El pequeño bulto de María en la cama contrasta con el verde intenso de la pared del cuarto. Sobre la sábana blanca, que envuelve el cuerpo, los pétalos de las rosas se ven de un rojo intenso. Salpicadas alrededor con confetis del mismo color simulan la sangre de la doncella. Ella, con un paliacate rojo ceñido a su cabeza, sonríe apenada.
Sus 16 años no la prepararon para este momento, cuando las mujeres de su barrio, vecinas y familiares la rodean para ver el hilo de sangre de su virginidad en un pañuelo blanco, lo que llaman “honor a la casa”.
—¿Estás aquí de conformidad, hija?— le pregunta la madrina mientras la abraza. María responde: “Sí”. Su novio, Raúl, de 20 años, la “robo” con su consentimiento y la llevó a la casa de sus padres, donde vivirán.
Una lluvia de consejos matrimoniales salen de la madrina y de las otras mujeres, relacionados con un buen comportamiento en casa ajena. Muchas de ellas pasaron por lo mismo, fueron “robadas” en su juventud.
Algunas le reprochan sutilmente por qué huyó con el novio siendo una niña, pero se conforman, argumentan que así es la costumbre entre las zapotecas, que nada se puede hacer. El bochorno se intensifica con las mujeres dentro del cuarto, así que no permanecen más de dos minutos después de ver la intimidad de María en el pañuelo.
Una por una se acomoda en la sala, mientras las tías del novio les avientan confeti rojo en la cabeza. La comitiva de 20 mujeres son las enviadas de la familia de María, ahora la novia, para dar fe de que “dio honor” a su casa saliendo virgen y para verificar que no está contra su voluntad, ni fue tratada mal en casa ajena. Todas visten sus trajes típicos de media gala. Para ellas, la ocasión y la costumbre dictan la vestimenta. La madrina de María es quien encabeza el grupo en representación de la casa de la joven.
Para las zapotecas, el rapto o la huida es una vieja tradición muy arraigada en donde, prácticamente, sólo participan mujeres, la presencia del hombre sólo se hace presente cuando se fija la fecha de la boda entre las dos familias, así como las condiciones de la convivencia matrimonial y la fiesta.
Behua xiña’/ Huachinango rojo
Mientras María sigue tendida en el rincón de cuarto, las mujeres reciben comida y bebida de la familia del novio. La estancia de ellas dura hora y media. Al final se les entrega una guirnalda de albaca y rosas rojas, llamada en zapoteco: laapa guie’.
La banda de música rompe la solemnidad con la canción Behua xiña’ (Huachinango rojo, en español). La pieza musical hace referencia al rapto y la virginidad. Es obligatorio tocarla durante el ritual.
“Behua xiñá' cane'su' rini tantu gudou bidua chita ma gudxe lii ora cuindini nin la biduaa ne nin la dxita”. “Huachinango rojo ahora orinas sangre, ya te dije que cuando se pare no te comas el plátano, menos los huevos”. Es la primera estrofa de la canción que levanta a las mujeres de sus sillas y las pone a bailar.
Con esa canción saben que la hora de partir y llevar las noticias a la madre de María ha llegado. La madrina encabeza la comitiva de regreso a casa; antes, entra al cuarto y se despide, le da su bendición. La novia se queda en su nuevo hogar, con quien ante la sociedad es su esposo, aunque por las leyes civiles tendrá que esperar hasta alcanzar la mayoría de edad, puesto que en Oaxaca está penado casar a menores aún con el consentimiento de los padres, desde hace 10 años.
En el otro extremo de la ciudad, Ferbonia, la madre de María recibe la noticia de que la niña, cayó en buena familia, “tuvo suerte” y salió virgen. Los cohetes truenan en la calle y los gritos de: “¡Viva la novia!” se convierten en una especie de anuncio de que se cumplió el rito, como dictan las costumbres zapotecas. El grupo de zapotecas se acomoda en la sala y recibe el agradecimiento de la familia con música, botanas y cervezas.