La pobreza, la marginación social, la discriminación y la violencia estructural, son los temas que se mantienen constantes en los más de 30 proyectos cinematográficos y series de televisión, que componen la trayectoria de Tenoch Huerta, un actor mexicano que por su talento, ha sido merecedor del reconocimiento internacional, al lado de actores como Gael García Bernal y Diego Luna.
El ganador de un Ariel por su papel en la película Días de Gracia (2011) dialogó con el periodista colombiano Felipe Restrepo, acerca de las condiciones de trabajo de los actores latinos en la industria cultural, y realizó algunas disertaciones sobre la responsabilidad social del actor hoy en día, adelantando algunos detalles de su trabajo en la nueva temporada de la serie de Netflix, Narcos, y en el largometraje Bel Canto, en el que interpreta al líder de una guerrilla de Perú.
Pronto se estrenará la nueva temporada de la serie de Netflix, Narcos, ¿cómo fue tu integración a este proyecto?
—Llevaba cuatro años insistiendo, desde la primera temporada yo había hecho casting, en ese entonces tenía una representante y ésta había mandando mi material y empujado un poco para que se abriera la oportunidad, y de pronto, un buen día un productor que es mi amigo, me dijo ‘Netflix va a venir a México y te acabo de proponer para un personaje de la serie’, así que me emocioné un montón, y creo que no quedé, pero seguramente el otro actor les salía más caro, entonces terminaron llamándome a mí —risas—.
Cuando me dijeron que iba a hacer el papel de Rafael Caro Quintero me emocioné porque es un gran personaje. Además, estoy muy entusiasmado por los actores, directores y toda la gente de producción y staff que está involucrada en esta realización, son de primera línea.
¿Qué hay acerca de tu nueva película?
—En Bel Canto hago de un líder peruano de la guerrilla, el comandante Benjamín. Me encantó, sobre todo por la sensibilidad que tiene el director para contar las historias, además de la cercanía que refiere no solamente con lo latino, sino con lo humano y de hecho apenas la voy a ver la semana que entra. Viajaré a Nueva York durante una presentación, a lo mejor regreso y digo: ‘nadie la vea por el amor de dios’, y compraré todos los boletos para que nadie sea testigo, y sin embargo, no deje de ser un éxito en taquilla —risas—.
Es notable que la mayoría de tus proyectos giran en torno a temas como la violencia, la marginación y la pobreza, ¿a qué se debe?
—El cine mexicano en general habla de estos temas porque son los que nos duelen, así como la mayoría de las películas norteamericanas hablan de guerra, nosotros hablamos de violencia; es lo que vivimos y por eso es un tema recurrente.
¿Por qué ha sido tu constante incursión en estos temas?
—Me parece que el perfil de personalidad hace que ciertos empresarios se te acerquen y otros no. Lo que yo soy, sumado a los trabajos que he hecho, hacen que ciertos directores y productores me ofrezcan algún proyecto y otros ni siquiera me llamen por teléfono. Si me han ofrecido comedia romántica, por ejemplo, y me encantaría hacerlo, pero no he tenido tiempo; los dos o tres proyectos que han tocado a mi puerta, lo han hecho justo cuando estoy a la mitad de otro.
¿Consideras que el actor debería asumir un papel activo dentro de la transformación social?
—No, creo que el actor simplemente tiene que actuar, aunque como individuo sí y como ciudadano, en este momento histórico, con estas características particulares del momento que nos tocó vivir, sí, hay que involucrase.
Claro que si como actor, me ponen un micrófono y me abren un espacio para que hablar libremente, lo voy a aprovechar.
Y en ese caso, ¿de qué te interesaría hablar?
—De que nos estamos devorando a nuestros hijos, en todos los sentidos. No podemos permitir que la violencia devore a nuestros hijos y que en un país como el nuestro, que es la décima economía del mundo, tengamos a niños pidiendo dinero en la calle, y que existan niños sicarios; es increíble que tres estudiantes de cine vayan a hacer su tarea y no regresen a su casa jamás, que 43 morros agarran un camión para ejercer su derecho a la protesta y desaparezcan, y todo eso se debe a una sencilla y terrible razón: impunidad, ya que solamente el 7% de los casos en todo el país terminan en una sentencia, nos estamos comiendo a nuestros hijos, somos Saturno devorándose a sus hijos, eso es México.
Desde tu experiencia, ¿crees que hoy es más fácil que un mexicano o un latino pueda incursionar en la industria cultural en Estados Unidos?
—No conozco tanto la industria en Estados Unidos, pero hay algo que sí es cierto, y se trata de un fenómeno bien interesante en aquel país; se dieron cuenta de que los que más asisten al cine son latinos y particularmente, mexicanos. Cuando entendieron que este público era mayoritario, tenía un gran poder de compra y sobre todo, que nos encantaba estar gastando en cine, decidieron empezar a incluir a más latinos en las producciones, a mí no me vengan con que se dieron cuenta del talento y entonces la reivindicación; vieron que eran un potencial económico y decidieron explotarlo. Ahí hay un mercadazo y está ávido no sólo de comprar nostalgia, sino de saber qué está pasando ahora, qué hay de nuevo, cuál es la onda acá, y es donde nosotros entramos.
También hay que decir que la apertura a estos espacios se la debemos a quienes fueron a abrir brecha, y me refiero a artistas como Diego Luna, Gael García Bernal, y a directores como Iñárritu y Cuarón; ellos junto con otros, llegaron a tumbar caña y abrieron camino a las otras generaciones.