Estudiar una licenciatura, luego una maestría en administración de empresas y emprender el camino para subir la escalera corporativa es algo que quedó atrás.
La realidad es que el mundo se ha vuelto mucho más complejo, la vida laboral es menos lineal y muy probablemente demos varios giros a lo largo de nuestra carrera, trabajemos para varios empleadores e incluso tendremos que cambiar de industria en una o en varias ocasiones.
Así describe el panorama laboral en su libro Cosmopolitan Managers, Santiago Íñiguez, director de la IE Business School, una de las mejores escuelas de negocios del mundo, situada en Madrid, España, el cual pone el acento en la importancia de prepararse para la incertidumbre de la era del conocimiento en la que vivimos.
Ante esto, Íñiguez propone la formación de líderes cosmopolitas, de profesionales con habilidades esenciales, como la de emprender, estar comprometidos socialmente, y con una visión balanceada del mundo que esté fundada en gran medida —más allá de los conocimientos técnicos— por las humanidades, como el arte, historia e incluso filosofía.
“Hacen falta directivos y ejecutivos cultivados y comprometidos porque la actividad empresarial tiene un impacto social que no se puede desdeñar y que hace falta abrazar desde la dirección general”, explica el autor en entrevista con EL UNIVERSAL.
Dice que los líderes deben ser capaces de tomar decisiones difíciles sin perder la humanidad. ¿Cómo conservarla en este mundo que plantea decisiones tan difíciles?
—Esa humanidad se manifiesta en las relaciones interpersonales, en cómo los directivos se relacionan y tratan a otras personas, a los trabajadores, a sus subordinados, accionistas, en general, a todas las partes interesadas. El activo más valioso en la economía del conocimiento en la que vivimos es el recurso humano, las personas.
La mejor manera de cultivar la lealtad de las personas es cultivando esa humanidad, tratando a las personas con igual consideración y respeto, entendiendo cuáles son sus necesidades de desarrollo profesional y personal.
Se es más humano tratando de satisfacer esas necesidades dentro de la empresa mediante, no solamente retribuciones justas sino con programas de formación. Con humanidad no me refiero a paternalismo, maternalismo o bondad.
Pienso que hace falta tratar a las personas con respeto, y que es perfectamente compatible ser amigo que ser jefe. Frente a muchos autores que piensan que el trabajo es incompatible con la amistad y que incluso es contradictorio porque hace falta exigir a los subordinados, yo pienso que es absolutamente compatible, que incluso es bueno cultivar relaciones de amistad porque al final dedicamos 80% de nuestro tiempo al trabajo y si no somos capaces de hacer amigos ahí, será difícil tener amigos en otro sitio.
¿Se trata sólo de llegar a la cima corporativa o de disfrutar el camino?
—Ronald Dworkin, un profesor de Oxford que fue mi profesor, hablaba sobre el sentido de la vida personal y la importancia de valorar la travesía. Hace falta disfrutar mientras se intenta el logro de esos objetivos, porque una de las claves para triunfar en el mundo de la empresa, y en general, en cualquier profesión, es la de tener un sentido casi deportivo e intentar las cosas varias ocasiones.
Es algo muy característico de los emprendedores que han fracasado muchas veces antes de dar con el éxito. El éxito prematuro es algo muy excepcional, lo normal es que las carreras profesionales alcancen el éxito al cabo de muchos intentos y si uno no aprende a disfrutar en el esfuerzo, realmente se es infeliz.
Es muy importante elegir la profesión con la que se esté satisfecho, para disfrutar el trabajo y no distinguir de manera muy exagerada entre la vida profesional y la vida privada, porque creo que es muy difícil establecer una frontera entre ambos ámbitos.
Muchos especialistas hablan de la importancia de separar la vida privada de la profesional. ¿Realmente es posible?
—Lo ideal es disfrutar de ambos ámbitos y es bueno que exista una cierta interferencia entre ambas para que no se esté deseando o estar en el trabajo o en casa. En los últimos tiempos se ha enfatizado en separar muy claramente la esfera personal de la profesional, pero eso genera una tensión entre la familia o del propio individuo de intentar cumplir en ambos ámbitos. Lo ideal es que haya una continuidad natural entre uno y otro espacio. No es malo planificar la actividad un domingo cuando se está en casa para llegar el lunes de una manera natural y no traumática. De manera que trabajar un poco el fin de semana lo hacen ya muchos directivos porque cuando se adquieren ciertas responsabilidades es inevitable.
¿Cuál es actualmente la principal área de oportunidad en materia de liderazgo para los directivos?
—La capacidad más importante para un líder en una empresa es la de relacionarse con otras personas, es decir, la inteligencia emocional, es el atributo fundamental, es esa capacidad de entender los sentimientos de las personas, de poder alinear sus aspiraciones con los objetivos de la empresa. Muchas veces se ha sobreestimado la inteligencia analítica, la que nos lleva a memorizar, hacer ecuaciones, y se ha subestimado la inteligencia emocional, que es la capacidad para generar empatía, para dirigir a otras personas y saber sacar lo mejor de ellas. Tenemos que cambiar nuestro concepto de inteligencia, al menos como lo aplicamos a la vida profesional.
El liderazgo consiste más en esa capacidad para tener ascendencia sobre los demás y poder dirigir personas hacia un fin y no tanto con ser un genio un área particular. Por supuesto que cuando confluyen los dos tipos de inteligencia pues estamos ante un caso excepcional de líder.
¿Esta inteligencia emocional se puede desarrollar?
—Todas las capacidades humanas, frente a lo que se podía haber pensado a mediados de siglo XXI, cuando toda la psicología apuntaba a que el peso de la genética era determinante en el carácter de las personas y en las formas de inteligencia, pueden desarrollarse.
La ciencia y la experiencia también lo muestran. Nosotros desde las escuelas de negocio vemos cómo es posible aprender a ser emprendedor, a ser líder. Lo más importante es que haya una disposición favorable por parte de la persona, porque no depende de un gen.
Al final, el entorno familiar, la educación y el entorno profesional es el que determina que una persona sea líder o emprendedor mucho más que la genética.
Entonces, ¿todos tenemos una oportunidad?
—Lo más esperanzador es que todo se puede aprender con disposición y voluntad. Lo vemos en atletas con discapacidades, que a veces alcanzan velocidades mucho más rápidas que otros atletas sin discapacidades. Hay experimentos científicos que demuestran que la asistencia a programas educativos en la edad adulta regenera el cerebro y genera nuevas neuronas.
Hay mecanismos al alcance de nuestra mano que permiten regenerar nuestra estructura cerebral y regenerar nuevas neuronas.