Es una pregunta difícil pero sumamente pertinente para estas épocas: ¿Qué hará esa generación que hoy está en sus 30 cuando sus padres ya no estén? Las cosas han cambiado. Si antes el grueso de las personas a sus 20 estaban ya casados y tenían hijos, hoy la realidad para esta generación suele ser distinta.
Una parte vive con sus padres hasta entrados sus 30, no quiere tener hijos ni casarse, y en general, tiene una mayor dependencia hacia el nido familiar. ¿Por qué? Muchas razones hacen que esta generación dependa más de sus padres que lo que lo hacían los suyos dependieran de sus abuelos.
“La adultez joven ha cambiado dramáticamente desde mediados del siglo XX. Las investigaciones de las últimas dos décadas han documentado esta reestructuración, reetiquetando los últimos años de la adolescencia y los 20 bajo términos como ‘transiciones a la adultez’ o ‘adultez emergente’”, explica el estudio Millennials y sus padres: implicaciones de la nueva adultez joven para adultos de mediana edad, el cual ahonda en cómo transforma la vida de ambas generaciones esta dinámica.
Es decir, que de los 18 a los 30 ha pasado de ser la adultez para convertirse en un periodo interino de considerable heterogeneidad, pero en el que la gente joven es menos propensa de alcanzar las señas tradicionales de adultez, tales como completar la educación, el matrimonio, la mudanza de la casa paterna y tener un trabajo con seguridad social. Los que lo hacen, lo logran a edades más avanzadas, según documenta este estudio.
De acuerdo con datos del Pew Research Center, hoy los millennials son tres veces menos propensos a nunca a haber estado casados que la generación del silencio, es decir, que sus abuelos. Mientras que en la década de los 60, las mujeres estaban casadas a los 21 y los hombres a los 23. Casi 60% nunca se ha casado.
En cuanto a vivir en casa de sus padres, otro análisis de ese mismo centro sostiene que los adultos jóvenes hoy viven más en casa de sus padres y de manera más prolongada comparado con sus padres.
En comparación con la generación X, 5% más vive en casa de sus padres y en cuanto a sus abuelos —la generación del silencio—, casi duplican la cantidad de jóvenes que viven bajo el techo de sus padres.
En México, la situación es similar. Según la última Encuesta Nacional de Juventud, 74.9% de los más jóvenes, es decir, de los que tienen entre 15 y 19 años, viven con sus padres. La edad promedio a la que se salen los jóvenes en México también es cada vez mayor, hoy es de 28 años. Pero no es que no quieran salirse, sino que no les alcanza. Esto sucede por varias razones, por los sueldos tan bajos que hay en este país, pero también por el aumento de todo lo que implica salirse, entre esto, las rentas.
De acuerdo con un análisis de Dada Room con datos del Inegi y de la Secretaría del Trabajo, el aumento de la relación entre el costo de las rentas y el ingreso promedio de los jóvenes no es proporcional. Mientras que en los últimos cinco años a escala nacional hubo un alza promedio de 3% en el costo de la vivienda alquilada —el cual puede llegar a ser hasta de 9% anual en la Ciudad de México—, la tasa de crecimiento anual del ingreso de un profesionista es de 1.4%.
Esto no sólo sucede en México, sino que es un fenómeno a escala mundial, dice Antoine Peoruze CEO de Dada Room, una plataforma que ayuda a buscar compañeros de cuarto afines en intereses. De hecho, se ha vuelto prácticamente imposible poder vivir solo, apunta Antoine.
Las cosas son distintas en cada ciudad, pero si hablamos de la capital, las cosas son mucho más radicales. Según este mismo sitio, el precio promedio de una habitación compartida en la ciudad de México es de 5 mil 300 pesos. Sin embargo, 35% de los anuncios que existen en la plataforma superan este precio, sobre todo en Santa Fe y la Condesa.
En contraste, el sueldo promedio en el país de un recién egresado es de 6 mil 870 pesos, lo que representaría casi 100% de lo que gana. Rentar algo propio se ha vuelto prácticamente imposible.
Sin embargo, las cosas no resultan sencillas. Lo alto de las rentas en el país y lo bajo de los sueldos se convierten en una combinación nociva que mantiene a muchos jóvenes sin poder independizarse.
Así, vivir con sus padres se considera cada vez más una opción de vida o al menos se prolonga más tiempo, en lo que los jóvenes mejoran sus ingresos y salen de casa.
En países industrializados, esta corresidencia ha aumentado en las últimas décadas. En consecuencia, los lazos entre ambos se fortalecen. Este fenómeno dio pie a la teoría de solidaridad intergeneracional, la cual ya desde principios de la década de los 90 preveía que las relaciones multigeneracionales se volverían más relevantes, por encima del modelo de familia nuclear de dos padres biológicos e hijos.
¿Y para los padres?
Estos jóvenes prolongan su estadía en la casa de sus padres, lo cual, a su vez, implica una prolongación de la paternidad para los padres que reciben a estos chicos que no se van de sus casas. “Las implicaciones de la crianza de los hijos adultos jóvenes permanecen poco conocidas”, explica el estudio publicado en Innovation in Aging. Este estudio sugiere que la participación de los padres que están en esta situación puede tener implicaciones a largo plazo en su bienestar, ya que los eventos que suceden en la vida de sus hijos les pueden afectar a ellos.
Lo que es una realidad es que el involucramiento de los padres con los hijos adultos se “ha incrementado de manera dramática en las últimas décadas” en lo que respecta a corresidencia e intimidad con sus hijos.
Según una encuesta citada en este análisis, al menos la mitad de los padres tienen contacto con sus hijos de manera diaria. Pero no sólo es el contacto que puedan tener, sino el apoyo que les dan a sus hijos adultos. Ellos los apoyan económicamente —les dan alrededor de 10% de su ingreso—, lo cual puede aumentar en las clases más altas.
“Los jóvenes se enfrentan a demandas considerables para afianzarse en el mundo de los adultos (por ejemplo, en la educación, trabajo, o incluso en los lazos románticos) y en respuesta, los padres ofrecen ayuda como por ejemplo al hacer citas con el médico, dando consejos y apoyo emocional”, explica este estudio.