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Los datos sobre el comportamiento de la economía en México se han estado revisando. Las estimaciones previstas en los Criterios de Política Económica para 2013, con base en los cuales se estableció el Presupuesto de Egresos de la Federación, se han corregido fuertemente a la baja. Igual ha sucedido con las estimaciones del banco central. En días pasados el INEGI dio a conocer los resultados de sus indicadores sobre el comportamiento cíclico de la economía del país.
El denominado Indicador Coincidente, que permite observar el estado general que guarda la economía, presenta como en meses previos una ligera contracción. Se registra una disminución en la actividad económica, considerando el comportamiento del producto interno bruto, el volumen físico de la actividad industrial; así como, el índice de ventas al por menor en establecimientos comerciales, el número de asegurados permanentes en el IMSS, la tasa de ocupación parcial y la desocupación. El comportamiento de este indicador con datos a julio de 2013 da cuenta de una disminución sistemática de la economía del país desde finales del año pasado.
En el informe sobre las Perspectivas de la Economía Mundial de octubre de 2013, el Fondo Monetario Internacional (FMI) revisa a la baja sus estimaciones de crecimiento del producto interno bruto de la economía de México. La proyección para 2013 es de un crecimiento del PIB del 1.2%, lo que implica una reducción en 1.7% con relación a la proyección previa publicada en julio del año en curso.
Sin entrar a discutir si existen los elementos para sostener que la economía se encuentra en recesión, lo inobjetable es la pérdida sostenida en la capacidad de crecimiento. Entre las causas que destaca el FMI para explicar el mucho menor crecimiento del PIB en 2013 están la reducción en el gasto público al inicio de la actual administración federal y la menor demanda de productos exportados desde México en Estados Unidos.
La relación de la economía del país con Estados Unidos es un dato estructural y sin duda uno de los resultados de las reformas económicas realizadas desde finales de los años 80 del siglo pasado.
Como ha ocurrido en años previos la disminución en las exportaciones hacia Estados Unidos, en particular de las exportaciones manufactureras, implica menor dinamismo en la economía de México. El crecimiento fundado en las exportaciones manufactureras concentradas en pocas actividades económicas y con un destino ampliamente mayoritario hacia la mayor economía del planeta tiene pobres resultados en el largo plazo.
La desaceleración en Estados Unidos se trasmite de inmediato hacia el otro lado del Río Bravo y dada la continuidad en la política del equilibrio fiscal implica el ejercicio de un gasto público que profundiza la desaceleración de la economía.
En el largo plazo se observa una menor capacidad para que la economía de México crezca. En los años 80, a partir de la crisis de la deuda externa y hasta el año previo en que entró en vigencia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el PIB por habitante decreció. En los años posteriores no existe una recuperación de la capacidad de crecimiento. Incluso es menor el aumento en los años más recientes que en el triodo inmediato a la puesta en marcha del TLCAN.
Con las estimaciones recientes del FMI para el año 2013, en el periodo que inicia en 2006 a la fecha el PIB por habitante apenas habrá crecido en 0.5%. Esta es la misma cifra si consideramos el plazo que va del año 1981 al año 2013. En conjunto, una economía que no tiene capacidad de crecimiento.
Como se observa en la gráfica adjunta, el PIB por habitante en términos reales es casi el mismo en el año 2000 que el previsto para 2013. Aún más, la diferencia entre 1981 y 2013 es mínima. Insistir en el modelo económico construido en los últimos lustros, en particular a partir del inicio de la década de los 90, no va ha modificar el comportamiento de largo plazo de la economía del país y por tanto se profundizará la estabilidad de la economía, pero también el estancamiento. En ese contexto es imposible disminuir la desigualdad social.
*El autor es académico del Departamento de Economía de la UAM-Iztapalapa