El año pasado fue publicada una magnífica obra, el libro intitulado Remediación de Suelos y Acuíferos Contaminados en México. Este libro es uno de la Colección FUNDAP, Ciencia y Tecnología para el Desarrollo. Esta obra fue apoyada por diversas instituciones, entre las que destaca la UAQ, el Concyteq y el Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania, con la participación y coordinación de destacados investigadores de la UAQ, del IPN y de la Universidad de las Américas en Puebla.
El prólogo, escrito por el doctor Wini Schmitdt, del organismo de Cooperación Alemana para el Desarrollo, cita con enorme razón: “Los costos de la Remediación del Suelo y el Agua llevan a la misma innegable conclusión: los modos existentes de desarrollo industrial simplemente no son sustentables desde el punto de vista ecológico y la Remediación de los pasivos ambientales tiene un costo muy elevado”.
Nuestro país, como productor de petróleo, ha tenido una gran experiencia en la contaminación por hidrocarburos y en la afectación del medio ambiente y un gran paso representó la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos (LGPGIR) en octubre del 2003, especialmente en lo relativo a regulación de la gestión de sitios contaminados; luego el reglamento de la LGPGIR en 2006; y la publicación de la norma NOM-147, referente a límites permitidos para metales pesados en el suelo. Pasos muy importantes.
El capítulo 14 del libro arriba señalado, trata de uno de los problemas ambientales que ha existido en Querétaro y en la mayor parte de nuestro país, el relativo a la industria de fabricación de ladrillos. Los daños que provoca esta actividad son notables y su solución debe ser una prioridad, la cual tiene implicaciones sociales, económicas, técnicas, ambientales y políticas.
Entre los diversos problemas ambientales derivados de la fabricación del ladrillo se tiene la emisión de compuestos volátiles durante el proceso de producción artesanal del ladrillo rojo, ante la quema de una diversidad de combustibles de calidad nociva, que emiten altas concentraciones de dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno y otros compuestos tóxicos.
En Querétaro se tienen cerca de 550 hornos productores de ladrillo que logran en promedio 10 mil ladrillos/mes/horno para atender la demanda de nuestro estado.
En San Nicolás, municipio de Tequisquiapan, se tienen reportados 273 hornos ladrilleros y las quejas por la contaminación que producen son bien conocidas; se arrojan compuestos tóxicos que son un riesgo para la salud de los pobladores y causan deterioro del ecosistema.
Se han intentado algunos acuerdos con los productores con el propósito de mejorar su actividad productora, procurando la utilización de combustibles menos agresivos al medio ambiente, con resultados que aún distan de ser los necesarios.
Muchos son pequeños productores que llevan a cabo esta actividad en sus propias casas y representa su forma de subsistencia, utilizando materiales no permitidos para la combustión.
A pesar de estar prohibido en México desde 1970 utilizar askareles (aceites gastados) o BPCs, bifenilos policlorados, este material aún se comercializa y en algunos casos es utilizado como combustible en las ladrilleras. Otros de los contaminantes en el ambiente de San Nicolás, de acuerdo a estudios realizados por la Universidad de San Luis Potosí y la UNAM, evidenciaron que también prevalecen hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAPs) y compuestos generados por la combustión incompleta de los mismos, tales como dioxinas y furanos, cuyo potencial toxicológico es diez mil veces superior al de los HAPs.
Los suelos de la zona han sido contaminados por compuestos de alto peso molecular, compuestos halogenados y diversos metales. Estos metales pesados son un factor restrictivo en la recuperación de un sitio.
Procurador Estatal de Protección al Medio Ambiente y Desarrollo Urbano