A la escritora Agatha Christie (1890-1976) nunca le satisficieron las adaptaciones fílmicas de sus obras literarias. Excepto Muerte en el expreso de oriente (1974, Sidney Lumet). El guión de Paul Dehn (con ayuda sin crédito del dramaturgo Anthony Shaffer) sintetizó la novela, publicada en 1934, dándole juego a los actores en ese asfixiante tren donde sucedía el “¿quién lo hizo?”, misterio que lentamente el hábil, y medio chocante Hercules Poirot (un Albert Finney amanerado, de relamida cabellera y falso bigotito, que desagradó a la novelista), resolvía hasta la sorpresa final.
En la nueva versión, Asesinato en el expreso de oriente (2017), filme 15 del disparejo Kenneth Branagh, con guión de Michel Green, la trama es más sucinta que su predecesora. De nuevo es un “¿quién lo hizo?” que ahora modifica personajes de la novela. La novedad sustancial: es éste un mejor Poirot (Branagh mismo, ostentando abundante bigote estilo prusiano), quien con cerebral deducción resuelve un crimen que involucra a un reparto multiestelar de sospechosos, veteranos (Derek Jacobi, Michelle Pfeiffer, Judi Dench, Willem Dafoe, Penélope Cruz, Olivia Colman), como jóvenes (Daisy Ridley, sacudiéndose Star wars; Leslie Odom, Josh Gad, el mexicano Manuel García Rulfo, Lucy Boynton, Sergei Polunin).
Branagh mantiene un inspirado control en las actuaciones y añade una estilización visual abundante en detalles sobre las rutinas de un viaje ferroviario ya inexistente. Reconstruye el tren inspirándose en los suntuosos filmes de los 1950. A su vez, la parte intimista recuerda las cintas de los 1940 con una escenografía funcional (meticuloso diseño de producción de Jim Clay, brillante fotografía en 70 milímetros de Haris Zambarloukos). Una cinta artificial, medio pasada de moda, pero entretenida, donde el director-actor se impone como protagonista cuando debió ser comparsa (igual que el personaje Ratchett). Ante la versión 1974, la eficaz maquinaria de Branagh y equipo se queda casi sin combustible al final.