La carrera científica de Richard Thaler que le llevó al Nobel comenzó al esconder un cuenco de nueces de la India en la cocina de la enorme casa en la que vivía como estudiante de la Universidad de Rochester. El economista estadounidense que ganó el Nobel de Economía este año por sus “contribuciones a la economía del comportamiento” —una rama de la economía del que él es considerado el padre— cuenta que cuando era estudiante en esa universidad —en donde obtuvo sus estudios de maestría y de donde se doctoró en 1974—, él tenía compañeros de piso, con los cuales compartía un problema con las nueces de la India: Comían muchas y sin poder parar. Un problema de autocontrol al cual Thaler le buscó solución, primero inmediata, y luego científica.
“Si las nueces no están enfrente de ti, estás menos tentado a comerlas. De hecho, si te tienes que levantar y caminar hasta la cocina, y caminar a través de la gran casa como en la que yo vivía cuando era estudiante, terminas comiendo poco. Perspicacia, ¿no? He estudiado cosas como esas durante años”, cuenta en una llamada con Jeff Sommer, el editor de la sección del periódico New York Times, para la cual escribe Thaler, un economista que ha sido considerado disruptivo y que además, se cuenta tiene buen sentido del humor.
Luego de que Sommer lo felicitó vía correo, Thaler le contestó con un “¡Feliz de hablar! ¡No hay columna esta semana!”. Así, Sommer terminó entrevistando al “irreverente pionero del cada vez más importante campo de la economía del comportamiento”, como él mismo lo describiría en uno de sus textos.
En ese texto, precisamente, Sommer contaba el caso del orinal y la mosca, uno de los mayores ejemplos de lo que Thaler ha estudiado durante las pasadas cuatro décadas: La manera en la que la gente, dada su irracionalidad, necesita de “pequeños empujones” para tomar mejores decisiones, no sólo al hablar de dinero, sino en la vida en general.
Para lograr un objetivo, todos necesitamos una ayudadita. Una mosca pintada en un urinario en los baños del Aeropuerto de Schiphol, en Amsterdam con el objetivo de que los hombres “le atinen” al objetivo y deje de crearse un desastre en el piso de los sanitarios es el ejemplo favorito de Thaler para explicar cómo un “pequeño empujón” (el nombre de uno de sus libros, “Nudge”) puede cambiar el comportamiento de las personas.
La idea de la mosca fue de Aad Kieboom, un economista que dirige la expansión de ese aeropuerto como parte de un experimento para evitar que la orina se desparramara por los suelos, y que funcionó logrando una reducción de 80%, sin embargo, Thaler la usa para explicar que “todo importa” para cambiar la forma de tomar decisiones.
En Nudge (Un pequeño empujón, en español), uno de sus libros más afamados, Thaler trata de ayudar a la gente a mejorar su toma de decisiones no sólo de dinero, sino de salud y las mismas relacionadas con la felicidad, justamente una de sus mayores contribuciones. “Thaler no sólo ha demostrado en sus investigaciones que somos irracionales y el por qué, sino que tomó provecho de esas investigaciones para generar arquitecturas de la decisiones y mejorar el bienestar de las personas”, explica Carlos Santoyo, profesor de tiempo completo en la UNAM.
Contesta estas dos preguntas. 1. Asume que has estado expuesto a una enfermedad que si la contraes te orilla a una muerte sin dolor dentro de una semana. La probabilidad de que tengas la enfermedad es 0.001. ¿Cuánto es lo máximo que estarías dispuesto a pagar por una cura?
Y la dos. Supón que se necesitan voluntarios para la investigación de la enfermedad anterior. Eso requeriría que te expusieras a una probabilidad de 0.001 de contraer esta enfermedad. ¿Cuál es la cantidad mínima para ser voluntario de este programa?
Muy probablemente exigirías mucho más para ser voluntario de este programa que de lo que pagarías por una cura de una enfermedad que tienes la probabilidad de 0.001 de contraer. Es decir, pagarías mucho menos por “adquirir” salud que por “venderla”.
¡Pero para ambas es la misma probabilidad! ¿Qué pasó? Ambas son preguntas que Thaler hizo en una investigación realizada en 1980, y encontró que las personas valoran más las cosas que poseen que aquellas que no poseen, a lo que llamó efecto de dotación (endowsment effect), según se explica en el documento en el que la Real Academia Sueca de Ciencias justifica la entrega del premio.
Otro ejemplo: Thaler cuenta que un amigo suyo sufría fiebre de heno terrible cuando podaba el césped. Él le preguntó que por qué no contrataba a alguien para que lo hiciera por él. Su amigo contestó que eso costaría 10 dólares y no lo pagaría. Entonces, Thaler le preguntó que si cortaría el césped de su vecino por 20 dólares. El amigo lo haría y no por 50 sino por 20.
“En la economía tradicional, eso no tiene sentido”, explica en la llamada telefónica con su editor. La paradoja: Su amigo era economista igual que él. El precio de la oferta y de la demanda debería de ser aproximadamente lo mismo, de acuerdo con la economía, sin embargo, su amigo, que la ejercía, no pensó de la forma en la que los economistas deben pensar, explica el científico en la entrevista con el diario estadounidense.
Este afán de retar a la misma ciencia que profesa y de incorporar suposiciones sicológicas realistas al análisis económico de la toma de decisiones quizá sea una de las razones por las que varios destacan sus contribuciones como controversiales. Por explorar las consecuencias de la “racionalidad limitada”, las preferencias sociales y la falta de autocontrol es que la academia sueca le dio el Nobel.
“En total, las contribuciones de Richard Thaler han construido un puente entre el análisis económico y sicológico de la toma de decisiones individual. Sus descubrimientos empíricos y sus puntos de vista teóricos han sido fundamentales para la creación del nuevo y rápidamente creciente campo de la economía del comportamiento, que ha tenido un profundo impacto en muchas áreas y en política económica”.
En este último campo, el de la política económica, una de las contribuciones más reconocidas del científico estadounidense es SMART (Save More Tomorrow), un sistema que le ha dado un “pequeño empujón” a miles de trabajadores en su carrera hacia el retiro.
En 2005, al darse cuenta de que los trabajadores estadounidenses estaban ahorrando menos, ideó un sistema que aprovechaba la inercia y la apatía de los mismos trabajadores al inscribirlos de una manera automática y en la que difícilmente tendrían la voluntad de salirse.
Se les entregaba una forma en la que se les indicaba que habían sido inscritos al plan de ahorro a menos de que ellos activamente llenaran una forma para evitarlo. Adicionalmente, para mitigar que los trabajadores contribuían muy poco de inicio, este sistema planteaba también un escalamiento automático de contribuciones a lo largo del tiempo, con lo que logró que las tasas de ahorro subieran de 3.3 a 13.6%.
Hoy, las contribuciones de Thaler son ampliamente usadas a lo largo del mundo. El científico no tiene exactitud de datos pero afirma que según un conteo del Banco Mundial en 75 países alrededor del mundo las personas ya están usando sus ideas.
¿Y respecto a los 9 millones de coronas suecas a las que le hizo acreedor el Nobel? Thaler asegura para el Times que se las va a gastar de la forma “más irracional posible”.