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Bogotá. —Desde 2014, Cine Tonalá y Ambulante, dos proyectos culturales nacidos en México, y enfocados en la exhibición cinematográfica, han llevado lo mejor del séptimo arte a tierras colombianas.
A una cuadra de la Carrera Séptima, una de las principales avenidas de esta ciudad, se encuentra la casona que desde 2014 es el punto de referencia para los cineastas, productores, realizadores y, sobre todo, para los cinéfilos colombianos: Cine Tonalá.
Desde ese año, este complejo de proyección cinematográfica se suma a las dos sedes de Cine Tonalá en la Ciudad de México y Tijuana.
Para Salomón Simhon, su director y fundador, todo comenzó como un sueño que al paso de los meses se fue concretando en una iniciativa cada vez más real de abrir en Bogotá un espacio similar a su sala favorita en la capital mexicana.
“Un día se arriesgó y le propuso a los dueños poner un Tonalá en Bogotá. Les quedó sonando la idea y así se hizo. Los mexicanos son socios del proyecto. Se buscó casa aquí en Colombia y el sueño se aterrizó. Es un sueño hecho realidad”, explica Dayra Galvis, directora de programación de Cine Tonalá Colombia, quien explica que este proyecto bogotano no funciona bajo el esquema de franquicia, sino es una asociación mexicano-colombiana entre los fundadores de Cine Tonalá —el cineasta Juan Pablo Bastarrechea, Marcela Lugo y Santiago Dib— con el director de cine colombiano Salomón Simhon.
Ubicado en Carrera 6 #35-37, en el barrio La Merced, Cine Tonalá ocupa una casa de dos pisos en uno de los vecindarios más característicos de Bogotá, donde predomina el ladrillo rojo y techos de doble alero. Un pizarrón muestra la cartelera de un sábado de mediados de julio, entre ellas están Isla de perros y El legado del diablo, además de una selección de películas latinoamericanas, como Matar a Jesús y Adiós entusiasmo. También estaba programado un duelo de champeta contra salsa.
Galvis explica cómo Cine Tonalá también ha ampliado el panorama de exhibidores en esta ciudad: “El plus de Tonalá es que podemos mostrar películas comerciales y cine independiente. Para el medio cinematográfico es un sitio de encuentro y para la ciudad es una alternativa frente a las ofertas de los centros comerciales, donde es otro ambiente. Rescata un poco el cine de barrio, que desapareció hace tiempo”.
Cine Tonalá Bogotá da empleo a 36 personas, entre encargados de taquilla, restaurante, meseros y bar. Al mes da 214 funciones y a lo largo del año exhibe alrededor de 30 títulos. Además de la oferta cinematográfica incluye en su programación sesiones de stand up comedy y tocadas de música electrónica y jazz. En las dos salas, la Tonalá y la Kubrick, se da espacio para que cada película se exhiba durante un mes en los distintos horarios y días de proyección.
El sábado es uno de los días de mayor afluencia en este cine. Sobre su patrio lateral hay algunas mesas y un largo asiento acojinado donde los visitantes disfrutan del menú. En el interior también hay mesas en las que parejas y grupos de amigos esperan la entrada para las funciones. Un mensaje en letras neón da la bienvenida a los cinéfilos y descifra el significado del vocablo náhuatl de Tonalá: “El lugar por donde el sol sale”.
En el piso superior también hay un bar que abrirá hacia las 8 de la noche. Ahí es donde se concentran algunos de los eventos, como fiestas, talleres, sesiones de stand up o sesiones de debate, como la que en diciembre se dedicó al poeta Andrés Caicedo, autor de ¡Qué viva la música!, un libro de culto para la juventud colombiana.
“Le damos oportunidad a la película de que esté viva durante ese mes. Se le da chance de rotar por los diferentes horarios, de tal forma que todas las películas de todos los estrenos tienen las mismas oportunidades. A veces viene un productor con una película que no logró llegar a un circuito de distribución o exhibición. Entonces Tonalá puede ser un sitio abierto a esto. También traemos películas que nos provee alguna distribuidora de México o por medio de Tonalá México, que nos ayuda de puente”.
El séptimo arte, en rutas
Entre el 13 de octubre y el 12 de diciembre de 2017, Ambulante llevó el cine documental a más de 17 pueblos considerados patrimonio cultural de Colombia. Esta fue la cuarta edición del festival que también tiene sus orígenes en México y que desde 2014 se presenta en varias sedes colombianas.
La esencia de este festival, explica Juan Camilo Cruz, su director en Colombia, es “compartir historias y acercar realidades a un público amplio sin acceso frecuente a este tipo de contenidos, surge la necesidad de volver a las raíces, de encontrar esos lugares en Colombia que nos hacen recordar de dónde venimos y contar allí esas historias”.
Juan Camilo Cruz cuenta que la intención de acercar a los espectadores colombianos lo mejor del cine documental lo llevó a proponerle a Elena Fortes, entonces directora de Ambulante A.C. —fundada en 2005 por los actores Diego Luna y Gael García Bernal— a llevar lo mejor del documental latinoamericano a estas tierras, con lo que se ampliaron las opciones para los cinéfilos en distintas ciudades de Colombia.
Durante esos dos meses, los espectadores colombianos pudieron ver exhibiciones, en plazas públicas, auditorios municipales y de distintas universidades, de un programa que incluyó documentales sobre la realidad latinoamericana: desde historias que les son más próximas, como el proceso de pacificación del conflicto entre el ejercito nacional y la guerrilla de las FARC, a la resistencia de los pueblos peruanos contra el acaparamiento de la industria minera, entre otras. En total, 60 mil espectadores pudieron acercarse a 30 títulos, principalmente de Colombia y Latinoamérica.
La gira más reciente de Ambulante Colombia se dividió en cuatro rutas: Santanderes, Paisa, Centro y Caribe, donde se ubican algunas de las ciudades que forman parte del patrimonio cultural de Colombia.
La cartelera incluyó El fin de la guerra, de Marc Silver; Amazona, de Clare Weiskopf; 500 años, vida en resistencia, de Pamela Yates y Gloria y pólvora, de Viktor Jakovleski, sobre la vida cotidiana de los pobladores de Tultepec, pueblo mexicano dedicado a la pirotecnia, entre otras.
El aumento de producciones de documentales lo atribuye al manejo de imágenes cada vez más sencillo, lo que ha generado un interés de la gente por contar historias: “Ha habido un aumento en la producción audiovisual, no necesariamente es buenísima, pero ha habido un aumento exponencial, sobre todo de contenido documental. Por otro lado, la labor de iniciativas como la nuestra ayuda a que la gente empiece a ver cosas diferentes, que no están en la televisión y que no encuentran en los circuitos comunes. Los festivales, no sólo Ambulante, sino otros festivales en Colombia y en Latinoamérica, se están abriendo y están tratando de traer películas internacionales y darle voz a las películas latinoamericanas”.
bbg