Como adivinador, mito, periodista o poeta, el escritor Gabriel García Márquez regresó esta semana a su pueblo natal, Aracataca, en palabras de los invitados y del público que participó en el sexto coloquio anual sobre su figura, titulado "Gabo periodista y su relación con la cultura popular del Caribe".
El auditorio de la Casa Museo del escritor, ambientada con actores que representaban a personajes a su novela "Cien años de soledad", se quedó pequeño en un acto que sirvió como preámbulo del Hay Festival, actividad cultural que se celebra en Cartagena de Indias y que concluye este domingo.
En el panel de invitados, un grupo de expertos y amigos de Gabo -como se le conoce familiarmente al Nobel nacido en este pueblo caribeño en 1927 y fallecido en Ciudad de México en 2014- compartieron historias imposibles del escritor, plantearon dudas razonables sobre la labor periodística y repartieron risas contagiosas.
"Mi primera y única vocación fue el periodismo", esta afirmación legendaria de García Márquez quedó en entredicho con la primera intervención de Ariel Castillo, investigador literario que desveló que Gabo quería ser dibujante cuando entró a colaborar en el periódico El Universal de Cartagena, después de abandonar la carrera de Derecho en Bogotá.
María Jimena Duzán, periodista y amiga de García Márquez, se sumó al debate y destacó que el autor nacido en Aracataca "coqueteaba con el periodismo y que era un escritor que quería crear".
Sin torcer el gesto, el moderador, Jaime Abello, director de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), quiso centrar el coloquio en su terreno y defendió la pasión del nobel por la información de actualidad.
"Gabo, cuando entra en el diario El Espectador, se consolida como periodista y empieza a conocer Colombia", señaló en su defensa.
Este salto a Colombia y al mundo en la carrera de García Márquez como periodista no supuso un abandono de sus raíces en la costa del Caribe. Todo lo contrario.
"Gabo consiguió combinar el rigor periodístico con la imaginación caribeña", exclamó el cronista Alberto Salcedo Ramos, quien había señalado previamente la frase de León Tolstoi -"Pinta bien tu aldea y serás universal"- como idea capital para entender una narración sin complejos desde la cultura popular que tanto amaba el autor colombiano.
En esta línea, el historiador Ariel Castillo dijo que para García Márquez, "la cultura popular era su territorio de resistencia" y su origen, en el departamento colombiano del Magdalena, le acompañó toda su vida.
Según Castillo, el 18 de febrero de 1950 fue la fecha fundamental del Gabo que conocemos: "Ese día, se traslada con su madre a Aracataca para vender la casa de los abuelos. En este viaje recupera su conciencia regional y la afirmación del Caribe", algo que el propio autor recuerda en su libro de memorias "Vivir para contarla".
Para el investigador, la obra de García Márquez se nutre de características propias de la cultura popular del Caribe como son las narraciones orales, los dramas de amor y violencia, y los cantos vallenatos de los músicos de acordeón.
"Ya dijo Gabo que 'Cien años de soledad' era un vallenato de 450 páginas", añadió.
La combinación de cultura popular con su experiencia de periodista convirtió, según los ponentes del coloquio, a García Márquez en "un gran fabulador" que, incluso, "contaba historias que después sucedían".
"¡Mamó gallo a todos!" -expresión coloquial colombiana que significa 'tomar el pelo'-, exclamó Abello casi al final de la charla para destacar que, conscientemente, García Márquez escribió sus propias claves personales que, ahora, "tenemos que descubrir".
Entre risas y anécdotas, Joaquín Armenta, viejo amigo de infancia del autor cataquero, tomó el micrófono y empezó a recordar los primeros pasos del hijo de Gabriel Eligio y Luisa Santiaga en Aracataca, su pueblo del Magdalena.
El anciano, que cerró el coloquio entre aplausos, contó como "Gabito" ya desde pequeño mostraba interés por las letras y pronto destacó por dedicar su tiempo a las historias de ficción.
Así, como corroborando las palabras de su viejo amigo, poco a poco, surgieron otros relatos y otras historias. Algunas tan famosas como la de un niño que nació en Aracataca y creció en un lugar que luego se llamaría también Macondo, el mítico e imaginario pueblo de su obra.
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