La asertividad no se quita ni se pone como un traje de oficina. Esta es, digamos, algo así como la “tierra prometida” en materia de comunicación que todos debieran alcanzar pero que muy pocos realmente lo logran.
¿Qué es? Es un estilo en el que las cosas que se piensan y se sienten se dicen de una manera clara y respetando los derechos del otro, así como los propios. Difícil, ¿no?
La oficina es sólo un lugar más en donde es necesario desarrollar esta habilidad, ya que, de hecho, debería de ser un estilo de vida.
“El ser asertivo significa decir lo correcto, en el momento correcto y de la forma correcta. Esta asertividad, como en todas las relaciones humanas, es necesaria en la relación de jefe-subordinado, subordinado-jefe y entre personas del mismo rango”, explica Arturo Chávez, coach de la Business Coaching Firm, una aceleradora de empresas reconocida por la Secretaría de Economía.
Pero tan sólo el hecho de pensar en decir los propios sentimientos y emociones, específicamente en el lugar de trabajo, muchas veces supone una complicación emocional.
Esto es debido, entre otras cosas, a que hemos aprendido a usar formas de comunicarnos, sobre todo de nuestros padres, que no suelen ser asertivas, explica la guía sobre el tema Assert Yourself del Centre for Clinical Interventions de Australia.
¿Te suenan conocidas?: “No debo decir lo que siento o pienso porque no quiero abrumar a otros con mis problemas”, “si soy asertivo voy a angustiar al otro y arruinar nuestra relación”, “va a darme pena decir lo que pienso”, “si alguien me dice que no es porque no le simpatizo o no me ama” o “es egoísta decir lo que siento”.
Estas son algunas de las frases típicamente no asertivas y que entorpecen la comunicación, según enlista este estudio. Entonces, cambiar estas creencias y actitudes puede hacerte la vida más sencilla.
Estas dos últimas las explica bien el sicólogo Manuel J. Smith en el libro publicado en 1975 When I say No I feel guilty, el cual sentó las bases de mucho de lo que se dice actualmente sobre la asertividad.
Según Smith, todo parte de un principio: “El derecho de ser el último juzgador de ti mismo es el primer derecho de asertividad que te permitirá que nadie te manipule”. Es decir, ser asertivo te confiere el derecho de juzgar tus propias actitudes para que no te dejes guiar por otro.
El no serlo cuesta a distintos niveles de la vida, incluido el emocional, ya que puede hacerte sentir “tenso, estresado, ansioso o resentido y te puede conducir a relaciones incómodas. Puede hacerte sentir como si la gente cercana realmente no te conociera”, sostiene la guía Assert Yourself.
Es importante no confundir la asertividad con otros tipos de comunicación como la agresiva, por ejemplo. El que una persona llegue al escritorio de su jefe gritando que necesita un aumento de sueldo no quiere decir que ésta sea asertiva, ya que al hacerlo está pasando encima del otro para expresar sus deseos.
Alguien que verdaderamente lo es buscaría un día y una hora apropiada para hablar con su supervisor y expresarle de manera clara sus sentimientos y deseos con relación a su sueldo, mirándolo de frente en actitud de escucha activa y respetando la distancia y las ideas del otro.
También existe la forma pasiva de comunicar, en la que la otra persona guarda sus sentimientos para sí misma. Ésta, al igual que la agresiva, no es la más conveniente.
El físico sí importa
La University of Illinois ofrece varios lineamientos a seguir para ser corporalmente más asertivo: mirar a los ojos, mantener una postura de frente al interlocutor y una distancia que respete el espacio personal. Además, los gestos deben ser congruentes con lo que se dice.
El tiempo es un activo: “La mejor práctica es contestar en el momento. Sin embargo, nunca es tarde para hacerle saber a la otra persona tu sentir”, sostiene este estudio.