A los 44 años, después de estar trabajando más de 20 años en diferentes lugares, principalmente en el sector bancario, donde permaneció durante 15 años, Óscar de repente se encontró sin empleo.

“El punto es que ni por parte de la empresa, ni de uno mismo reflexionas en que un día te puede pasar, y cuando te pasa, te enfrentas a lo desconocido, y lo desconocido siempre nos da miedo. Vives un proceso de duelo que puede ser muy rápido o muy largo, y eso depende de la red de relaciones que hayas hecho mientras estas trabajando”, afirma.

Un punto en su contra, dice Óscar, fue la edad, “porque cuando rebasas los 40 años es más difícil conseguir un empleo, porque la mayoría de las empresas en el país no reconoce la experiencia laboral, y es más pesado cuando no se cuenta con títulos universitarios que avalen tus conocimientos”, como era su caso.

“El mercado está enfocado en gente más joven, que tenga título, que tenga idiomas, en unas habilidades que a la mejor yo no las tengo desarrolladas, aunque tenga desarrolladas otras”.

Frente a todos estos problemas, Óscar buscó reinventarse, tratando de encontrar lo que realmente quería hacer, independientemente de toda la experiencia laboral que tenía.

“Entonces, me di cuenta que me gustaba hacer artesanías, hacer el pan, manejar, tener un coche, ser chofer, lo disfruto, y entonces deje de buscar en la parte financiera donde había trabajado durante mucho años”.

Así, se decidió a llevar a cabo una empresa propia relacionada con las artesanías navideñas y elaborar pan casero, porque era algo que le daba mucha satisfacción y le traía buenos recuerdos de cuando era niño.

Pero no contaban con suficientes recursos. Hicieron networking, coworking, empezaron a mandar mensajes por internet, adecuándose a las circunstancias. “Lo que hicimos fue refugiarnos en las redes sociales. Cuando te encuentras en una situación tan vulnerable, tienes que sacar lo mejor de ti”, comenta.

Los emprendimientos de Óscar pudieron darle un sustento durante varios años, hasta que llegó la inseguridad a su entorno. Un grupo del crimen organizado les empezó a pedir dinero si es que querían seguir, por lo que tuvieron de cerrar su negocio.

Ahora Óscar tiene 58 años y se ha dado un tiempo para pensar qué puede hacer. Él y su amigo son adultos mayores, por lo que el mercado laboral no los acepta y la inseguridad les tiró su negocio.

“El mercado dice que no, pero en México tiene que pasar lo que está pasando en Europa, que las empresas ya están volteando a ver las canas”, considera.

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