Ya llevamos casi un mes en esto y parece que no entendemos: aún cuando el virus que genera el Covid-19 no distingue entre personas, las condiciones de desigualdad tan extremas que vivimos en México sí hacen una enorme diferencia entre las posibilidades de evitar el contagio y cómo atender la enfermedad, la forma de convivir al interior de los hogares durante el aislamiento social y el grado de afectación que la crisis económica tendrá en cada familia.

Aún en los días en que no nos enfrentamos a una emergencia sanitaria olvidamos que no es lo mismo tener un trabajo seguro con un sueldo garantizado que vivir al día tronándote los dedos para llevar comida a la mesa. Y es que muchos y muchas insisten en romantizar el encierro sin detenerse a pensar por un minuto que poder tomarlo como un descanso, quejarse amargamente de no poder ir al cine o cantar “Cielito Lindo” desde el balcón solo se los permiten sus privilegios.

Tener un jardín, encerrarte solo en tu recámara, bañarte a cada rato, ir al super en tu coche, tener seguro de gastos médicos, hacer compras por internet o ver Netflix en todos tus aparatos son privilegios, aunque creas que te los mereces porque los conseguiste tú solito con el sudor de tu frente.

En este país millones de personas, que trabajan y luchan día con día con todas sus fuerzas, apenas cuentan con lo mínimo indispensable para sobrevivir en situaciones “normales”. Millones no tienen agua ni drenaje y hoy les pedimos que se laven las manos con frecuencia. Millones ganan 1 o 2 salarios mínimos y hoy queremos que coman sanamente cuando la canasta básica, que aumenta de precio de forma desmedida, nunca ha estado a su alcance. Millones viven al día, sin un solo peso extra y hoy queremos que desalojen sus puestos en los mercados. Millones habitan en comunidades y colonias sin servicios básicos de salud y hoy queremos que hagan sus citas para ir al médico por internet.

No, en México no estamos en el mismo barco. Hay quienes están pasando la crisis trepados, literalmente, en sus yates. Otros apenas tienen un salvavidas inflable, pero más de 50 millones no cuentan ni siquiera con una tabla de la cual sostenerse para no ahogarse. Son los millones que siempre tienen el agua hasta el cuello y hoy les llega a la nariz.

Por eso te pido, te suplico, que pienses bien antes de abrir la boca para quejarte porque nada más compraste 12 cartones de cerveza, porque te cerraron el Spa o porque el virus te arruinó la Semana Santa y en lugar de ir a Cancún te la has pasado encerrado en tu casa de Valle, Tequis o Cuernavaca.

Hoy, en este país millones de hombres, mujeres, niñas y niños, esperan a la pipa para llenar un tambo con agua y poder lavarse las manos, hoy no comerán, hoy no tendrán un peso para una aspirina mucho menos para gel antibacterial.

Tú que te puedes dar ciertos lujos reflexiona y actúa ya para cambiar el México que padecen millones de personas todos los días, aún cuando no hay virus.

Activista defensora de derechos humanos e integrante del Centro Latinoamericano para La Paz, la Cooperación y el Desarrollo

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