La palabra “hubiera” no existe para Gabriel Anaya Serrano, porque, asegura, el mundo de los negocios está lleno de riesgos y al final del día, lo importante es lo qué uno hace y seguir hacia adelante, disfrutando del éxito o enfrentando las dificultades.

“La palabra ‘hubiera’ no existe en mi diccionario (…) si hubiera hecho esto, o si hubiera hecho aquello (…) bueno, pero no lo hice, entonces lo que pasó atrás, en el pasado, finalmente ya pasó”, afirma.

En entrevista, el empresario considera que la vida laboral te impone retos que hay que afrontar, y ante ello, lo fundamental es encontrar la forma de que las dificultades que se presenten no afecten tu vida personal, porque la familia y los seres queridos son el motor que muchas veces te permite salir adelante.

“Estoy muy consciente de que cuando uno es empresario, uno corre muchos riesgos, y tengo la ventaja, creo, que todas las vicisitudes que tuve no me afectaron desde el punto de vista personal, sino al contrario me obligaron a tomar decisiones”, afirma.

Gabriel Anaya nació en Aguascalientes. De niño vivió en Guadalajara, Jalisco, donde estudió de educación básica y preparatoria.

En la capital jalisciense inició su formación profesional, pero por motivos familiares se trasladó a la ciudad de México, donde concluyó las carreras de ingeniero químico y de químico industrial, en 1961.

Primer intento

Luego de terminar sus estudios profesionales, Anaya Serrano puso una pequeña empresa junto con algunos compañeros de la universidad. “Mi primera intervención como emprendedor”, expone.

Desafortunadamente en esa época, la falta de capital, de muchos conocimientos y de experiencia, hizo que el proyecto no se concretara.

“Empezaba en la ciudad de México, fuimos una fabriquita de polietileno expandible, pero fracasamos por falta de experiencia y de dinero, porque en aquella época los apoyos del gobierno prácticamente no existían como ahora”, recuerda.

De esta forma, el ingeniero ingresó a Condumex, y en 1969 se fue a Guadalajara donde lideró un proyecto de la firma para instalar una fábrica de conductores eléctricos.

“Una vez que nos regresamos a Guadalajara, llegué como gerente de operaciones de la empresa, y me encargué de la construcción de la fábrica, de la contratación de personal, del arranque de la producción, prácticamente de todo”, expone.

En 1979, la misma empresa le pidió que viajara al estado de Querétaro para iniciar la operación de una fábrica de arneses automotrices, la cual tuvo hasta 900 trabajadores.

Luego de 19 años de trabajar en Condumex, Don Gabriel salió de la empresa, y regresó a Guadalajara para incorporarse a otra compañía, donde laboró por corto tiempo.

Pero, en ese momento, Anaya junto con su esposa y sus hijos, tomaron la decisión de dar un giro a sus vidas, y regresaron a Querétaro a iniciar el camino por su cuenta.

“Todo el patrimonio que habíamos logrado generar en ese tiempo era una casa, y decidimos venderla para que con ese dinero pudiéramos asegurar la manutención de la familia mientras arrancábamos nuestro propio negocio”, comenta.

Reconoce que fue una época difícil, porque sus hijos eran jóvenes y los gastos familiares, mayores.

“Pero aun así, el apoyo que recibí de mi familia fue extraordinario, entonces un aspecto fundamental es el apoyo familiar. Corrieron el riesgo conmigo para poder emprender el negocio”, enfatiza.

La experiencia hizo la diferencia

La familia Anaya emprendió así el reto de iniciar su propia empresa, fue una compañía de comercialización de productos para la fabricación de arneses automotrices, que era la experiencia que él tenía.

“Conocía perfectamente el mercado, y así nació Distribuidora Anaya Muñoz S.A., en marzo de 1983”, destaca el empresario.

Esta compañía tuvo en sus inicios dos características principales: era una empresa familiar y estaba enfocada a un sector en el que don Gabriel tenía experiencia.

En un comienzo, expone el entrevistado, se invertían las ganancias en el mismo negocio, en la adquisición de maquinaria y la contratación de clientes. Y de esta forma, con el apoyo de los proveedores y de los clientes salieron adelante.

Al paso de los años, Anaya Serrano logró abrir otra empresa, esta vez, una compañía dedicada a la fabricación de arneses.

Como el propio empresario evoca, en 1988 no tenía tiempo para aburrirse, ya que se encontraba atendiendo sus negocios, además de desempeñarse como presidente de la delegación en Querétaro de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), como consejero de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra) en la entidad, y promovía el Instituto de Ingenieros Químicos en el estado.

Hacia 1996, Gabriel Anaya abrió su tercera compañía, en la cual se fabricaban circuitos electrónicos.

“Pero, ¿qué pasa cuando quieres comerte el pinole a puños y no tienes saliva suficiente?, generalmente uno se ahoga”, reflexiona.

Nosotros “estábamos en un dilema de crecimiento, necesitábamos crecer pero no había recursos suficientes, teníamos créditos en dólares así que toda la estructura empezó a temblar”, expone.

Las compañías de Anaya Serrano lograron sortear la crisis de los 90, aunque los problemas económicos del año 2000 tuvieron un mayor impacto en sus negocios.

Así, su vida profesional nuevamente dio un giro, pues en los últimos años, únicamente mantuvo la empresa de circuitos electrónicos, la cual también sufrió cambios en su nicho de negocio.

“Ahora me enfoco a lo que es energías renovables, pero como representante de empresas, así que vuelvo a mis orígenes, donde empecé hace 30 años”, menciona.

Para los emprendedores

Gabriel Anaya considera que como empresario y emprendedor lo fundamental es la experiencia. Incluso, recomienda aprender en un empleo y posteriormente buscar la oportunidad de desarrollar un proyecto propio. “Yo le digo a los muchachos, cuando me invitan a dar alguna plática —por ejemplo—, no salgan a buscar empleo, salgan a buscar a ver qué se hace. Hay que salir a buscar no un trabajo, sino una acción, una idea para emprender, porque es más satisfactorio dar empleo que ser trabajador”, afirma.

La lección, destaca finalmente don Gabriel, es enfocarse en lo que uno sabe hacer, “porque si no, vas a fracasar”. Eso, junto con el apoyo familiar y una visión siempre hacia adelante es lo que permite lograr el éxito en la vida.

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