La responsabilidad colectiva es un concepto que suele utilizarse para las grandes causas de una comunidad. Por ejemplo, en el respeto por la democracia y los derechos humanos.
La responsabilidad constituye una de las nociones fundamentales de las que se ha ocupado permanentemente la reflexión ética. El esclarecimiento del sentido de la responsabilidad, así como de las diferentes situaciones que la implican y sus fundamentos, ha sido una tarea emprendida por filósofos muy diferentes; la mayoría ha concluido que somos plenamente responsables de las acciones individuales que dirigimos hacia nosotros mismos, pero sobre las que afectan a los demás.
No asumir nuestra responsabilidad suele ser el origen de muchos conflictos sistémicos. En los sistemas sociales y políticos, cuyas acciones colectivas se suelen realizar por medio de representantes, los representados, al elegirlos, les otorgan determinada autoridad. Pero no toda. El sistema original no se extingue para dar paso a dos nuevos sistemas: los representantes, con toda la autoridad y la responsabilidad por un lado, y los representados, sin ninguna de ellas, por otro.
La responsabilidad colectiva no es solamente un deber ser, sino una actuación solidaria con la comunidad, una actitud frente al semejante que sea, al mismo tiempo, tan plural como inclusiva. Y para ello se requiere de una profunda colaboración de los ciudadanos entre sí.
Es en el compromiso individual que se genera hacia los otros, pensando y actuando para que se generen consecuencias positivas, cuyo resultado siempre será el bienestar social y la protección recíproca.
Es en el comportamiento de la colectividad, para sus integrantes y para la sociedad, donde se manifiestan las actitudes que producen consecuencias sociales a favor de la sana convivencia. Y es en ese actuar diario donde se construyen las condiciones sociopolíticas de inclusión, igualdad y equidad que permiten la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos, lo que deriva luego en comportamientos responsables que son formativos para las generaciones futuras.
Cuando un sistema pasa por circunstancias adversas, cada miembro pone a prueba su responsabilidad colectiva, respondiendo con acciones orientadas a la solidaridad.
La falta moral del individuo frente a un tercero incita a éste a reaccionar contra el grupo al que aquél pertenece; debiera tener una diferenciación para que el sentimiento y la acción reactiva se focalicen con más precisión.
La responsabilidad (responsa-habilidad) es la habilidad para responder a las circunstancias de cada momento presente. Somos responsables si actuamos y también si no lo hacemos, ya que no actuar también es una acción.
Al individuo, como parte de la sociedad, se le enseñan los valores, reglamentos, políticas: automáticamente el individuo pasa a tener una responsabilidad colectiva, ya sigue las normas de la comunidad juntos con todos los integrantes. Este tipo de aprendizajes nos lleva a una colectividad sólida que tiene bien identificados sus objetivos y sabe cómo llegar y es por eso que desde el ingreso a la misma se adquiere esa responsabilidad de convivencia.
Como se advierte, la responsabilidad colectiva no es a corto plazo. Las condiciones para lograrla no son improvisadas; hay que trabajar en su construcción día a día para lograr una sociedad que tenga como base el respeto a la dignidad individual y la responsabilidad social de sus miembros.
Ello será posible únicamente si logramos la justicia social y si podemos incorporar el pensamiento democrático en el funcionamiento de nuestras instituciones políticas y en las prácticas sociales.