Un sábado, Natalia le propuso a su novio que fueran al cine y a cenar, y la respuesta que recibió, la dejó helada. –Claro, como tú ganas mucho, quieres salir otra vez.
Le sorprendió que él le contestara eso, porque sentía que no le estaba pi-diendo nada muy caro o que estuviera fuera de sus posibilidades.
“Ya mejor te callas y le preguntas entonces qué es lo que quiere hacer, pero pensaba que si él era un ganapán, no era mi problema. Enoja, pero en el momento no lo ves tan grave”, cuenta Natalia, una especialista en recursos humanos que tiene 30 años pero ha pasado por numerosos puestos altamente remunerados y que ganaba más que su novio de ese tiempo.
Otra escena: Cuando pensaron en buscar casa para irse a vivir juntos, él no quería que ella pagara. “Él quería que la casa estuviera a su nombre. Como poniéndose en su rol de macho alfa proveedor”, cuenta ella. Pero una cosa era lo que él quería y otra la que él podía, porque en la realidad, a él no le alcanzaba para hacerlo y la cosa empeoraba porque a él la situación realmente le enojaba y le hacía sentir menos.
Esas cosas molestaban a Natalia y al final, la pareja terminó rompiendo y hoy ella está en planes de boda con su pareja actual, con el cual las cosas son muy distintas. “Es diferente con él porque yo quiero que él se haga cargo de cosas, pero él dice que ‘igualdad es igualdad’ y no se hace cargo. Al final son cuestiones internas mías. De repente está bonito ser la damisela en peligro”, cuenta entre risas.
Que las mujeres ganen menos que los hombres hoy, por desgracia, es casi una regla. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en un estudio sobre igualdad de género, cuando las mujeres trabajan, son más propensas a hacerlo a tiempo parcial, tienen menos probabilidades de avanzar a puestos directivos y es muy probable que se enfrenten a discriminación.
Depende de la industria, pero hoy ellas pueden llegar a ganar alrededor de 15% menos que ellos. Y esto parece que no va a terminar pronto. Según estimaciones del Foro Económico Mundial, tardará 100 años cerrar la brecha de género en 106 países, comparado con la medición del año pasado, la cual apuntaba a que serían 83 años. Es decir, que la cosa va empeorando.
Pero hay excepciones al status quo, como Natalia. Ella pidió cambiarse el nombre pero la situación es real y la reacción de su antigua pareja, por desgracia, no es una excepción, sino más bien es bastante común.
“Estas fórmulas en México no tienen éxito en ninguno de los ámbitos”, asegura Arleth Leal, directora asociada de la empresa especializada en recursos humanos, Red Ring, la cual en su día a día de reclutadora, lidia con casos de este tipo todo el tiempo. A la hora de contratar, sobre todo en puestos ejecutivos, se encuentran con tres perfiles: la mujer divorciada, la soltera o la casada pero gana más que el marido.
“Muchas veces, al preguntarle, la mujer divorciada, contesta que lo es porque su pareja no pudo asimilar que ella ganara más o tuviera un mejor puesto que él; la soltera está soltera porque dicen que a los hombres les da miedo porque la ven muy ejecutiva. Son socialmente rechazadas”, explica. Esta situación se suele dar en gran medida en puestos ejecutivos, y quizá no sea tan común debido a varios factores. Tanto que las mujeres hoy ganan menos, como que son pocas las que llegan a estos puestos.
No llegan tan alto de manera común porque todavía persiste este “techo de cristal”, esa barrera velada que impide que ellas ocupen puestos ejecutivos o que lleguen incluso a la dirección de la organización, ya sea porque ellas deciden estancarse para cuidar a sus hijos o porque el mismo sistema no las deja subir. Según un estudio de Deloitte, las mujeres ocupan sólo 15% de los puestos en consejos de administración.
No es nada fácil para las mujeres llevar esta situación y es que al final, lleva a la infelicidad. De acuerdo con un estudio de la University of Chicago Booth School of Business que analizó a 4 mil parejas casadas, en cuanto una mujer empezaba a ganar más dinero que su esposo, la tasa de divorcios aumentaba. El monto por el cual los superaba no hacía la diferencia. Los investigadores encontraron que el hecho que importaba era que ella ganara más.
Y a la inversa. Las tasas de matrimonio declinaban cuando una mujer tiene el potencial de ganar más que su marido. Ahí está la respuesta a por qué las solteras ejecutivas están solas.
“Cuando una mujer gana más, aumenta la probabilidad de infelicidad”, concluye el estudio. El porcentaje de personas que reportaban estar “muy felices” con su matrimonio declinaba cuando la mujer ganaba más que el hombre. Pareciera que ellas lo sienten y actúan en consecuencia, porque según un estudio de Accenture, 48% rechazó algún puesto laboral debido al impacto que puede tener en su vida laboral y personal.
Así, en la vida profesional, las mujeres se enfrentan a muchas disyuntivas. Primero, a la de continuar su carrera y escalar peldaños o la de casarse y tener hijos, porque es una realidad que todavía el entorno laboral es poco flexible y las orilla a tener que tomar estas decisiones.
Quizá no deciden salirse de trabajar pero renuncian a seguir escalando para tener menos responsabilidades en el trabajo y con ello poder atender a su familia. Pero no se acaba ahí. Las mujeres que decidieron romper ese “techo de cristal” autoimpuesto, a la hora de llegar a estos puestos bien remunerados se enfrentan a que sus parejas no lo toman del todo bien.
“Al lograr llegar a esta posición, se debe superar con la familia, porque para ellos no suele ser una situación muy bien vista. Tienes que ver cómo manejarlo para que no afecte la relación”, explica la experta.
Y esto puede generar distintas situaciones. Por ejemplo, que algunas mujeres que ganan más, para compensar frente a sus parejas esta situación, realicen esfuerzos de más en otras áreas, como la de realizar una mayor parte del trabajo doméstico.
“(Esto) tal vez para compensar su discrepancia respecto a las normas de género tradicionales en el pago, lo que sería un ejemplo del comportamiento conocido como hacer género”, según explica de manera somera un informe de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos en un informe de igualdad de género. El estudio Identidad de género e ingresos relativos dentro de los hogares , encontró que las mujeres que son muy exitosas en su trabajo “pagan” por este éxito en casa, para abatir este cambio en los roles tradicionales.