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Aquel romanticismo de encerrarse en el cuarto oscuro, preparar los químicos como un experto alquimista, guiarse sólo con el rojo de la luz de seguridad, hasta ver que clarea en el papel la imagen captada con la cámara, no está perdido del todo.
El Centro Queretano de la Imagen tiene su laboratorio de fotografía análoga en blanco y negro, con el nombre de Esteban Galván (1927- 1999), ícono de la fotografía en Querétaro, y su hijo Miguel Ángel estará a cargo del espacio, su objetivo es regresar a la esencia de la fotografía y, con ello, acercar a nuevas generaciones al proceso de revelado e impresión que se perdió con la era digital.
Laboratorio Fotográfico Esteban Galván está abierto a fotógrafos profesionales, aficionados y público en general. El espacio cuenta con charolas, lámparas de seguridad, ampliadoras y químicos para el revelado de rollos e impresión de las fotos.
Hay dos opciones de uso: el fotógrafo puede acudir y utilizar el material disponible a cambio de una cuota que servirá para reponer papel y químicos; mientras que la segunda opción es que el usuario lleve su material y sin ningún costo ocupe el lugar.
“El objetivo primordial es rescatar ese laboratorio análogo que hace 20 años a la fecha se fue perdiendo poco a poco y ahora casi nadie maneja, ya todos se dedican a lo digital y ya no necesitan de un laboratorio, esa es la premura que tenemos, rescatar la esencia de la fotografía que se ha perdido, el aspecto de la parte romántica de la fotografía, ya hoy el fotógrafo se dice fotógrafo cuando no tiene los fundamentos de un laboratorio, ya nada más porque aprende a manejar la cámara se siente fotógrafo, nosotros queremos rescatar y que prevalezca el amor a la fotografía desde su origen”, explica Miguel Ángel Galván Reséndiz a EL UNIVERSAL Querétaro.
También se abrirán talleres para que los más jóvenes conozcan técnicas y procedimientos, así los usuarios se darán una idea de cómo montar en casa su propio laboratorio, tal cual lo hacían los fotógrafos de antaño, lo único complejo de la foto análoga es que no es tan fácil conseguir los materiales, aunque todavía en la Ciudad de México hay tiendas especializadas.
“La gente se complica la vida, los materiales no son fáciles de conseguir pero sí hay tiendas que todavía se dedican a vender estos productos, y en la cuestión de espacios la gente dice no tener lugar para poner su ampliadora, pero los fotógrafos de aquel entonces hasta en el baño tenían su laboratorio, es más que nada el amor a querer hacer las cosas y eso es lo que queremos inculcar, que no se pierda la tradición de revelar tus rollos, imprimir y ver los resultados palpables”, agrega el fotógrafo y laboratorista.
En honor a Galvancito.
Esteban Galván Rivera nació en el barrio de La Cruz el 26 de abril de 1927, hijo de Salvador Galván, maestro de dibujo y modelado de varias generaciones de Querétaro. A los 18 años Esteban hizo de la foto su vocación, cuando vio publicada una de sus primeras imágenes de la peregrinación a la Basílica de Guadalupe.
“Mi padre nos platicaba que mi abuelo era una persona muy estricta y lo que les pedía a sus hijos es que todos estudiaran, pero mi padre fue el rebelde y le dijo que le gustaba la fotografía, mi abuelo le comentó: Pues si te gusta adelante, pero a ver si de eso comes, porque sin estudios no vas a vivir de la foto”.
Y le gustó tanto la fotografía que la hizo su vida, recorrió varias partes de México con su cámara, el retrato de arquitectura era su fascinación. Personajes célebres que visitaban la ciudad posaron para su lente, como Lucía Méndez, Sasha Montenegro y Olga Breeskin. Políticos e industriales de Querétaro reconocían el trabajo del maestro Galván, Galvancito, como le decían de cariño.
En 1955 abrió la tienda de Servicios Gráficos Galván, ofreciendo fotografías de bodas, graduaciones, además de publicidad para industrias y comercios. Poco a poco su trabajo se dio a conocer y recibió premios locales, nacionales e internacionales.
“Uno de sus grandes logros fue sacar una medalla de plata en la UNESCO, en un concurso con el tema de la familia, en donde iban unos otomíes en sus burros y sus productos, el titulo era: Vamos a mercar. También lo invitaron a Cuba a exponer y aprovechando el viaje hizo unas fotos que luego presentó en la Casa del Lago de la UNAM, a ese nivel es mi padre”, expresa con orgullo.
¡Está perfecta tu foto! Viendo a su padre trabajar, Miguel Ángel comenzó su propia historia en la foto. De los seis hermanos, “a mí me gusto más”. En la etapa de la secundaria entró como ayudante de los laboratoristas que trabajan en el Estudio Galván.
Y a los 14 años vio publicada su primera fotografía (en un libro que su profesor de escuela escribió), era una imagen del casco de la Hacienda de Juriquilla, captada con una cámara que pidió prestada a su padre y que él “a regañadientes me prestó, porque era muy cuidadoso con sus cosas”.
“Fue por inercia que me dediqué a la foto, pura inercia, saliendo de la secundaria entro a apoyar a mi padre en el laboratorio ya de fijo, y me dijo: Si te gusta la fotografía tienes que estudiar, pero debes acompañarme para que te vaya explicando todo. Se convirtió en mi maestro y lo acompañaba a todos lados, siempre traía una cámara grande, de esas cámaras de fuelle, y yo cargaba el triple, poco a poco fui agarrándole el gusto”.
Don Esteban era un hombre estricto y su hijo no se escapó de ese ojo perfeccionista, pero también sabía reconocer el buen trabajo, cuando entró a la Sociedad de Fotógrafos Profesionales de México, en donde concursó con una imagen del Museo Regional de Querétaro, la foto pasó por varias pruebas de impresión, hasta que Don Galvancito dijo: ¡Está perfecta tu foto!
El jovencísimo Miguel Ángel comenzó su carrera profesional como fotógrafo de Braulio Guerra Malo, durante su gestión como presidente municipal.
El 13 de julio de 1999 falleció Esteban Galván Rivera y su hijo se hizo cargo de la tienda y el Estudio Galván, ubicado en el Pasaje de la Llata hasta el 2010, año en que cerró definitivamente, la principal causa fue la efervescencia de la foto digital.
“Era muy difícil mantenerse porque cualquier persona con una cámara digital se sentía fotógrafo y por tener un ingreso malbarataba el trabajo; también fue cambiando la forma de ver la fotografía y la gente ya no quería irse a retratar a un estudio, las industrias comenzaron a tomar ellos mismos sus fotos con cámara digital, por eso decidí cerrar, vendí todo y sólo tengo las cámaras de mi padre”.
Ahora con la apertura del Laboratorio Fotográfico Esteban Galván, proyecto impulsado por el Centro Queretano de la Imagen, Miguel Ángel quiere compartir ese romanticismo de la foto análoga, esa magia que sólo tiene el proceso de revelar e imprimir.