Para Frank pintar es una especie de juego, algo natural que es guiado por la intuición, por esa amistad entre el pincel y los colores. Nació en Texas y desde 1987 radica en Querétaro. Además de estudiar en la Universidad de Texas, ingresó en el Mexico City College para estudiar muralismo, mas la libertad creativa la encontró en Black Mountain College (BMC) a donde regresará muy pronto para exponer su obra y platicar de su historia, tal como la compartió con EL UNIVERSAL Querétaro.
El artista norteamericano, de la corriente de expresionismo abstracto, estará el 2 de junio en el museo y galería de arte de BMC de Estados Unidos, con la exposición y charla Frank Hursh: Marking Space + Place, y a la par se inaugurará una serie de Robert Motherwell (1915-1991), figura importante del expresionismo abstracto de Nueva York, movimiento al que también perteneció el pintor estadounidense Jackson Pollock.
Con esta serie de Hursh y Motherwell, Black Mountain College abre un espacio de reflexión sobre la importancia del expresionismo abstracto americano de posguerra.
En la historia del BMC, escuela que influenció desde su origen la educación del arte y la cultura, muchos de sus alumnos y maestros llegaron a México, se alimentaron de su arte y cultura, y Frank Hursh no quedó exento de dicha regla, el muralismo mexicano fue su fascinación y Rufino Tamayo su gran ídolo.
Pero de todas las generaciones de BMC, Frank es el único que se quedó a vivir en nuestro país y desde aquí sigue produciendo y fomentando esa libertad creativa.
“Empecé dibujando como todo niño”. Frank Herbert Hursh Jr. nació el 20 de abril de 1929 en Wichita Falls, Texas, Estados Unidos, en medio de una familia entregada al arte; su padre era gerente del auditorio municipal en donde se presentaban espectáculos de ópera y comedia, también le tocó ver la introducción del cine mudo. Por esta razón, cuando Frank decidió estudiar artes, la noticia no extrañó ni alteró a la familia.
“El arte es una cosa de siempre, empecé dibujando como todo niño, y en la primaria hice muchas diferentes cosas de dibujo, empecé a tomar clases privadas de arte y siguió mi interés, nunca era cuestionado, seguí en el arte toda mi vida”, platicó Frank.
En su vida la palabra guerra fue una constante, de ahí que dibujara aviones y hasta competía con los amigos para ver quién dibujaba mejor.
“A los 17 años salí de preparatoria, la guerra terminó en 1945 y en el 46 empiezo la universidad y empecé como una persona normal, en primer semestre, ya después me volví algo… sí, algo rebelde”, detalló.
Se tituló en artes, en la Universidad de Texas, pero esa rebeldía lo llevó a buscar su propio estilo de vida, así llegó a Black Mountain College, una escuela donde la enseñanza era con total libertad, con maestros de distintas partes del mundo, sin prejuicios, sin racismo, y ese sistema influenció el mundo de las artes.
“Desde que fui a Black Mountain empecé en el arte abstracto; cada artista es un individuo y su obra es un esfuerzo de individuo, cada individuo se va a dónde quiere ir y para mí era más atractivo el abstracto, porque abre muchas diferentes posibilidades de representación”, añadió el pintor.
Atraído por el muralismo mexicano, Hursh llegó a Mexico City College y a la Academia San Carlos de la UNAM, ese primer encuentro con el país lo atrapó.
“Me encantó tanto vivir en México, era fabuloso vivir en este tiempo. Dejé los estudios y empecé a hacer arte comercial en televisión, en la televisión de blanco y negro, cuando sólo había tres canales y todo era en vivo”, narró el artista estadounidense.
Abandonó los estudios y formó la compañía Artes Teatrales, S.A., luego empezó a trabajar para la empresa Telepelículas. De sus trabajos en la televisión mexicana se recuerda el programa Diga la verdad con Pedro Ferriz y Kippy Casados.
Estando en México conoció a gente de la industria de animación de Estados Unidos y llegó la oportunidad de trabajar como colorista en las caricaturas: Rocky and Bullwinkle, Go Go Grophers, y en las series: Fractured Fairy Tales, Peabody y King Leonardo. “Me preguntaron: ¿Qué experiencia tiene en animación? Y yo dije: Ninguna. Pero me contrataron”, platicó entre risas Frank.
Después comenzó a dar clases de animación en San Carlos y en ese tiempo fue invitado a trabajar para el Museo Nacional de Antropología, en el diseño de las Sala de Prehistoria y Mexica, a lado de Julio Prieto y Pedro Armendáriz Jr., quien antes de entregarse por completo a la actuación, como su padre, ejercía la carrera de arquitectura.
En 1964, Frank retornó a Estados Unidos por cuestiones familiares, pero su destino estaba en México y regresó a vivir a Morelia, después a San Miguel de Allende y un proyecto de educación artística lo trajo hasta Querétaro y aquí radica desde 1987, aquí sigue pintando y ahora está viendo crecer en el arte a su nieta Ana B. Hursh.
“Siempre estuve rodeada por la pintura de mi abuelo y eso me dejó como encantada, como hechizada, y creo que eso fue muy importante para mí y también creo que su trabajo ha influenciado mi propio trabajo”, expresó Ana en el 2016, en su exposición Abismo y Superficie, representación e identidad femenina.
Pintar no es un trabajo para Frank Hursh. Todas las mañanas le dice a su hija Holly: Voy a mi estudio a jugar. Y sus juegos pictóricos son piezas infinitas de sensibilidad y color.