El mayor reto de un director general en el país debe ser el que está por enfrentar “Pepe Toño”, como le dice la gente cercana. El caso seguramente será estudiado en las escuelas de negocio. La pregunta es si se verá como éxito o una administración que ha cambiado poco la cultura de la empresa y sus estados financieros.

Se trata de la empresa emblemática del país, la de mayores ventas (más del doble que América Móvil, usualmente la número dos) ¿Cuál es ese reto? Dos problemas principales: falta de liquidez (hay varios proveedores a los que no se le han pagado) y la inversión en infraestructura que genere rentabilidad y asegure el abasto de combustible para el país.

José Antonio González, en papel, tiene todas las credenciales para hacer el trabajo: economista e ingeniero mecánico por el MIT. Ya ha sido parte del consejo de administración, así que sabe de las decisiones difíciles por las que ha pasado previamente la empresa petrolera. Su paso en el IMSS le ha dado un par de credenciales más; se le atribuye la reforma de pensiones en esa institución (una inminente necesidad).

Sin embargo, algo que puede jugar en su contra es su relación familiar con el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, y su cercanía con el líder del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps. Tener una comunicación con el representante de los trabajadores de Pemex es fundamental para reformar a la organización. Lo de Salinas, eso es “política ficción”, diría el ex presidente.

El nombramiento. El 8 de febrero el presidente Enrique Peña Nieto nombró a José Antonio González con un objetivo doble: “Acelerar la transformación de Pemex para aprovechar al máximo las oportunidades que le brinda la reforma energética (…) y al mismo tiempo lograr su fortalecimiento financiero y productivo en un contexto de bajos precios internacionales del petróleo”.

Este es el escenario donde se requiere la inversión externa para compartir el riesgo.

Debido a la falta de liquidez, las inversiones menos rentables (algunas que dejaron de serlo por el precio del crudo) quedarán en pausa seguramente. Pero el punto central es la “transformación”.

No se trata de vender unos activos sólo para salir del bache. El nuevo director ha dicho que la empresa tiene un problema de liquidez, mas no de solvencia.

Es la crisis más grande por la que ha pasado la organización. Y encima se le pide que sea competitivo internacionalmente. Exacto. ¿Para qué quisiera José Antonio una empresa que sólo sobreviva? Seguramente quiere que cuando se recupere el precio del crudo esté en la mejor posición para sacar el mayor provecho.

El camino seguirá siendo explorar los esquemas de costos, asociación con el sector privado, el apoyo de Hacienda. Y, claro, bajar los gastos, especialmente los de administración, como los viáticos y del personal de confianza. Aquí es donde la independencia no lo es tanto. Cuando se requiere que le ayuden.

El 29 de febrero se anunciará la nueva estrategia y sus implicaciones para sanear la pérdida financiera de la empresa y cómo evitar una mayor caída de ingresos.

Empleado 41. Que sea ingeniero no es menor. En una organización que si se quiere cambiar la cultura (a fin de cuentas una reforma interna es esto) se haga por medio de una persona “igual a uno” es una ventaja. Si bien no es un ingeniero petrolero que haya estado en alguna plataforma midiendo las presiones que marcan las válvulas, se dice que su abuelo sí lo fue. Y que tenía el número de empleado 41.

Pero este detalle de poco le va a servir si no tiene un plan claro y certero. Cualquiera que haga una planeación estratégica sabe que los planes están para actuar sobre ellos y no hacerles demasiado caso, sino atender a las necesidades, muchas veces, apremiantes.

José Antonio González parece estar trabajando en esas dos velocidades. Por un lado, la planeación, y por otro, resolver la falta de liquidez, derivado no de una mala planeación, sino de una caída drástica del precio del barril de la mezcla mexicana en el extranjero.

Como suele suceder con Petróleos Mexicanos, se puede ser director general, pero no significa que se tenga todo el control. Dicen que es uno de los dramas que viven los directores generales, “estás a disposición de todos tus empleados y, sobre todo, del consejo de administración”, suelo escuchar.

Ese consejo de administración es el primer filtro para la adopción de un plan de contingencia. La labor de “Pepe Toño” tiene que ser convencerlos e implementarlo inmediatamente.

El caso Pemex. Si uno es el producto de sus circunstancia, el nuevo director se volverá muy complejo. La empresa a la que llegó no le permite darse 100 días para analizarla. Realmente se trata de varias empresas.

Desde su fundación (1938) ha tenido una carga fiscal importante, por la que se financia parte del gasto público, es decir, el costo que tiene el servicio público, el gobierno. Recientemente, con la dirección de Emilio Lozoya sufrió un ajuste presupuestario. Ahora está ante otro.

No deja de ser una paraestatal con cierta autonomía, pero cuando una organización del tamaño de Pemex, la responsabilidad de generación de energía y la aportación que da a las finanzas públicas, es “demasiado grande para caer”.

Siendo de tanta importancia, el gobierno no lo permitirá. Eso explica en parte por qué el Secretario de Hacienda saliera a hablar del recorte presupuestal para la empresa, que está por aprobarse por el consejo, pero que es necesario.

Así como sucedió con la reforma energética, el director general es un jugador más donde está involucrado, de diferentes maneras, Hacienda, Secretaría de Energía e incluso la Presidencia. Lo que la hace una empresa es que sigue buscando la rentabilidad, aunque cada año cierre con números rojos.

Aquí los libros de administración, liderazgo, emprendimiento, innovación, no son referentes. No se tienen 100 días de reconocimiento de la empresa que un nuevo CEO pediría a su consejo. Aunque quisiera visitar varias instalaciones de la empresa para ver de primera mano la situación (lo que le ayudaría a su planeación) simplemente no hay tiempo.

A diferencia de otros directores, no es raro verlo en el comedor de empleados, incluso aunque su oficina cuenta con un espacio privado para alimentarse ahí. Eso solía hacer en el IMSS (ahora a cargo de Mikel Arriola, quien dejó la Cofepris). Las circunstancias cambian y modifica su estrategia.

Pero no es ajeno a los números; es lo suyo.

Fibras sensibles. Petróleos Mexicanos es más grande que sus empleados. Así suele suceder en las grandes corporaciones y en la empresa más importante del país, no es la excepción. La designación de José Antonio González Anaya como director general, sin embargo, no se trata de una posición intercambiable. Es quizá la más compleja en las siguientes semanas, donde se rumora incluso de una crisis inminente (algunos dicen catastrófica).

Se trata del momento más delicado para Pemex. La estrategia será de efectos profundos, que buscará primero sanar la liquidez y tomar una posición más ganadora para mejores tiempos. Le dejan un Pemex con baja producción y al punto del impago para algunos proveedores y una exigencia de recortar presupuesto por 100 mil millones de pesos.

Para añadirle valor periodístico, su parentesco con Carlos Salinas de Gortari (es su concuño) y que uno de sus hermanos sea miembro de Grupo Higa (relacionado con el escándalo de la “Casa blanca”) lo ponen en el estante de la polémica.

Queda claro que si a Lozoya se trajo para vender la reforma energética, a José Antonio González se le invitó para la sanación financiera, algo que logró en el IMSS.

Para entonces, ya había pasado por varios puestos en Hacienda, donde comenzó en la administración de Ernesto Cordero, en tiempos de Calderón. Así que sabe de esas exigencias que le hace la SHCP.

La renegociación con el sindicato será unos de los puntos delicados. Ya el año pasado se aumentó la edad de jubilación a 60 años (para quienes tuvieran menos de 15 años en la empresa), así que será en las prestaciones u otros rubros donde se podrán ajustar para no perder el empleo y llegar a la meta del recorte presupuestal.

Nos toca a los medios y a la opinión pública exigir también transparencia en el proceso de ventas de activos y de los contratos de inversión farm out y fibras.

* * * Hace dos años, este aficionado a la bicicleta, se accidentó. Era Jueves Santo y tenía claramente una urgencia. Al llegar a un hospital del IMSS la señora que lo recibió le pidió su número de seguridad social. Si se trata de una emergencia, la atención se tiene que dar de cualquier modo. José Antonio González le dio cinco minutos de tolerancia y después alguien lo reconoció. “¡Es el director general!” Lo atendieron inmediatamente. En Pemex es diferente. La urgencia es imperante y esta vez no tiene tiempo qué dar de tolerancia.

Para algunos, el nuevo director tiene incluso un parecido con su concuño, Carlos Salinas de Gortari. Dicen.

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