La Organización Mundial de la Salud identificó a los trastornos de la conducta alimentaria como la tercera causa de muerte entre adolescentes, solamente después de los accidentes de tránsito y la adicción a las drogas.
Los trastornos de la conducta alimentaria incluyen a la anorexia, la bulimia y los no especificados (destaca el trastorno por atracón). Todos pueden ser de tipo restrictivo (cuando prevalece una ingesta limitada o nula) o purgativo (prevalecen técnicas de expulsión de lo ingerido).
El Diagnóstico sobre la mujer en México, a partir del ámbito de la salud, define a estos trastornos como “enfermedades crónicas y progresivas” que conllevan factores biológicos, sicológicos, familiares y sociales. La anorexia y la bulimia son un problema de salud pública nacional que afecta sobre todo a niñas y mujeres.
La anorexia es un trastorno siquiátrico que se caracteriza por una pérdida severa de peso corporal (de 15% a 45%) por una restricción voluntaria en la ingesta de alimento. Las dietas restrictivas, así como el ejercicio en exceso suelen ser el detonante de este trastorno.
Las personas con esta enfermedad presentan una alteración en la percepción de su imagen, que incluye un componente emocional asociado al peso corporal. La persona deja de comer alimentos que considera nocivos porque pueden producir un aumento de peso.
El problema ocurre cuando eliminan la ingesta de alimentos con alto contenido proteico, que buscan compensar inicialmente con dietas vegetarianas hasta llegar a consumir dietas a base de jugos o incluso solamente agua. Las personas con anorexia consideran que no tienen un peso lo suficientemente bajo y no cesan en su empeño por dejar de consumir alimentos.
La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (2012) estimó que los trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia afectan a 3 millones de personas, con una incidencia que predomina en las mujeres adolescentes entre los 14 y 19 años (90-95% de los casos). Asimismo, el Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género (CEAMEG) de la Cámara de Diputados reveló que los trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia aumentaron 300% en México durante los últimos 20 años. El CEAMEG reportó que cada año se registran 20 mil casos entre las adolescentes y que dentro de la población universitaria un porcentaje importante de las mujeres presentan algún tipo de trastorno de la conducta alimentaria (19-30%).
El conocimiento sobre la Neurobiología de la anorexia es limitado y las estrategias terapéuticas para su tratamiento son escasas. Estudios recientes con resonancia magnética reportaron alteraciones en regiones específicas del cerebro de pacientes con anorexia. La limitante de estos estudios es que no revelan información sobre los cambios que se producen a nivel celular. Por ello, nuestro grupo de trabajo realiza investigación básica sobre la Neurobiología de este trastorno en modelos murinos.
Nuestra hipótesis inicial fue que el déficit en la ingesta de alimento podría comprometer el suministro energético y el correcto funcionamiento celular del sistema nervioso central. En este sentido, la glía constituye el mayor grupo de células nerviosas del cerebro y dentro de la glía encontramos a los astrocitos, que son las células responsables de regular y suministrar los recursos energéticos que reciben las neuronas.
Nuestros estudios recientes reportaron que la densidad de los astrocitos disminuía selectivamente en regiones del cerebro como el hipocampo, implicado en procesos cognitivos de memoria y aprendizaje.
La disfunción de los astrocitos en regiones específicas del cerebro podría ser un indicador temprano de los circuitos sinápticos comprometidos en la anorexia. Los astrocitos podrían ser un potencial blanco terapéutico para el tratamiento de la anorexia, por ello se requieren estudios de investigación básica que exploren el papel de este tipo celular en la neurobiología de la anorexia.
Síntomas de la Anorexia.
1. Inicia con una preocupación por la imagen asociada al peso corporal y con un componente emocional negativo reforzado por el entorno social.
2. La persona deja de comer lo que considera peligroso (tortillas, alimentos con grasa, postres, etcétera), ocurre un trastorno siquiátrico, la mente ya no es razonable y se presentan sentimientos de culpa cuando se ingiere alguno de estos alimentos, la persona comienza a abandonar su consumo progresivamente.
3. La persona realiza dietas restrictivas con vegetales o frutas que pueden sustituirse por dietas de jugos e incluso llegar al consumo de té o agua simple con el objetivo de reducir al mínimo la ingesta de calorías.
4. Se produce una pérdida severa en el peso corporal de la persona (hasta 45%).