Las empresas juegan un papel trascendente en la sociedad, que va más allá de la generación de empleos y la creación de riqueza. La exigencia internacional es que las organizaciones se rijan bajo condiciones de transparencia, ética y humanismo. La Responsabilidad Social Empresarial (RSE), implantada a través de estándares y códigos de conducta, responde a un nuevo sistema de valores, mediante el cual el negocio contribuye al desarrollo económico.
De acuerdo a Herce y Bonime-Blanc, el riesgo, la reputación y la responsabilidad son las tres constantes de la vida corporativa, las cuales se han hecho más patentes a raíz de la crisis económica que estallara en 2008. Los impactos que ha tenido ésta, ha revelado las secuelas de una indebida toma de riesgos por parte de las empresas; así como del “compadrismo”, abuso del mercado y competencia desleal, en una palabra de la falta de responsabilidad corporativa, en todo el orbe.
Así también, de acuerdo a estos dos autores, la revolución tecnológica y expansión de las redes sociales, está obligando a las empresas a ser más transparentes y más cabales con sus obligaciones, so pena a una afectación en su reputación y desafección de sus clientes.
De esta manera, esta situación, está llevando a las empresas a concebir a la RSE de forma más orgánica, imbuida en la misma estrategia del negocio; es decir como una nueva forma de hacer negocios que traspasa a las meras obligaciones legales y normativas de las operaciones ordinarias de la empresa. Este comportamiento voluntario empresarial contribuye a la mejora del nivel del vida de su personal, colabora positivamente con sus comunidades de interés y con el desarrollo económico de la sociedad, en general.
Así, la agenda de la RSE va más allá de la filantropía, alinea el valor social con el económico para generar un crecimiento sostenido y de calidad, que crea empleo y es eficiente, al tiempo que respeta la diversidad y el medio ambiente.
Los autores antes citados, llaman a esta forma de RSE, la responsabilidad corporativa inteligente. Es inteligente porque nace de la propia voluntad de la dirección general, que se convierte en la misma propulsora y gestora de ésta. Es inteligente porque nace como una respuesta competitiva que se anticipa a las demandas de un mercado cada vez más exigente de una conducta organizacional ética y que se constituye como una fuente de permanencia de la firma en el largo plazo.
Así entendida la RSE tiene que ver con una empresa comprometida, conformada por hombres y mujeres socialmente responsables, los cuales son considerados como su capital más valioso. Tiene que ver con productos y servicios de calidad que no dañan a la salud, que no perjudican al medio ambiente, que no utilizan para su manufactura prácticas poco éticas (dumping social) o monópolicas.
Tiene que ver con una gestión inteligente de riesgos y de una cultura abierta y de diálogo con sus partes interesadas. Tiene que ver con la incorporación del cuidado de las relaciones con las comunidades y con todos los grupos con los que interactúa la empresa.
Tiene que ver con una gestión honesta, transparente y comprometida con el cumplimiento de sus obligaciones, extremando el cuidado de todos sus accionistas al poner en alto su capital reputacional. Tiene que ver con la sensiblización y el involucramiento de la empresa con la problemática social y la promoción de emprendimientos socio productivos de inclusión. Tiene que ver con el respeto y cuidado al medio ambiente, en todos sus procesos y programas.
En general, la RSE inteligente tiene que ver con la empatía que la empresa tiene con sus partes interesadas: accionistas, proveedores, distribuidores, clientes, gobierno, empleados, comunidad e incluso competidores. La empresa de esta manera fortalecerá su núcleo de negocio, generará más ingresos, más beneficios y más crecimiento. Como afirman Kotler, Hessekiel y Lee ... “lo bueno funciona”.
*Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac y coordinadora de la Maestría en Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac, México Norte. Correo idea@anahuac.mx