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Un viernes de enero de 1981, Javier Allard tuvo que dividirse entre sus dos pasiones. Se vio obligado a dejar de acompañar a su mujer en el hospital México, con Alejandra, su hija que había nacido esa misma madrugada. Había salido hacia el hotel Camino Real, en la colonia Anzures de la ciudad de México. Semanas antes había preparado a todo su equipo para el lanzamiento de la Displaywriter de IBM, la que sería predecesora de la IBM PC. De alguna manera ya era una computadora personal, pero el término aún no era tan conocido. En cuanto acabó la presentación, regresó al hospital para darse cuenta que no había una ‘máquina’ más perfecta que su hija recién nacida.
En los salones del hotel cerca de Polanco había contados aparatos, “armatostes” diríamos hoy, con un CPU y una caja para discos de ocho pulgadas; una ranura para el programa y otra para el almacenamiento. Aquello era, para los conocedores, el suceso que revolucionaría la computación. Y Javier se había encargado de su lanzamiento y, más tarde, de su comercialización. “Nadie sabía más del producto que yo en México”, me dice con la certeza de quien se capacitó meses antes en Austin, Texas, en las oficinas de IBM.
Nadie se imaginaba que Javier supiera de tecnología. De hecho, en aquellos años, nadie sabía nada de computación porque de aquello solo se tenían referencias de los grupos experimentales de las universidades de Estados Unidos, o bien, de las historias de ciencia ficción, que abusaban más de los tropos que del rigor científico. A Javier le tocó vivir ese momento en el que no había una brecha generacional o digital porque todo aquello apenas comenzaba. Estuvo presente donde comenzaba el nacimiento de la computadora personal.
Hoy, 33 años más tarde, Javier Allard, desde la dirección general de Asociación Mexicana de la Industria de Tecnología de la Información (AMITI), la asociación que busca incrementar la productividad de las empresas por medio de la tecnología, ha puesto varios temas en la agenda pública. Gracias a él y a varios de sus asociados, se ha presionado a los gobiernos para implementar medidas que ayuden al desarrollo de los negocios en nuestro país. ¿Qué significa esto? Que cuando el presidente del poder ejecutivo propone una estrategia digital, es porque anteriormente ya se ha sentado con la AMITI para trazarla “como debe ser”. La planeación e implementación de tal estrategia digital no fue posible sin Javier Allard. Pero, ¿cómo llegó a ser autoridad en este tema? Y, quizá más importante, ¿por qué escuchan a este hombre?
Esa escuela llamada IBM
“La IBM de mis tiempos.” Así le llama Javier Allard a la empresa donde pasó 24 años, durante los cuales la compañía marcó tendencia en el modo de venta y dictaba (a veces imponía) la innovación. Antes de estar en el vocabulario de los vendedores los términos “procesador”, “capacidad”, “programa”, “computadora”, Javier cargaba su maletín con catálogos que mostraban los aparatos que entonces vendía IBM: máquinas de escribir (como la 7282 de esfera, adelantada a su tiempo), impresoras, sistemas de dictados. “Todo lo que se requería en una oficina para administrar los documentos escritos.” Es decir, ya tenía a los clientes, ya conocía sus necesidades, sólo esperaba más y mejores productos de su compañía. Y éstos llegaron.
“La formación de líder me la dio IBM.” Para Javier Allard, IBM es su alma mater. Tenía cursos de coaching y lo entrenaban no solo en la tarea, sino en el desarrollo de las personas. “Aprendí a dedicar tiempo a entender a las personas; hacer las veces de coach, ayudarlos a desarrollar, entender sus habilidades, competencias y deficiencias.” Esa habilidad, el uso de coaching en México era una novedad. Una práctica propia de IBM en el mundo, una muestra que la compañía estaba redefiniendo cómo debía ser una corporación. Y así como te apoyaban, te exigían. “Cada periodo te pedían un objetivo inalcanzable.”
Ahora que le hago preguntas, se queda en silencio un segundo y se da cuenta que desde pequeño tuvo gente a su cargo. “Entré a los ocho años a los boy scouts, estuve como novato en el grupo 46. En la tropa, en el grupo 32. En la prepa llegué a ser líder de patrulla.” De ahí aprendió el valor de la honestidad. “Como boy scout no podías decir mentiras por nada del mundo.” Descubrió que tenía algo de liderazgo, pero después de pasar por la imprenta de su padre y llegar a IBM, la empresa lo catapultó.
“El manejo de la gente es algo técnico, no es genético. Lo puedes aprender cuando te toca manejar gente. Hay líderes natos, por un lado. Pero también está el basado en el poder, como en la política.” Su parte natural, quizá por su manera de ser desenfadada, acompañada por la técnica de dirigir personas lo llevaron a incluso dar clases de liderazgo.
Puente generacional
En una plática durante el primer Foro Internacional sobre la Violencia en internet, Javier parecía fuera de cuadro. Estaba rodeado de personas todas menores que él por cerca de 10 años mínimo. Uno de los temas fueron las nuevas generaciones y viejas generaciones que entran por primera vez a las redes sociales y otras herramientas que, de no preverlo, podrían poner en riesgo la información de identidad. Javier no tiene ese problema. Conoce literalmente internet desde los fierros y ahora está del lado de las propuestas. “A esta edad trabajo con la gente joven y no les pongo barreras para acercarse y platicar conmigo.” Es un hombre puente entre una generación y la otra.
No es difícil verlo sonreír. Javier parece proclive a ajustar su agenda si se trata de platicar de esos aparatos que solía vender, promover, configurar. Si logras que te muestre el video donde aparece hablando sobre el futuro de la computación, tienes asegurados otros 15 minutos de buen humor. Puntos extra si lo convences que te muestre su HP XL100, ese precursor de los smartphones con internet y mensajes de dos vías que cargaba con él en el bolsillo de su camisa.
Incluye en la reunión a alguien especialmente joven que sirva como interlocutor o “aprendiz” de las anécdotas del director general de la AMITI. Su vida laboral puede resumirse en la historia de la tecnología y las comunicaciones. Y sigue aprendiendo.
“En educación no hay punto de saturación”, dijo Thomas Watson, fundador de IBM, y así lo vive Javier Allard. Eso es parte del espíritu que lleva consigo a las oficinas que ocupa. Educación y mucha competencia, dos características de la carrera tecnológica de los últimos 30 años. “Lo peor que te podía pasar en IBM era que un cliente se quejara.” En una empresa con retos muy agresivos, una queja podía costarte parte de tu comisión. El compromiso por la satisfacción era tal que se trataba de uno de los principios de la empresa. “Los éxitos que he tenido después de IBM se deben a la formación de IBM.”
El camino hacia el mapa
“Marco reglamentario, comercial y legal que facilite el desarrollo de negocios.” Esto es lo que promueve la AMITI. Pero para llegar a una propuesta concreta Javier tuvo que sentarse con el consejo consultivo de la AMITI, todos directores generales de empresas de tecnología y comunicación, y delimitar la necesidades más urgentes que catapulten o hagan posibles otras industrias. Esta vez no era ver por sus propios intereses, sino ver cómo la innovación tecnológica podía echar a andar otras industrias. Claro, en el mediano plazo el beneficio también sería para estas empresas.
El diálogo con estos directores de empresas no es sencillo, pero Javier no sólo compartía con ellos el expertise sobre el tema, sino que él mismo había sido empresario. Después de dejar IBM, entró a SkyTel, la firma que ofrecía el servicio de Bíper, el mensajero de una sola vía. Al dejar SkyTel se volvió un distribuidor autorizado y por primera vez sintió el nervio de emprender su propio negocio. A sus 40 años aquello se sintió como un renacimiento, que ahora, años más tarde, le ayuda a ponerse en los zapatos de los empresarios que coordina en la asociación.
Del resultado de aquellas reuniones nació el documento “Visión 2020”, dedicado para el candidato electo Felipe Calderón. La iniciativa no tuvo mayor repercusión, según el mismo Javier Allard me dice, pero tomó nuevos bríos con la actual administración, en un formato llamado “Mapa de Ruta 2025”, el documento base para la ya anunciada estrategia digital, que encabeza Alejandra Lagunes. Es decir, años de trabajo al fin se pondrán en práctica.
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Antes de dejar su oficina en Paseo de la Reforma, me muestra un video de los ochenta donde aparece, como parte de IBM, hablando de la importancia de las computadoras en el futuro como herramientas de trabajo y de entretenimiento personal. En la entrevista que le hacen (aparentemente de Imevisión, la antigua cadena de televisión oficial del gobierno) habla del futuro con tal familiaridad que era claro que lejos había quedado el joven que vendía máquinas de escribir. Eso sí, todas las profecías que mencionó en aquella entrevista, se han cumplido. Eso es visión.