcos, Catemaco, San Andrés Tuxtla y otros 25 municipios, de ser la cuna de cerca de 90 emprendedores que en estos momentos se encuentran desarrollando dispositivos innovadores y completamente capitalizables, es decir, están creando ciencia y abriendo empresas que ofrecen un valor agregado a la sociedad en un centro de innovación en la capital de Veracruz, Xalapa único en México: el iLab.

Este hub (en español, un lugar que concentra, un “concentrador”) fue establecido en México en colaboración con el Massachusetts Institute of Technology y tiene como objetivo lograr la “transferencia de conocimiento” no sólo a escala nacional sino en todo el globo.

Hasta el momento, los egresados de la primera generación están tramitando 13 patentes. Los de la segunda generación buscarán registrar, dentro de dos meses, nueve patentes y 15 derechos de autor sobre software.

En un país en el que el fuerte no es la innovación, los jóvenes del iLab han logrado 2% de todas las patentes registradas por mexicanos en 2013.

“El nivel general de innovación en México es realmente bajo, no sólo en comparación con otros países de la OCDE, sino también con las economías emergentes más dinámicas. El gasto en Investigación y Desarrollo como porcentaje del PIB sigue siendo inferior al 0.5%, en contraste con un promedio superior al 2.3% en el conjunto de la OCDE y cercano al 1.7% en China”, según señala el estudio Perspectivas OCDE: México Reformas para el Cambio.

Las inversiones insuficientes en ciencia, tecnología e innovación han provocado que el crecimiento de nuestra economía sea inferior a otros países. Si es que nuestro país “aspira alcanzar un nivel de competitividad comparable al de otras economías emergentes”, debe comenzar a invertir en estos rubros, sentencia este análisis.

Y así siguen las cifras que demuestran que desde hace décadas el gobierno mexicano se ha quedado corto a la hora de invertirle a este rubro.

Tan sólo México no ha cumplido la obligación constitucional de invertir 1% del PIB en investigación científica y tecnológica ni lo va a cumplir sino hasta 2050 si sigue invirtiendo como lo ha hecho en los últimos años, según un estudio de la Cámara de Diputados.

En un ranking de 143 países elaborado entre la Johnson Cornell University, el INSEAD y el World Intellectual Property Organization, México se encuentra en esta materia en el lugar 66 de 143.

En esta misma medición, nuestro país se colocó en el lugar 62 en el innovation input sub index, el cual mide el estado de cinco aspectos, entre ellos, instituciones, capital humano e investigación, infraestructura, sofisticación de mercado y de negocio.

En lo que se refiere concretamente a patentes, de 1993 a 2013, según datos del Instituto Mexicano para la Propiedad Industrial (IMPI), en México apenas se han duplicado la solicitud de patentes hechas por mexicanos para situarse en mil 211 de las 15 mil 444 que hubo en ese año.

Así que los chicos de iLab sí que cooperan con no uno, sino varios granos de arena a la tierra casi seca de la innovación en nuestro país.

De lo micro a lo macro

Un botón de muestra para ilustrar la realidad casi imperante en todo el país: Soconusco, un municipio de clima cálido al sureste de Veracruz y que se encuentra en las llanuras de Sotavento, forma parte de los 212 municipios que conforman ese estado, en el que sólo poco más de 13% no es pobre, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social.

Aquí habitan menos de 1% de las personas que viven en Iztapalapa, es decir, apenas 5 mil 865 habitantes.

Patricia Martínez dejó precisamente Soconusco para estudiar una licenciatura en administración en la Universidad Veracruzana y tenía la idea de emplearse en alguna empresa que le permitiera aplicar sus conocimientos de recién egresada. Pero en el camino se le atravesó el iLab. Así ha sido la historia de muchos de los jóvenes que se encuentran en este hub; salir de su localidad y cambiar su paradigma de cómo ver y sobrevivir en este mundo.

Junto con Juan Hernández, César Ramos, Amadeus Portes y Javier Rayón, otros universitarios que ya egresaron o que están por hacerlo y que no pasan los 25 años. Patricia desarrolla un prototipo que buscará mejorar el cuidado de las personas diabéticas. Primero probrarán el dispositivo en México, luego buscarán hacerlo en el exterior.

Una de las características del emprendimiento de alto impacto es que busca generar instrumentos para cambiar el entorno global, por ejemplo, erradicar enfermedades o paliar hambrunas. Así de importante es el empleo de innovación en la creación de empresas relacionadas con las Tecnologías de la Información.

La gestación

Una máquina expendedora de hot dogs o nada. Los jóvenes que ingresan en el iLab pueden o no traer una idea de negocio porque aquí es donde la empiezan a desarrollar. La historia marca y muchos de los autores intelectuales cocinaron la idea de negocio a partir de un relato personal.

Este dispositivo, el H-100, es un parche que monitoreará a los pacientes diabéticos 24 horas para determinar si sufren hipoglucemia o hiperglucemia a través de la humedad en la piel, el hambre y la frecuencia urinaria y que alertará al enfermo a través de un celular.

Su historia surgió así: “Mi mamá es diabética desde hace seis años. Yo estudiaba en Coatzacoalcos, mi madre se quedaba sola y no había manera de saber si tenía el azúcar alta o baja, simplemente la encontraba durmiendo sin saber qué tenía. Entonces de ahí surgió la idea”, asegura Patricia.

Así como este proyecto hay otros 11. Una pulsera que alerta sobre la exposición a los rayos UV que busca prevenir cáncer; un dispositivo que monitoreará de una forma no invasiva los signos vitales de bebés; una rodillera enfocada a aliviar los dolores en las articulaciones a través de la termoterapia y la estimulación; un arete que busca monitorear al ganado para alertar si éste enferma.

640 horas de instrucción a lo largo de cuatro meses darán fruto en una derrama económica por proyecto 10 veces mayor a lo que el centro está invirtiendo en cada uno, explica Víctor Moctezuma, director del centro, porque ahí se busca que estén “los que realmente van a hacer que las cosas sucedan”.

Durante los primeros dos meses se lleva a cabo el proceso de cambiar “el chip de empleado a emprendedor”, explica el director del centro. A lo largo de los cuatro meses se les alecciona durante todo el camino, desde decidir un proyecto hasta el modelo de negocios para hacerlo rentable y el registro de derechos de autor.

“Si durante la semana seis no hay pitch (presentación verbal efectiva); si a la semana ocho no hay un prototipo que funcione, adiós”, explica Víctor.

De la mano con el MIT

Lo que hace a este centro único es, entre otras cosas, el convenio de colaboración firmado con el Massachusetts Institute of Technology —que permitirá la colaboración entre ambas instituciones—, la universidad más reconocida a nivel mundial en temas de innovación y desarrollo de tecnología.

iLab no tiene planes para replicarse hasta el momento pero por lo pronto, se busca que converjan las herramientas necesarias y la curiosidad para lograr que la innovación permee en las empresas veracruzanas y luego pueda salir a competir a nivel mundial.

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