Cuando llegaron los españoles a tierras mexicanas, utilizaron las representaciones teatrales para evangelizar a los indígenas; las pastorelas y el Vía crucis son dos de los temas del evangelio que hasta la fecha, continúan representándose, en el caso de la pasión de Cristo año con año gana más popularidad, incluso se promueve como actividad turística.
Las primeras representaciones de la pasión de Cristo eran actuadas por los mismos frailes, con el objetivo de enseñar quién era Jesús, qué le había pasado y por qué debían ser católicos. Y evitando que los indígenas se confundieran con los sacrificios humanos que dedicaban a sus deidades, omitieron en un principio la imagen sangrante de Jesús.
“Desde 1524, que fue cuando llegaron los primeros frailes franciscanos, se hacen estas representaciones para que el indígena aprendiera, era su forma de enseñar. ¿Y cómo se hacía? Como ahora, solamente que en un principio no se ponía al Cristo sangrante, porque los indígenas lo podían relacionar con sus ídolos y los sacrificios humanos, entonces usaban símbolos como la cruz, la escalera, la columna, la corona de espinas, los clavos y todo eso se convirtió después en los símbolos de la pasión”, explica a EL UNIVERSAL Querétaro, Rosario Bravo, restauradora perito del Centro INAH Querétaro, en un recorrido por el Museo Regional, donde se resguardan varias piezas de arte sacro.
Después comenzaron a utilizar esculturas para relatar la pasión y muerte del hijo de Dios. Con el paso del tiempo éstas se fueron creando con distintos materiales e iban aumentando su realismo, al grado que se adecuaban pelucas, pestañas postizas, dientes, ojos de vidrio o huesos de animales para presentar las heridas expuestas de Cristo.
“Al principio las piezas de Jesús sacrificado tenían una actitud más de dormir y muy rígidas, pero ya entrado el siglo XVIII, que es el barroco, se nota la vitalidad del arte por hacerse más realista y se desata toda una tradición, se comienza a jugar con los materiales, ya no es sólo la madera, hacen a Cristo con movimientos más exagerados y más sufrimiento porque el propósito era hacerlo más realista, para impactar”.
También se hacían piezas articuladas que dotaban de movimiento a la escultura, muy asombroso para representar las tres caídas de Jesús, con la cruz a cuestas. “En la zona del bajío —que seguramente había en todos lados—, se empezaron a hacer figuras que tuvieran articulaciones para que pudieran moverse y la gente veía la escultura al momento de caerse y exclamaban con verdadero asombro, porque era tan realista que terminaban conmovidos, y eso era para despertar la fe y la conciencia”.
La iglesia era la encargada de marcar las reglas de producción a los artistas, para que las imágenes tuvieran una similitud y su figura quedara grabada en el recuerdo de los indígenas, además era la iglesia quien compraba estas piezas.
El Museo Regional de Querétaro tiene bajo su resguardo una colección de distintas esculturas de Cristo, que permiten ver la evolución del trabajo escultórico; y en uno de sus pasillos principales cuentan con la exhibición de una serie pictórica de ángeles pasionarios del siglo XVIII, que aparecen portando los símbolos de la pasión: caña, cetro, corona de espinas, clavos y cáliz.
Después de Jesús crucificado, la segunda imagen más representada es la de María, en su advocación de la Virgen Dolorosa. En estas imágenes el sufrimiento está presente, pero también la belleza y elegancia. Actualmente, asegura Rosario, son muy pocos los artistas que se dedican al arte de la pasión y muerte de Cristo.
“Se ha reducido mucho porque la iglesia ha ido perdiendo en este campo de acción tan fuerte que tenía, pero curiosamente en el sentido de la representación teatral han ido subiendo las actividades, la idea de teatralizar ha ganado más en cuestión turística y un ejemplo claro es Iztapalapa”.
En Querétaro, las representaciones del Vía Crucis también son una tradición, La Cañada y Tolimán son sólo alguno de los lugares más recurrentes para revivir este pasaje bíblico.