El mensaje es claro, el desempeño de la economía no solo es algo coyuntural, es un nuevo llamado de atención para quienes han diseñado la política económica durante los últimos 30 años, en donde el resultado final es un crecimiento que en promedio no da más de 2.5%. La modesta cifra de crecimiento en el primer trimestre de 2014 (1.8%) confirma el desafío extraordinario de intentar romper la inercia de un modelo que no está diseñado para generar progreso productivo y bienestar social.
La información de coyuntura permite identificar que el país ha vuelto a caer en su bache recurrente, nuevamente vive un periodo de “Estancamiento Estabilizador”. Lamentablemente el ciclo económico derivado de la información publicada por el Inegi permite aseverar que durante el primer trimestre del año el desempeño del aparato productivo fue modesto, lo cual lo ubica por debajo de sus capacidades potenciales. Lo descrito se traduce en desempleo y subutilización de la infraestructura. Lo último implica que las empresas tienen en una baja rentabilidad de la inversión realizada durante los últimos años, cuestión que además inhibirá la adquisición de maquinaria y construcción de nueva infraestructura para los años subsecuentes.
El país requiere elevar sus niveles de competitividad y productividad, pero sin mayor inversión privada ello no será posible. El desafío no es menor, como ejemplo se tiene a la cifra publicada por Instituto Internacional para el Desarrollo Administrativo, en el 2014 México se encuentra en el lugar 41 de 60 países en su reporte de Competitividad Mundial (en el 2013 se ubicó en el lugar 32).
La debilidad del ciclo económico incide negativamente en el mercado laboral, propicia inestabilidad económica y social. El desempleo y la precarización del trabajo tienen una fuerte incidencia sobre la convivencia social. El empleo representa la manera en que las personas obtienen el sustento familiar para su alimentación, vestido, educación, salud y transporte, por citar algunos elementos significativos. En conjunto dichas variables sintetizan las necesidades vitales que los trabajadores y sus familias deben atender por medio de un empleo. Un buen empleo, con un salario remunerador, es fuente de estabilidad familiar y social, su ausencia representa un desafío para ello.
Con el ciclo del Producto Interno Bruto (PIB) a la baja y la información de la Encuesta de Ocupación y Empleo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), se puede aseverar que la desocupación no cede y que el empleo generado es de menor calidad al de hace un año. Si bien la tasa de desocupación fue similar a la de trimestres previos las remuneraciones no lo son.
Asociado con el modesto crecimiento del PIB total se tuvo un incremento de solamente 1.6% en el sector industrial y de 1.8 en el sector de los servicios, los dos inferiores a la capacidad potencial del país. Con ello los ciclos de dichos sectores también se encuentran en la parte negativa de su evolución.
La baja dinámica de los ciclos explica por qué existió un retroceso en la ocupación laboral de aquellas personas que perciben más de tres salarios mínimos (una disminución de (-) 750 mil respecto a lo que se registró durante el primer trimestre del 2013): menor crecimiento implica un bajo valor agregado, lo cual merma las posibilidades de contratación para personas educadas y calificadas. De igual manera provoca una caída en las remuneraciones que se pagan a las nuevas contrataciones. En contrasentido se tuvo un aumento de personas que ganan menos de 3 salarios mínimos (1.2 millones de trabajadores adicionales).
El resultado del PIB resume la precarización laboral vinculada con un ciclo económico que se encuentra en su fase negativa. El mensaje que ello debería transmitir es que las reformas estructurales y el gasto de gobierno no han incidido sobre la evolución de la economía y que es momento de un programa contingente para impulsar el crecimiento.
* Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico.