Amador Ordaz Campos la vida le cambió hace cuatro años. Un accidente automovilístico lo llevó a estar hospitalizado ocho meses, y finalmente a perder su pierna izquierda. Dice que, ante su discapacidad y la necesidad por generar ingresos económicos, la costura se ha convertido en su nueva fuente de empleo no solo de él, sino de su esposa Elvia.
Sin conocimiento de corte y confección, apostó por el oficio, para lo que empezó a practicar una y otra vez, hasta lograr costuras bien hechas.
“Cuando me pasa esto [el accidente], yo me encuentro en una situación muy complicada porque no tenía trabajo, ni dinero y no sabía hacer otra cosa más que manejar transporte público. Empecé a tocar puertas buscando apoyo para trabajar, no dinero, ni lucrar, y tampoco terminar mi vida en un semáforo estirando la mano, porque estoy bien, la discapacidad está aquí [señala su pierna amputada], no está en otro lado”, explica.
Es así como un día le comenta a su esposa su idea para coser, aunque no sabía nada de ello. “Aparte tenía la idea que esto era para mujeres. Pero estaba decidido, necesitaba hacer algo y salir de la depresión, y como parte del proceso, empecé a visitar a vecinos también con discapacidad y les dije que teníamos que hacer algo, para no convertirnos en una carga a la familia”.
Desde este convencimiento, y con la ayuda de su hijo Eduardo, comenzaron una iniciativa de trabajo llamada Confeccionando Corazones. Pero refiere que “lamentablemente no funcionó el primer intento, por falta de conocimiento y errores nuestros, pero me quedé con ganas y lo intenté de forma individual.
“Pudimos comprar la maquina industrial y ahí comenzamos, pero mi esposa me decía ‘¿cómo le vas a hacer?’. Empecé por agarrar un pantalón mío, lo desbaraté y luego lo armé completo; me compré unas cartulinas y me ponía a coser para irme derechito”, explica.
En esta etapa de aprendizaje encontró el apoyo de vecinas del barrio, como Chali y Marisol que, con mucha paciencia, lo ayudaron, al igual que Gaby, una vecina más que sólo por el interés de apoyar para que Amador retomará su vida laboral, le regaló una máquina de coser.
Recuerda que empezó con la elaboración de almohadas y cojines, las que ofrecía en la calle con el único propósito de tener dinero para comer.
Acompañado de su esposa, como desde más de cuatro décadas, Amador con tijeras en mano y telas marcadas para su confección plática que “gracias a Dios tiene trabajo”, y además de almohadas y cojines decorativos para sillas, hace manteles, sábanas, cortinas, mandiles, además de compostura de cierres, camas de mascotas, y en temporada navideña también realizó sus primeros pedidos de parte de comerciantes para la confección de bolsas.
Destaca en ese sentido la confianza depositada en su proyecto, y que ha llevado a tener clientes en zonas como Hércules, La Cañada, Los Héroes, Encinos, así como La Pradera Cerrito Colorado y Satélite.
Para este propósito, doña Elvia comparte que se inscribió en un curso de corte y confección para apoyar a su esposo y mejorar su trabajo, y al mismo tiempo ampliar los servicios que ofrecen, y tener la liquidez para una máquina adicional, así como para la materia prima.
Amador Ordaz recuerda que el día del accidente automovilístico acompañaba a un cuñado al funeral de su madre, y en el trayecto la camioneta de redilas en la que viajaba empezó a dar vueltas. “Yo iba en la parte de atrás y mi pierna durante las vueltas se quedó atorada en las redilas”, revive el momento.
“Estuve ocho meses internado, de los cuales el Seguro Social hizo lo posible para salvar el pie, cosa que no se pudo y cuando me dan la noticia, es algo complicado. Pero gracias a Dios conté con el apoyo de mi esposa e hijos. No recibí apapachos y eso hoy les agradezco mucho porque desde que me dieron de alta, la doctora Granados, dijo. ‘De aquí en adelante Amador puede hacer todo, si con complicaciones, pero puede’”.
De esta manera es que se enfrenta a su nueva condición en la que al igual que en el tema laboral, en el aspecto emocional contó con el acompañamiento y apoyo de Rodrigo Campos, amputado también, y Coyotes de Querétaro, equipo de fútbol integrado por personas con pérdida de alguna extremidad).
A cuatro años de esta segunda oportunidad, reconoce que le falta mucho por aprender, pero avanza paso a paso. De esto viven su esposa y él, en medio del “camino escabroso” que les ha tocado transitar, también por el cáncer que padece Elvia, ante el que no se dan por vencidos.
Elvia, compañera de vida de Amador, comparte que, en medio de este camino difícil, ella se ha tenido que enfrentar en dos ocasiones al cáncer de mama.
Comenta que en el 2008 recibió la noticia que padecía cáncer de mama, para lo que tuvo que ser retirado su seno izquierdo, y lamentablemente en el 2015, volvió el cáncer en el mismo sitio. Una vez más recibió la atención y hoy sigue con las revisiones cada cuatro a seis meses, también haciendo frente a las secuelas que las radiaciones han dejado en su cuerpo.
Dice que en la medida de sus posibilidades apoya en la confección, además del acercamiento de la materia prima como la entrega de pedidos, e incluso, toma clases de corte y confección con la única intención de mejorar el trabajo que realizan y la oportunidad de ampliar sus servicios, confía.
“Solo con el accidente pude humanizarme y entender el problema de mi mujer. Mi discapacidad y su enfermedad nos unió más y juntos de la mano caminamos, no nos soltamos de Dios”, finaliza Amador.